sábado, 27 de enero de 2018

Las espinas al lado del bien




Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS


Ser capaz de arrancar a alguien una espina que lleva clavada en el cuerpo, el cual puede que ya esté resignado, tiene algo de libertador, casi divino.

Todos tenemos espinas clavadas en la carne que nadie conoce y pocos imaginan. Y son esas espinas, las que no se ven, las duelen en lo más hondo. Ellas revelan nuestra enorme fragilidad, pero también nuestra fuerza para seguir adelante, a pesar de que su presencia nos duele cada día, a cada paso. A veces, estos hierros escondidos, se vuelven más difíciles, intolerables y duros para con los otros…

Ser capaz de arrancarle a alguien una espina que lleva clavada en el cuerpo, a lo cual  puede que ya esté resignado, tiene algo de libertador, casi divino. Es grande la luz de quien comprende que, más allá de las espinas, hay otras muchas, mayores y más afiladas, clavadas en otras personas, tal vez más débiles e inocentes.

Es cierto que las espinas forman parte de la vida. Todos los sueños con los que nos evadimos son mentira hasta el punto de imaginarnos que, llegando a un determinado punto en este mundo, las espinas dejarán de existir.

 Las espinas de la vida pueden servir para que recordemos cuán valiosas son las cosas buenas. La vida es extensa y muy rica en bondades y maldades.

Por cada uno de nosotros que conquista algo sublime, habrá muchas personas buenas que quedan por el camino. No por ser más, sino porque al cielo se llega por caminos duros.

Siempre habrá espacio entre las espinas. Quien quiere crecer ahí, más pronto o más tarde tiene que pasar por ellas, para florecer más tarde.

Las espinas son pasajeras, aunque su tormento dure una vida entera.

Casi todos queremos alcanzar el cielo, ¿pero cuántos de nosotros estaremos dispuestos a ir por donde se debe ir para llegar?

El amor, la verdad y la vida están mezclados con las espinas, que coronan las vidas de quienes se dan.


ilustração de Carlos Ribeiro



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