Opinión de JOSÉ LUÍS
NUNES MARTINS
Quien no descansa, se destruye, y los que no consiguen seguir este ritmo, se sienten fracasados.
Nuestra sociedad es implacable. Somos obligados, por medio
de una seducción sutil, a una actitud siempre muy productiva y optimista.
¿Qué hará más daño a nuestro corazón que un falso optimismo,
con el que nos tenemos que
disfrazar los días? ¡Queremos con
eso agradar a los otros, que también hacen lo mismo, pero nosotros creemos que
son naturales!
Nuestros días están llenos de cosas. Desbordan de
obligaciones. Hay estímulos a cada minuto y una interminable cascada de
informaciones sin importancia que desvían nuestra atención de lo que quiera que
estemos a punto de hacer.
Es difícil concentrarnos, cumplir una tarea de principio a
fin, nuestra atención parece estar condenada a fragmentarse.
Lo peor es que dejamos de tener tiempo para parar, descansar
y fortalecernos.
Nos quieren esclavos y remando, todos en el mismo sentido.
Los rebeldes son malos, solo por ser rebeldes. Lo bueno es ser igual. Todos
quieren ser diferentes unos de otros, pero las variaciones parten de una misma
base. Hasta las diferencias son iguales. Se pierde la autenticidad. La
originalidad. El carácter único de cada uno de nosotros. Porque tenemos miedo
de ser… rebeldes.
Soñamos sueños producidos por otros, los compramos y los
creemos nuestros. Anestesiados, consideramos que vamos en buena dirección, pero
vamos camino del precipicio, sonriendo y cantando, convencidos de que nos
estamos esforzando para conseguir lo mejor…
Condenamos a los que no hacen nada de lo que está de moda,
que no producen lo que considera valioso, los acusamos de ser infelices y de
vivir sin objetivos. Nunca creemos que, tal vez, sean ellos los que experimentan
la vida tal como es… y nosotros, que no percibimos lo mismo, solo nos engañamos
con una ceguera voluntaria frente a lo que es la verdad.
El que no descansa, se destruye, y los que no consiguen
seguir ese ritmo, se sienten fracasados.
El tiempo vuela, huye… y hay cada vez más personas viviendo
a una velocidad que no tiene presente, solo pasado, continuo y sin fin. Se
explotan a sí mismos, se esclavizan. No se respetan. No reconocen y aceptan sus
límites. Llaman motivación a la voz agresiva que vive dentro de sí y los obliga
a producir sin parar, aquello que otros han de comprar, por haberles sido
inyectado un deseo artificial.
Estamos cada vez más cerca de todos los comercios del mundo,
pero cada vez es mayor la distancia
hasta nuestro mundo interior. Compramos lo que dicen que necesitamos y dejamos
al abandono los valores y deseos que son los pilares de nuestra identidad.
¿De qué nos sirve ganar el mundo si nos perdemos a nosotros?
Nos faltan los silencios.
Necesitamos mucho aquellos vacíos donde creamos lo bello, lo
auténtico.
Nos falta paz.
Lograr la calma y dormir descansado es el principio de la
verdadera paz. Después, amar. Concretándolo cada día, por el desapego y la
renuncia y no por cualquier tipo de codicia, conquista o posesión.
ilustração de Carlos Ribeiro)
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