Esta
alianza puede darse entre personas 'normales', en circunstancias
especiales, pero entre personas sin hogar es más frecuente.
Amparados en sí mismos y en sus 'remordimientos', de los cuales
sacan algunas fuerzas, viven, aunque sea vivir penando, para pagar
la pena que se han impuesto a sí mismos. En realidad, malviven, y
muchos se van hundiendo cada vez más en el pozo de la pena sin
consuelo, abandonándose poco a poco, dejándose ir por la senda del
anonimato, despareciendo; permaneciendo 'ausentes' al lado del
camino de los otros, esperando un auxilio de urgencia, improvisado,
siempre insuficiente, y no siempre de buena gana o sin algún
reproche.
Buscan
un refugio para dormir, lo más seguro y discreto posible, para
descansar de los ruidos cotidianos de la ciudad, de las miradas
indiscretas o indiferentes. Pero con frecuencia buscan también una
compañía silenciosa, semejante a la suya, capaz de compartir
sentimientos y pensamientos de una vida pasada, antes de caer en la
marginación y la exclusión, en la adicción a cualquier cosa mala
que sólo le brinda un falso consuelo; como el consuelo que le puede
ofrece una compañía igual a la suya, que solo le sirve para caer
abrazados, en el pozo sin fondo del remordimiento, de la angustia, de
la desconfianza en sí mismos para remontar hasta recuperar la
dignidad que les corresponde como persona, como ciudadanos, ante sí
mismos y ante los demás. Desconfianza que se extiende hacia los
demás, incluso hacia quienes les ofrecen la ayuda que necesitan.
Dos
personas, jóvenes aún, han perdido a sus respectivas madres, con
las que mantenían una estrecha relación de dependencia. Desde
entonces permanecen huérfanos, la causa principal de su desgracia.
Andan por eso, bastante desorientados, buscando otra protección, que
solo la encuentran incompleta, intermitente, cuando no frustrante.
Llegará el momento en que la voluntad se rinda, sin encontrar un
estímulo que les haga reanimarse y los obligue a tomar las riendas
de sus decisiones y oriente sus pasos en alguna dirección segura;
ahora prefieren quedarse dormitando, perezosamente, drogados, al
margen de casi todo, hasta que alguien o algo los despierte...
Efectivamente.
Uno ha despertado al otro. Uno se ha pasado en su desprecio por la
vida, culpando a todos además de sus desgracia. Por negar, se niega
a recibir la ayuda hospitalaria que le calmaría sus dolencias, y
empezaría a curarse de esa enfermedad provocada por la adicción
letal que lo tiene prisionero. Pero, tal es el grado de deterioro
mental que sufre, que piensa que si se cura ya no tendrá de qué ni
de quien quejarse; ya no podrá justificar su quejosa existencia. Se
cae con frecuencia últimamente, porque parece que lo que de verdad
pretende es caerse al suelo para no levantarse más.
Quien
contempla este espectáculo tan triste, no puede no entender lo que
está pasando ese infeliz. Lo entiende su aliado de
infortunio y reacciona asustado, por su compañero pero también por
él mismo, él todavía tiene un atisbo de lucidez que puede hacer
que su voluntad se despierte y busque una salida, con un final
feliz, que es lo que se merece. Todos los que lo conocemos decimos de
él lo mismo: 'si es muy bueno'. Pero no lo es para sí, no sabe o no
puede él solo.
¡Tienes
que hacerlo, por tu madre!, a la que estabas tan unido, tienes que
hacer que viva en ti, tienes que hacer realidad en ti mismo aquellas
cualidades que más te atraían de ella, y que os pueden reconciliar
en un sano recuerdo. Podrás entonces mirarla en tus visiones a la
cara, y eso te impedirá traicionar su memoria ni un solo día más,
escondiéndote de la luz del día; os seguís necesitando, ella
necesita que tú te sientas bien, que tú seas capaz de recordarla
sin tener que culparte de tu abandono, Algo tuvo que enseñarte y que
tú, mejor que nadie, sabrás como hacerlo realidad, empezando por
asear la voluntad, la misma que ponías en cuidarla a ella, ahora la
tienes que poner en ti. Verás si mejora tu vida.
Ojalá y esta sea una historia con final feliz
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