Pablo Garrido Sánchez
El establecimiento de algunos matices ayuda a la
precisión. Al identificar la adoración como una postración ante DIOS resulta
insuficiente para algunos. Veamos, pues:
DIOS es siempre bueno y amoroso, misericordioso y justo, por lo que no requiere
la postración de nadie por amor propio, sino por el bien del que es capaz de
reconocerlo como DIOS mismo. Cuando DIOS induce a la adoración lo hace
revelando de forma gradual su Plan trazado desde antes de todos los siglos (Cf
Ef. 1,9). DIOS nos quiere libres, en amor filial, perfección y santidad. La
adoración, por nuestra parte, es una respuesta acorde con lo que DIOS es y lo
que se requiere de nosotros. Por tanto, entremos en la esfera de lo divino,
aunque nos movamos en una oscuridad que obliga andar a tientas, con cierta
imprecisión y reclamando entre balbuceos y gemidos (Cf Rm 8,26-27) lo que da
aliento a nuestro espíritu.
Ámbito divino
Si alguien considera que la adoración es una cosa para
personas elevadas espiritualmente es preciso que empiece por abandonar dicha
idea, pues somos las personas normales las que estamos necesitadas de
reconocernos en la atmósfera invisible, pero real, que nos envuelve y nos
proporciona la existencia: “En TI vivimos, nos movemos y existimos” (Cf Hch
17,28). Cada persona debe respirar el aire que le envuelve para vivir la vida
psicobiológica y debe respirar la
atmósfera espiritual menos perceptible pero presente, que es el mismo DIOS todo
poderoso y todo penetrante (Cf. Slm 138).
La otra mitad de la Creación
Nos
toca asumir una condición humana en la
que vamos aprendiendo de forma paulatina, lenta y en pequeñas entregas. La
Palabra de DIOS, la experiencia de la vida y esa acción interior de DIOS mismo nos van
enseñando. En lo tocante a la Palabra de DIOS, resulta un tesoro a descubrir,
pero nunca en un cuarto de hora. Las lecturas rápidas de las liturgias a las
que asistimos es muy posible que no sean suficientes, por lo que hay que buscar
otras estrategias. Entre los tesoros encerrados dentro de la Palabra de DIOS
están los Ángeles. ¿Qué nos pueden enseñar los Ángeles con respecto a la
adoración? Ellos son maestros en el arte de la adoración. Me gusta decir que
desconsiderar la existencia de los Ángeles es descartar , por lo menos, la
mitad de la creación realizada por DIOS. “Al Principio creó DIOS los cielos y
la tierra” (Cf. Gn 1,1) Dichos cielos si analizamos con detenimiento el texto
bíblico no designan ni el cielo atmosférico, ni el cielo cósmico de los astros;
se refiere, por otra parte, a las entidades espirituales creadas que conforman
el cosmos espiritual reflejado en el primer día de la creación como un universo
de luz distinta a la luz emanada del sol, la luna y las estrellas (Cf. Gn 1,
14-19). Los Ángeles, por tanto están llamados a ejercer un papel discreto en la
vida de todos nosotros, colaborando de forma eficiente en nuestra salvación (Cf
Hb 1, 13). El Ángel sabe quién es DIOS, está a su servicio por amor y lo adora.
La arquitectura celestial es en primer lugar angélica (Cf Ap 5, 1). Y por la
sangre redentora de CRISTO hay una reconciliación entre los cielos y la tierra,
entre los Ángeles y los hombres (Cf Col 1,20). Nada dejarán de hacer los
Ángeles por nosotros si tenemos en cuenta ante ellos la sangre sacrificial del
REDENTOR; ellos sí alcanzan la compresión del valor del sacrificio de JESÚS en
la Cruz.
“Hasta de noche me instruye internamente” (Slm15, 7)
No obstante estamos en Navidad, y hemos de volver a la
adoración, porque habíamos tomado a Jacob y su sueño de la escala de Ángeles,
que ascendían y bajaban hacia la tierra como modelo arquetípico para la
adoración (Cf. Gn 28) Y se podrá objetar que lo que se describe es un sueño.
