Opinión de José Luís Nunes Martins
Lo peor de los males que va destruyendo nuestras vidas es el egoísmo. Peor, un egoísmo colectivo en el que todos se copian unos a otros.
Vivimos en un mundo demasiado uniforme, casi monótono. Valoramos aquello que los otros valoran, como si temiésemos usar nuestra cabeza. Hasta conseguimos subordinar nuestros conocimientos a las opiniones ajenas. Cualquier desvío de estas modas es penalizado de forma implacable, tal vez porque nadie quiera admitir que tiene libertad y que la debería usar.
El consumismo nos sujeta a la tristeza de no tener cosas que, en verdad, no sirven para nada, presentándose como una solución para esa misma inquietud. Muchos aún resisten, más por la falta de recursos que les permita encontrar mejores alternativas, que por convicción.
El profeta, más que saber el futuro, es el que es capaz de decir la verdad. Muchos anuncian el fin de los tiempos, pero no gozan de mucho crédito. Por último son personas extrañas que vienen a traernos desasosiego, despertando en nosotros el miedo más profundo: el de ser confrontados con nosotros mismos, tal como elegimos ser. Es más confortable juzgar que no somos así tan irresponsables... es más fácil negar la evidencia de que el fin está próximo.
El mal es relativizado en función de la distancia, siendo mayor cuanto más cerca estuviera de nosotros. Si, lejos de nuestra casa, diez millones de seres inocentes estuvieran sufriendo una injusticia por culpa de un tirano cualquiera, sentimos que eso poco o nada tiene que ver con nosotros. Pero si nos duele un diente, entonces sí, ya se trata de una tragedia que revela cuan injusto y condenable es el mundo.
El peor de los males que va destruyendo nuestras vidas es el egoísmo. Peor todavía, un egoísmo colectivo en el cual todos se copian unos a otros.
El fin del mundo está próximo. No solo el del mundo de todos nosotros, sino el de cada uno de nosotros.
La muerte es un mal. Nadie nace ara morir. Pero morimos. Nacemos para vivir y ser felices, pero hay muchos que pasan el tiempo arrastrándose entre medos y cenizas de sueños que no fueron capaces de realizar.
Nunca como hoy hemos estado tan cerca del final. Pero la razón exige que pensemos que este mundo no es toda la existencia. El amor vence a la muerte, quiebra todas las barreras -así sea verdadero. El amor es el único camino por encima de todos los abismos, pero es un puente que tiene que ser construido con nuestras propis manos.
¿Qué está próximo?
¿De quién está próximo?
Lo peor de los males que va destruyendo nuestras vidas es el egoísmo. Peor, un egoísmo colectivo en el que todos se copian unos a otros.
Vivimos en un mundo demasiado uniforme, casi monótono. Valoramos aquello que los otros valoran, como si temiésemos usar nuestra cabeza. Hasta conseguimos subordinar nuestros conocimientos a las opiniones ajenas. Cualquier desvío de estas modas es penalizado de forma implacable, tal vez porque nadie quiera admitir que tiene libertad y que la debería usar.
El consumismo nos sujeta a la tristeza de no tener cosas que, en verdad, no sirven para nada, presentándose como una solución para esa misma inquietud. Muchos aún resisten, más por la falta de recursos que les permita encontrar mejores alternativas, que por convicción.
El profeta, más que saber el futuro, es el que es capaz de decir la verdad. Muchos anuncian el fin de los tiempos, pero no gozan de mucho crédito. Por último son personas extrañas que vienen a traernos desasosiego, despertando en nosotros el miedo más profundo: el de ser confrontados con nosotros mismos, tal como elegimos ser. Es más confortable juzgar que no somos así tan irresponsables... es más fácil negar la evidencia de que el fin está próximo.
El mal es relativizado en función de la distancia, siendo mayor cuanto más cerca estuviera de nosotros. Si, lejos de nuestra casa, diez millones de seres inocentes estuvieran sufriendo una injusticia por culpa de un tirano cualquiera, sentimos que eso poco o nada tiene que ver con nosotros. Pero si nos duele un diente, entonces sí, ya se trata de una tragedia que revela cuan injusto y condenable es el mundo.
El peor de los males que va destruyendo nuestras vidas es el egoísmo. Peor todavía, un egoísmo colectivo en el cual todos se copian unos a otros.
El fin del mundo está próximo. No solo el del mundo de todos nosotros, sino el de cada uno de nosotros.
La muerte es un mal. Nadie nace ara morir. Pero morimos. Nacemos para vivir y ser felices, pero hay muchos que pasan el tiempo arrastrándose entre medos y cenizas de sueños que no fueron capaces de realizar.
Nunca como hoy hemos estado tan cerca del final. Pero la razón exige que pensemos que este mundo no es toda la existencia. El amor vence a la muerte, quiebra todas las barreras -así sea verdadero. El amor es el único camino por encima de todos los abismos, pero es un puente que tiene que ser construido con nuestras propis manos.
¿Qué está próximo?
¿De quién está próximo?
Ilustración Carlos Ribero
http://rr.sapo.pt/artigo/92393/sera_que_o_fim_esta_proximo
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