Pablo Garrido Sánchez
La gradualidad en la culpa y la gradualidad en la Gracia
El
papa Francisco en repetidas ocasiones manifestó que la recepción de
la Eucaristía no es un premio que recibimos por ser buenos.
Esta gran verdad no la tenemos bien asumida los que participamos en
la santa Misa y comulgamos con frecuencia. Está muy bien que se nos
recomiende encarecidamente que debemos estar en gracia de DIOS para
acercarnos a comulgar; y es en ese punto donde puede estar el nudo
del problema. ¿Quién determina el que
está en gracia de DIOS? ¿qué entendemos por estar en gracia de
DIOS? ¿Es un estado de perfección ética el estar en gracia de
DIOS? Podría alguien concluir: Está en gracia de DIOS el que no
comente pecado. Y parecería que la
proposición anterior es absolutamente correcta, pero todavía cabe
alguna salvedad: primero, que aquel que en absoluto no comete pecado
ya está en el cielo; segundo, que nadie en este mundo está privado
del pecado más o menos grave. Esto último lo rezamos en el
padrenuestro y nos lo recuerda san Juan en su primera carta (1Jn,
1,8-10). En el padrenuestro rezamos cada día pidiendo el pan y el
perdón; y salvo que lo hagamos de manera superficial o
hipócritamente, debemos ser conscientes de nuestro pecado diario,
que DIOS ha de perdonar diariamente para mantenernos en su divina
Presencia. Ante este panorama tenemos que seguir preguntando, ¿quién
está en Gracia de DIOS? Pues, todo aquel que desea tener una
relación con ÉL, ya que el mismo deseo establece la relación. O,
más aún, el deseo de establecer la relación ya indica que DIOS
mismo está en íntima relación con esa persona.
Dados
los hechos anteriores en la fase sinodal, previa a este documento,
algunos padres quisieron establecer dos modalidades: que los
matrimonios divorciados y vueltos a casar al participar en la santa
Misa realicen una comunión espiritual,
pero no se acerquen a recibir el sacramento, a lo que otros
respondieron que si mediante esa comunión espiritual se establecía
un estado de gracia de DIOS, ¿qué impedía la recepción del mismo
sacramento? Los que se pronunciaron de esta manera estaban
considerando que el estado de gracia no es algo fácilmente
determinable por nadie, y que la
Eucaristía no es un premio, sino el alimento de los más débiles y
necesitados. ¿Pasa algo cuando comulgamos? Claro que sí; lo que
pasa es que JESÚS viene a establecer una relación profundamente
restauradora en la persona a todos los niveles.
El más necesitado va a ser consciente de la entrada sacramental de
JESÚS en su vida. El papa Francisco
advierte en este capítulo ocho: No hay pecado que pueda ser imputado
toda la vida. Atendamos bien: alguien
ha vulnerado el vínculo matrimonial una vez recibido válidamente,
¿puede ser perdonado de este pecado? Cuando se afirma: los
divorciados y vueltos a casar no están excomulgados y hay que
hacérselo saber; ¿podemos decirles al mismo tiempo que están en
adulterio permanente, si mantienen las relaciones propias de un
matrimonio que ha de permanecer en amor y fidelidad? En
algún momento de las vidas de estas personas la Iglesia debe
reconocer que las obligaciones para con el matrimonio anterior han
concluido y que la responsabilidad moral de los afectados está
resuelta.
Dos episodios del Nuevo Testamento
El
primero de ellos nos lleva al encuentro
de JESÚS con la Samaritana. Conviene
leer el texto (Jn 4, ss), y extraer lo que al tema presente interesa.
Se produce el encuentro entre JESÚS y la Samaritana y observamos que
es directamente intencionado por parte de JESÚS, conocedor de las
circunstancias actuantes en la vida de aquella mujer. No olvidemos
que el evangelista san Juan muestra a JESÚS capaz de reconocer lo
íntimo del corazón del hombre (Cf Jn 2,23). JESÚS
puede entrar en el mundo personal de la Samaritana sin violentar su
libertad, y dialoga con ella hasta que el corazón de esta mujer
acepta el don del ESPÍRITU SANTO,
mostrando su presencia y acción en el impulso evangelizador
manifestado en ella(Cf Jn 4,28-29). ¿Juzgaríamos, en un principio,
a la Samaritana capaz de recibir el don del ESPÍRITU SANTO cuando su
estado en aquel momento era manifiestamente irregular? JESÚS se lo
declara: has estado casada cinco veces,
y el hombre con el que ahora convives no es tu marido
(Cf Jn 4,17 )Por tanto en este encuentro aparece una situación que
nosotros calificaríamos irregular, en la que JESÚS, EL SALVADOR, es
capaz de actuar, rehabilitar y convertir.
