No puedo callar por más
tiempo, aunque sea en este humilde blog, este gesto indigno, que humilla a unos
consumidores o clientes, o sea, a muchos ciudadanos, o sea, a muchas personas. Y
lo peor, es un reflejo de muchas malas maneras que se están implantando entre
los seres humanos, de cualquier latitud. El progreso industrial y material, sobre todo desde que se ha
popularizado la informática, está creando un nuevo tipo de discriminación y de marginados.
Me sucedió esta mañana. Fui
al banco, a regañadientes, como siempre, a informarme si mi banco facilitaba también, como hacen otras
entidades, la tarjeta oro, al cumplir los 65 años. No esperaba un nuevo
incidente, tanto o más escandaloso que
otros anteriores, que me impulsaría a poner una queja, por ser dicha entidad, una de las más ricas de
España, de Europa y conocida en el mundo entero … tan desconsiderada con sus clientes o cualquiera otra persona que tenga que hacer
en él una gestión.
Para entrar en la oficina
tuve que pasar esta vez por el ‘humilladero’.
El humilladero era, según el diccionario de la RAE, un Lugar devoto
que suele
haber a
las entradas
o salidas de los
pueblos y junto a
los caminos, con
una cruz
o imagen.
El humilladero
verdadero me gusta, aunque la palabra no suene muy bien, porque ante Dios es un
honor humillarse, ya que él representa lo mejor del mismo hombre (hombre en
sentido universal, persona con alma, sea masculino o femenino); y al hombre,
por regla general, le queda un largo recorrido para llegar a ser humano sin
tacha, o sea, totalmente humano, como él se imagina a veces que es, o puede
llegar a ser…
Pero tener que
humillarme, precisamente ante un aparato electrónico absurdo, que me clasifica
según el motivo de la cita, eso ya ha sobrepasado mi tolerancia, y otros dicen
que la tengo, además de paciencia. ¿Por qué digo esto? Pues por una razón muy
sencilla: este aparato exige ciertos conocimientos de informática y cultura
general, que no todas las personas tienen, lo cual les supone una traba
humillante. Pero además, la ranura que expulsa el papel con el número y la
letra asignándote una ventanilla determinada, está colocado de manera que no se ve con
facilidad, a no ser que antes hayas examinado de arriba abajo al ridículo portero
electrónico, y cae inevitablemente al suelo…
La señora que había
entrado antes que yo vi se agachaba, cogía algo del suelo, que era el papel, y
buscaba un lugar para poder ver la inmensa pantalla donde debe salir en número
y letra asignados. Yo estaba en el cajero, ingresando en mi cuenta, porque ya
no hay caja donde hacerlo en el interior, y al terminar, entro tan tranquilo.
Doy las pulsaciones requeridas en la pantalla del ‘portero’, y espero que salga
el tique para asignarme ventanilla o mesa, de pronto veo que cae un papel al
suelo…me agacho y era el tique. Luego, me ha humillado. Me ha humillado porque
me hace ver que no he visto la ranura donde debía esperar el tique; y encima lo tira al suelo…
¡Me ha humillado! Sin
duda ninguna. Se lo comento a la señora que entró delante de mí, y está de
acuerdo conmigo ‘es una humillación’. Espero mi turno y hago mi pregunta. No, aquí
no damos esa tarjeta, responde la empleada con mala cara (pues creo que me
reconoce de otra ocasión en que protesté por otro motivo). Rehúso más
explicaciones para no perder más tiempo. Cuando salgo, veo a un matrimonio,
mayores que yo, junto al inhumano portero electrónico, con cara de perplejidad
y disgusto. Me detengo y les digo lo mismo ‘es humillante’, voy a poner una
queja… el hombre estuvo totalmente de acuerdo conmigo; la mujer callaba, con
cara de disgusto, o desgana, no sé bien.
Como no encontraba
la forma de poner rápidamente la queja, ni sabía en qué apartado de esa
horrible pantalla receptora estaría el motivo de mi queja… Prometí volver
mañana.
Lo he pensado
mejor y expreso primero mi queja aquí, para conocimiento de cualquiera que le
interese el tema, aunque mañana me pase por el banco, a ver si consigo expresar
allí mi queja, en el lugar del crimen, por decirlo así.
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