Ayer
me sentí un poco avergonzado pues, ingenuo de mí, me presté a responder a una
encuesta sobre mi voluntariado en Personas sin Hogar, porque era el día mundial
del voluntariado, y porque Cáritas me lo pedía. Respondí, creo, lo más
sinceramente posible, y al momento era pública mi respuesta, pero con mi
nombre, con lo que no contaba.
No,
no he pensado después ni por un momento siquiera protestar por ello. Había
aceptado responder, por consecuencia, y dije lo que quería decir, así, por
teléfono, yo solito, sin que nadie más fuera testigo. No tuve que pensarlo
mucho, las palabras habían salido solas, sin ningún esfuerzo, como guiadas por medio
de un pinganillo, como cualquier locutor o presentador…
Aunque,
humildemente, me atrevo a decir que quien me susurraba al ‘pinganillo’, en este caso, sabe de mí más que
yo mismo. Y por eso no entiendo por qué había de sentir vergüenza alguna por
decir lo que dije: “para
mí, personalmente, supone mucho, vivo para a ello, organizo mi vida alrededor
del voluntariado, lo hago por convicción, por justicia y por ser consecuente
con mi fe”.
Sentía
un poco de vergüenza, recuerdo que repetí varias veces a la entrevistadora: ‘personalmente’,
queriendo dar a entender que no pretendía con mi respuesta ser original ni nada
por el estilo. En verdad sentía vergüenza por los compañeros... Reconozco, y hago pública
confesión, que me siento algo dolido porque algunos compañeros voluntarios, no
de Personas sin Hogar, sino de otros equipos, donde he colaborado o colaboro
puntualmente, me han acusado de querer
imponer mi criterio, o de pretender quitarle a otros su protagonismo.
Lamento haber dado esa impresión, y lamento más haberme defendido, a veces con
otros comentarios inapropiados sobre ellos.
No
tenía pensado hacer pública esta confesión, pero, como a menudo critico, en
privado, como hacemos casi todos, pues quiero volver a decir, públicamente, lo
que pienso, y no por venganza ni rencor, sino por el bien de Cáritas, y de la
Iglesia, y por el ‘Gran Pinganillo’ que nos sopla siempre al oído suavemente,
pero muy clarito. Lo que pienso es: que el
funcionamiento de algunos equipos parroquiales sigue siendo bastante deficiente,
a pesar de los cursos y charlas que se han llevado a cabo desde los Servicios
Generales; hay poco espíritu de equipo,
exceso de protagonismo, o individualismo más bien, y no se
evalúa, con ninguna frecuencia, o sea, casi nunca, el funcionamiento ni las
actitudes de cada uno; así como tampoco
se cuida o valora suficientemente a cada voluntario o colaborador.
En
todas las organizaciones se exige algún tipo de ‘código’, norma, o compromiso
para pertenecer a la misma, y mejor si se hace ante alguien o algo que
represente dicha institución. Cáritas tiene
muy fácil este trámite, por servir a
quien sirve. Si no formalizamos algún tipo de pertenencia, que nos obligue a un
determinado comportamiento ante el grupo y los acogidos, va aparecer como una ONG
más…
Quiero
aclarar que mi crítica se refiere solo a algunas Cáritas locales, ya que, como
no suele haber evaluaciones periódicas donde se traten las diferencias de
criterio o posibles quejas, pues lo hago por escrito, sabiendo que me puede
costar nuevas críticas. Sin embargo, también he de decir que conozco muy buenas
personas en Cáritas, individualmente, y que merecen contar con mejores equipos.
Y
por supuesto, por encima de estas ‘nimiedades’, quiero resaltar que me siento ‘orgulloso’
de pertenecer a una organización de la Iglesia tan prestigiosa, como es Cáritas,
que tan puntual y fielmente atiende necesidades
en todo el mundo, sean fruto de la pobreza, de la guerra, o de catástrofes
naturales; o también dando oportunidad a
numerosas personas, mediante diferentes talleres, de recuperar la ansiada ‘normalización’,
y salir de la indigencia.
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