El
otro caso nos lleva al libro de los
Hechos de los Apóstoles, cuando
Pedro es mandado por el Ángel del SEÑOR a casa del centurión
Cornelio (Hch 10,34-48). El texto
describe un escenario familiar, en el que hay un deseo de recibir el
bautismo como puerta de entrada a la comunidad cristiana. Pedro
inicia su anuncio y comienza a hablar de JESÚS de Nazaret, ungido
por DIOS con la fuerza del ESPÍRITU, que pasó haciendo el bien,
curando y liberando a todos los oprimidos por el diablo. Ajusticiado
y crucificado, DIOS lo resucitó de entre los muertos.
La síntesis del libro de los Hechos sin duda corresponde a un
discurso más amplio y detallado; pero lo importante es lo que sucede
mientras Pedro está hablando a esta familia: el
ESPÍRITU SANTO viene sobre los presentes y comienzan a profetizar y
a alabar a DIOS en lenguas. Pedro, entonces, declara: ¿Podemos negar
el bautismo a los que el ESPÍRITU ha ungido igual que a nosotros?
Esta última afirmación es capital para el tema que nos ocupa.
Veamos,
pues: La Samaritana manifiesta la presencia del ESPÍRITU SANTO en
la prontitud con la que se dispone al anuncio de JESÚS entre sus
vecinos (Cf Jn 4, 28-29); y Cornelio y su familia prorrumpen
en un tipo de evangelización kerigmática acompañada de dones
carismáticos, don de lenguas y profecía (Cf Hch 10,45-46) .
Hagamos el paralelismo: ¿Se puede negar los sacramentos de la
Reconciliación y de la Eucaristía a unos padres que desean
evangelizar a sus hijos, aunque provengan de uniones canónicas
anteriores? ¿Presentan los que así proceden, nos referimos a los
padres, signos claros de la presencia de la Gracia en sus corazones?
¿Acepta el SEÑOR JESÚS a su mesa al que dentro de su imperfección
desea sinceramente unirse a ÉL, ser sanado y rehabilitado? ¿Degradó
JESÚS su Mensaje aceptando el encuentro y la comunión con los más
alejados de la sociedad de su tiempo; o expresó, de esa forma, lo
inagotable de su Misericordia?
Necesitamos
en nuestra Iglesia personas dotadas de los dones de entendimiento,
sabiduría y ciencia, para que realicen discernimientos prudentes que
pongan en activo los recursos de la REDENCIÓN.
Entendimiento o conocimiento para saber de DIOS algo en su Misterio;
sabiduría para entender los entresijos de la Providencia divina en
medio de las circunstancias humanas; y un poco de ciencia teológica
asistida por la unción del ESPÍRITU que les permita dar razón de
lo que la Iglesia puede hacer en el momento presente.
Al
comienzo de estas líneas advertíamos que la admisión de los
divorciados vueltos a casar y su participación en los sacramentos no
era un asunto del todo nuevo, pues san Juan Pablo II, en la
exhortación “Familiaris consortio”, habló de ello, y dejaba una
puerta abierta con la condición de que ambos cónyuges renunciasen
al mantenimiento de las relaciones íntimas. El comentario de esta
condición y disposición da para otro artículo, con lo que
dejaremos el asunto para mejor ocasión.
Para terminar
Este
capítulo ocho de “La alegría del amor” recoge también la
atención debida a esos otros escenarios familiares en los que puede
haber causas para la nulidad matrimonial de los cónyuges unidos en
nuevo matrimonio civil o unión de hecho. El itinerario es distinto
con los que permanecen en unión de hecho y se les puede acompañar
al descubrimiento de los beneficios espirituales del Sacramento del
Matrimonio. Las situaciones problemáticas no impiden en lo más
mínimo el avance y crecimiento en la vida cristiana. Todos debemos
creer que DIOS puede mejorar y cambiar las vidas de las personas más
necesitadas.
No hay comentarios:
Publicar un comentario