jueves, 28 de diciembre de 2017

Un nuevo ‘humilladero’, hoy  electrónico y bancario.




No puedo callar por más tiempo, aunque sea en este humilde blog, este gesto indigno, que humilla a unos consumidores o clientes, o sea, a muchos ciudadanos, o sea, a muchas personas. Y lo peor, es un reflejo de muchas malas maneras que se están implantando entre los seres humanos, de cualquier latitud. El progreso industrial y  material, sobre todo desde que se ha popularizado la informática, está creando un nuevo tipo de discriminación y de marginados.

Me sucedió esta mañana. Fui al banco, a regañadientes, como siempre, a informarme si  mi banco facilitaba también, como hacen otras entidades, la tarjeta oro, al cumplir los 65 años. No esperaba un nuevo incidente, tanto o más  escandaloso que otros anteriores, que me impulsaría a poner una queja,  por ser dicha entidad, una de las más ricas de España, de Europa y conocida en el mundo entero … tan desconsiderada  con sus clientes  o cualquiera otra persona que tenga que hacer en él una gestión.

Para entrar en la oficina tuve que pasar esta vez por el  ‘humilladero’. El humilladero era, según el diccionario de la RAE, un Lugar devoto que suele haber a las entradas o salidas de los pueblos y junto a los caminos, con una cruz o imagen.

El humilladero verdadero me gusta, aunque la palabra no suene muy bien, porque ante Dios es un honor humillarse, ya que él representa lo mejor del mismo hombre (hombre en sentido universal, persona con alma, sea masculino o femenino); y al hombre, por regla general, le queda un largo recorrido para llegar a ser humano sin tacha, o sea, totalmente humano, como él se imagina a veces que es, o puede llegar a ser…

Pero tener que humillarme, precisamente ante un aparato electrónico absurdo, que me clasifica según el motivo de la cita, eso ya ha sobrepasado mi tolerancia, y otros dicen que la tengo, además de paciencia. ¿Por qué digo esto? Pues por una razón muy sencilla: este aparato exige ciertos conocimientos de informática y cultura general, que no todas las personas tienen, lo cual les supone una traba humillante. Pero además, la ranura que expulsa el papel con el número y la letra asignándote una ventanilla determinada,  está colocado de manera que no se ve con facilidad, a no ser que antes hayas examinado de arriba abajo al ridículo portero electrónico, y cae inevitablemente al suelo…

La señora que había entrado antes que yo vi se agachaba, cogía algo del suelo, que era el papel, y buscaba un lugar para poder ver la inmensa pantalla donde debe salir en número y letra asignados. Yo estaba en el cajero, ingresando en mi cuenta, porque ya no hay caja donde hacerlo en el interior, y al terminar, entro tan tranquilo. Doy las pulsaciones requeridas en la pantalla del ‘portero’, y espero que salga el tique para asignarme ventanilla o mesa, de pronto veo que cae un papel al suelo…me agacho y era el tique. Luego, me ha humillado. Me ha humillado porque me hace ver que no he visto la ranura donde debía esperar el tique; y encima  lo tira al suelo…

¡Me ha humillado! Sin duda ninguna. Se lo comento a la señora que entró delante de mí, y está de acuerdo conmigo ‘es una humillación’. Espero mi turno y hago mi pregunta. No, aquí no damos esa tarjeta, responde la empleada con mala cara (pues creo que me reconoce de otra ocasión en que protesté por otro motivo). Rehúso más explicaciones para no perder más tiempo. Cuando salgo, veo a un matrimonio, mayores que yo, junto al inhumano portero electrónico, con cara de perplejidad y disgusto. Me detengo y les digo lo mismo ‘es humillante’, voy a poner una queja… el hombre estuvo totalmente de acuerdo conmigo; la mujer callaba, con cara de disgusto, o desgana, no sé bien.

Como no encontraba la forma de poner rápidamente la queja, ni sabía en qué apartado de esa horrible pantalla receptora estaría el motivo de mi queja… Prometí volver mañana.

Lo he pensado mejor y expreso primero mi queja aquí, para conocimiento de cualquiera que le interese el tema, aunque mañana me pase por el banco, a ver si consigo expresar allí mi queja, en el lugar del crimen, por decirlo así.

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