Decimos
esta frase con mucha frecuencia, cada vez que queremos encontrar una
explicación a determinadas actitudes o decisiones de las personas, las cuales nos
resultan incomprensibles o nos causan algún desconcierto.
Cuando se trata de personas sin
hogar, cuesta mucho aceptar su situación, y uno desea encontrar una
explicación, una razón por la que se ha visto forzado a vivir así para, de ese
modo, poder ayudarle a que encuentre la manera de poder revertir esa situación
y volver a ser la persona que fue: padre, esposo, un buen trabajador, etc.; o
emprender una vida nueva si lo prefiere.
Es el caso de dos hermanos, viven
en dos mundos separados, pero que se mueven en el mismo universo de la calle, sombrío, lleno de peligros y deshechos.
Uno de ellos ha logrado enderezar la órbita de su propio mundo hacia la
atracción del sol, más cálido y luminoso, donde se vive mejor. Quiere a toda costa atraer la órbita del de
su hermano hacia el mismo sol, pero no lo consigue y, tan generoso esfuerzo, le roba a él las fuerzas que necesita para
mantenerse es su nueva órbita.
Desesperado, dolido, aunque quizá
tenga motivos para sentirse culpable de la situación que viven ambos, dice: ‘mi
hermano está metido en un charco de mugre, como los cerdos, comiendo lo que le
echan las personas que se compadecen de él. Esas personas no le están haciendo
ningún favor, así no le ayudan a salir del charco, al contrario, él se ha
acostumbrado a vivir ahí, sucio, inspirando compasión, para poder alimentarse”.
Son palabras casi textuales. El
hermano que ha conseguido que su órbita gire ahora en torno al sol, aunque un
poco alejado todavía, duerme bajo techo al menos, aunque no sea de su
propiedad; se dedica a recoger chatarra para ganarse el sustento, el aseo, y un
rincón donde descansar. Antes había sido
mariscador, pero para eso hay que tener un permiso y pagar una cuota, así que
tuvo que dejarlo.
No es fácil escalar de nuevo la
categoría social de ciudadanía plena, como tampoco está cerca ni siquiera será posible
la sociedad del pleno empleo si no hay un cambio trascendental en la sociedad
en su conjunto, en la que se tenga como principal objetivo la ‘felicidad’ de
cada uno de los individuos que la forman, enseñándole a que sea responsable, pero respetando su libertad, para evitar con todos los medios a su alcance que
ninguno quede excluido.
Pero si fuera Dios el sol que atrae
hacia sí, alumbra y traza la órbita, de todos y cada uno de los seres humanos, sería, no digo más fácil, quizá fuera más
dura todavía la vida, pero tendría sentido, y además le daría las fuerzas necesarias para hacer
frente a las adversidades, para abrir camino a otros descarriados o
desorbitados, que se hallan dando vueltas sobre sí mismos, alrededor de mundos
cerrados y sin esperanza.
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