¿Está Jacob adorando en el sueño? Jacob había recibido la bendición de su padre,
Isaac, y el encargo de encontrar esposa entre su parentela de origen. La
bendición paterna ya supone un acto cargado de contenido espiritual, es decir,
una acción a través del padre investido de autoridad dada por Dios mismo. Pero
Jacob, al que se le cambiará el nombre por Israel y será el padre de las doce
tribus (Cf Gn 32,29), en sueños es iniciado por DIOS para la gran misión que tiene por delante.
Como dice el salmo quince “hasta de noche me instruyes internamente” (Cf. Slm
15,7). De noche, DIOS, realiza grandes obras: El hombre es completado en su
creación después del sueño (Cf Gn 2,23); Abrahán contó miles de estrellas para
hacerse una idea de su descendencia (Cf Gn 15,5). Y dando un gran salto
asistimos al sueño revelador por el que san José conoce la encarnación del
VERBO en el seno de MARÍA (Cf Mt 1,20).
La piedra sobre la que Jacob durmió y se le manifestó
una revelación que tendría su cumplimiento con JESÚS de Nazaret, mil quinientos
años después; esa piedra ungida y altar para un acto de culto de adoración,
preludia al VERBO que de forma inamovible “ha puesto su tienda entre nosotros”
(Cf. Jn 1,14). La revelación a Jacob profetizó el Camino que el VERBO de
DIOS abrió entre el cielo y la tierra,
entre el PADRE y su creación, y en el que existen una multitud inmensa de
intermediarios trabajando a favor de su SEÑOR. La adoración entra de forma
directa en esta corriente de Gracia que asciende y desciende, porque el
VIVIENTE ha vencido (Cf. Ap 1,17-18). El objetivo prioritario de Satanás es
destruir la corriente de adoración, por eso es tan costoso, espiritualmente
hablando, que prospere un grupo de oración, una adoración al SANTÍSIMO, y no
digamos una adoración perpetua. La adoración nos sitúa en el frente de las
grandes pugnas. Eche cuentas el lector de la cantidad de pensamientos
superfluos sobrevenidos en un tiempo de adoración. El mantenimiento de una paz
interior y de una corriente de afecto hacia el SEÑOR en el tiempo de adoración
será un objetivo a combatir por parte de las fuerzas espirituales hostiles a
DIOS mismo y al hombre. La diferencia estriba en que a DIOS el Maligno no lo
alcanza, pero sí a nosotros. No seríamos realistas si nos limitásemos a señalar
las consolaciones y facilidades del tiempo de adoración; es preciso, por otra
parte, hacer notar también los tiempos del combate espiritual (Cf. Ef. 6,10-20)
Un tiempo pleno
El Camino entre el PADRE y nosotros se abre cada vez
que se celebra una santa Misa y se rinde culto de adoración a JESÚS en su
presencia eucarística. En este trozo de pan, JESÚS, es DIOS. Esta confesión de
Fe supone rendir o postrar la razón para
que la Fe tome su lugar, la experiencia religiosa se produzca, el descenso de
gracias traídas por los Ángeles lleguen hasta nosotros y, a su vez, las
oraciones individuales queden aunadas y sean presentadas como un único clamor
ante el trono de DIOS, en el que reside la perfecta TRINIDAD.
El sueño de la escala de Jacob es uno de tantos
pasajes bíblicos que nos ofrece un modelo espiritual válido para todo tiempo.
Así podemos dar más crédito a la Escritura, cuando comprendemos que ésta se
cumple más allá de cualquier cálculo humano. Un año nuevo es un tiempo lleno de
posibilidades, por tanto un tiempo para la libertad y para la Gracia. Un tiempo
pleno se presenta ante nosotros porque JESÚS de Nazaret lo ha plenificado (Cf.
Mc 1,15)
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