sábado, 17 de febrero de 2018

Explotados, cansados, sin pausas ni paz




Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS



Quien no descansa, se destruye, y los que no consiguen seguir este ritmo, se sienten fracasados.

Nuestra sociedad es implacable. Somos obligados, por medio de una seducción sutil, a una actitud siempre muy productiva y optimista.

¿Qué hará más daño a nuestro corazón que un falso optimismo, con el que nos tenemos que  disfrazar  los días? ¡Queremos con eso agradar a los otros, que también hacen lo mismo, pero nosotros creemos que son naturales!

Nuestros días están llenos de cosas. Desbordan de obligaciones. Hay estímulos a cada minuto y una interminable cascada de informaciones sin importancia que desvían nuestra atención de lo que quiera que estemos a punto de hacer.

Es difícil concentrarnos, cumplir una tarea de principio a fin, nuestra atención parece estar condenada a fragmentarse.

Lo peor es que dejamos de tener tiempo para parar, descansar y fortalecernos.

Nos quieren esclavos y remando, todos en el mismo sentido. Los rebeldes son malos, solo por ser rebeldes. Lo bueno es ser igual. Todos quieren ser diferentes unos de otros, pero las variaciones parten de una misma base. Hasta las diferencias son iguales. Se pierde la autenticidad. La originalidad. El carácter único de cada uno de nosotros. Porque tenemos miedo de ser… rebeldes.

Soñamos sueños producidos por otros, los compramos y los creemos nuestros. Anestesiados, consideramos que vamos en buena dirección, pero vamos camino del precipicio, sonriendo y cantando, convencidos de que nos estamos esforzando para conseguir lo mejor…

Condenamos a los que no hacen nada de lo que está de moda, que no producen lo que considera valioso, los acusamos de ser infelices y de vivir sin objetivos. Nunca creemos que, tal vez, sean ellos los que experimentan la vida tal como es… y nosotros, que no percibimos lo mismo, solo nos engañamos con una ceguera voluntaria frente a lo que es la verdad.

El que no descansa, se destruye, y los que no consiguen seguir ese ritmo, se sienten fracasados.

El tiempo vuela, huye… y hay cada vez más personas viviendo a una velocidad que no tiene presente, solo pasado, continuo y sin fin. Se explotan a sí mismos, se esclavizan. No se respetan. No reconocen y aceptan sus límites. Llaman motivación a la voz agresiva que vive dentro de sí y los obliga a producir sin parar, aquello que otros han de comprar, por haberles sido inyectado un deseo artificial.

Estamos cada vez más cerca de todos los comercios del mundo, pero cada vez es  mayor la distancia hasta nuestro mundo interior. Compramos lo que dicen que necesitamos y dejamos al abandono los valores y deseos que son los pilares de nuestra identidad.

¿De qué nos sirve ganar el mundo si nos perdemos a nosotros?

Nos faltan los silencios.

Necesitamos mucho aquellos vacíos donde creamos lo bello, lo auténtico.

Nos falta paz.

Lograr la calma y dormir descansado es el principio de la verdadera paz. Después, amar. Concretándolo cada día, por el desapego y la renuncia y no por cualquier tipo de codicia, conquista o posesión.


                                                                   ilustração de Carlos Ribeiro)



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