No
somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos buenos jueces de los demás,
por más que nos esforcemos y mejor sea nuestra intención.
Muchas veces, el amor exige que nos hagamos invisibles,
casi insignificantes, convirtiéndonos en un soporte del otro. Un instrumento
escondido de su vida.
En algún momento de nuestra existencia, nos encontramos
con situaciones difíciles, que creemos
que están por encima de nuestras fuerzas y talento. Con buen juicio,
abandonamos esas posibilidades casi imposibles. ¡Pero es que, en un sueño, nos
es dado ver que la vida está tejida de milagros que sobrepasan nuestra
capacidad de comprender! Y avanzamos, porque algunos milagros dependen solo de
nosotros, para que se hagan verdad.
Hay un hilo invisible que nos une al futuro. A veces se
tensa, otras veces lo sentimos nuestro, es muy fuerte, inquebrantable, y
nos impide caer en los agujeros más
hondos de la existencia. ¡Nos empuja hacia lo alto, aunque de forma muy
delicada y sutil! Con todo, su voluntad es siempre respetada, hasta el punto de
que podemos cortar esa línea.
Algunas personas entregan su corazón al egoísmo y al
orgullo, creyendo que son jueces de sí mismos y que ante nadie más tendrán que
responder. Otras piensan que interesa impresionar y conquistar la opinión de
los demás. Ahora bien, no somos señores de nosotros mismos, y nunca seremos
buenos jueces de los demás, por más que nos empeñemos y mejor intención
tengamos.
En este mundo nuestro, hay mucha gente todavía que no se
avergüenza de la miseria ajena. No se alegra con las victorias justas de otros,
ni es consciente de que corresponde a cada uno juntar unas cuantas piedras en
la construcción del mundo…
La ternura y la humildad no son cosas de débiles, en
cambio, sí son virtudes de los más fuertes. De los que no necesitan maltratar a
nadie para sentirse importantes.
Con paciencia y tranquilidad, se llega siempre a la hora…
y la luz aparece.
El silencio de quien cree que su presencia hace la
diferencia es la paz absoluta. La sencillez de algunos gestos, como ayudar a
otro en las tareas más simples y vulgares, son casi milagros. ¡Es extraño y
curioso, pero las personas se empeñan siempre en complicarlo, creen que lo esencial es
tan básico que hasta se puede dejar a un lado!
¿Con el nacimiento del milagro absoluto justo delante de
nosotros, qué se nos pide? Que estemos presentes, en silencio y cuidando de lo
sencillo. Nada de más, nada de extraordinario.
Claro, estar en el lado bueno implica resistir a los
ataques de los que están al otro lado.
¿Tiene importancia que alguien más sepa el bien que
hacemos? No, somos nosotros quienes más ganamos con eso. ¿Para qué la vanidad?
Nos corresponde hacer lo que establecemos como nuestro
deber, aceptando el resto, porque depende más de nosotros.
Cuando no podemos hacer nada más, debemos entregar el
asunto a Dios… e ir a dormir.
Quien se esfuerza en querer lo que Dios quiere, anda muy
cerca del cielo.
Ilustración Carlos ribeiro
http://rr.sapo.pt/artigo/101386/o-natal-segundo-jose
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