martes, 12 de septiembre de 2017

SITUACIONES DIFÍCILES III


Pablo Garrido Sánchez

La gradualidad en la culpa y la gradualidad en la Gracia


El papa Francisco en repetidas ocasiones manifestó que la recepción de la Eucaristía no es un premio que recibimos por ser buenos. Esta gran verdad no la tenemos bien asumida los que participamos en la santa Misa y comulgamos con frecuencia. Está muy bien que se nos recomiende encarecidamente que debemos estar en gracia de DIOS para acercarnos a comulgar; y es en ese punto donde puede estar el nudo del problema. ¿Quién determina el que está en gracia de DIOS? ¿qué entendemos por estar en gracia de DIOS? ¿Es un estado de perfección ética el estar en gracia de DIOS? Podría alguien concluir: Está en gracia de DIOS el que no comente pecado. Y parecería que la proposición anterior es absolutamente correcta, pero todavía cabe alguna salvedad: primero, que aquel que en absoluto no comete pecado ya está en el cielo; segundo, que nadie en este mundo está privado del pecado más o menos grave. Esto último lo rezamos en el padrenuestro y nos lo recuerda san Juan en su primera carta (1Jn, 1,8-10). En el padrenuestro rezamos cada día pidiendo el pan y el perdón; y salvo que lo hagamos de manera superficial o hipócritamente, debemos ser conscientes de nuestro pecado diario, que DIOS ha de perdonar diariamente para mantenernos en su divina Presencia. Ante este panorama tenemos que seguir preguntando, ¿quién está en Gracia de DIOS? Pues, todo aquel que desea tener una relación con ÉL, ya que el mismo deseo establece la relación. O, más aún, el deseo de establecer la relación ya indica que DIOS mismo está en íntima relación con esa persona.
Dados los hechos anteriores en la fase sinodal, previa a este documento, algunos padres quisieron establecer dos modalidades: que los matrimonios divorciados y vueltos a casar al participar en la santa Misa realicen una comunión espiritual, pero no se acerquen a recibir el sacramento, a lo que otros respondieron que si mediante esa comunión espiritual se establecía un estado de gracia de DIOS, ¿qué impedía la recepción del mismo sacramento? Los que se pronunciaron de esta manera estaban considerando que el estado de gracia no es algo fácilmente determinable por nadie, y que la Eucaristía no es un premio, sino el alimento de los más débiles y necesitados. ¿Pasa algo cuando comulgamos? Claro que sí; lo que pasa es que JESÚS viene a establecer una relación profundamente restauradora en la persona a todos los niveles. El más necesitado va a ser consciente de la entrada sacramental de JESÚS en su vida. El papa Francisco advierte en este capítulo ocho: No hay pecado que pueda ser imputado toda la vida. Atendamos bien: alguien ha vulnerado el vínculo matrimonial una vez recibido válidamente, ¿puede ser perdonado de este pecado? Cuando se afirma: los divorciados y vueltos a casar no están excomulgados y hay que hacérselo saber; ¿podemos decirles al mismo tiempo que están en adulterio permanente, si mantienen las relaciones propias de un matrimonio que ha de permanecer en amor y fidelidad? En algún momento de las vidas de estas personas la Iglesia debe reconocer que las obligaciones para con el matrimonio anterior han concluido y que la responsabilidad moral de los afectados está resuelta.

Dos episodios del Nuevo Testamento


El primero de ellos nos lleva al encuentro de JESÚS con la Samaritana. Conviene leer el texto (Jn 4, ss), y extraer lo que al tema presente interesa. Se produce el encuentro entre JESÚS y la Samaritana y observamos que es directamente intencionado por parte de JESÚS, conocedor de las circunstancias actuantes en la vida de aquella mujer. No olvidemos que el evangelista san Juan muestra a JESÚS capaz de reconocer lo íntimo del corazón del hombre (Cf Jn 2,23). JESÚS puede entrar en el mundo personal de la Samaritana sin violentar su libertad, y dialoga con ella hasta que el corazón de esta mujer acepta el don del ESPÍRITU SANTO, mostrando su presencia y acción en el impulso evangelizador manifestado en ella(Cf Jn 4,28-29). ¿Juzgaríamos, en un principio, a la Samaritana capaz de recibir el don del ESPÍRITU SANTO cuando su estado en aquel momento era manifiestamente irregular? JESÚS se lo declara: has estado casada cinco veces, y el hombre con el que ahora convives no es tu marido (Cf Jn 4,17 )Por tanto en este encuentro aparece una situación que nosotros calificaríamos irregular, en la que JESÚS, EL SALVADOR, es capaz de actuar, rehabilitar y convertir.
El otro caso nos lleva al libro de los Hechos de los Apóstoles, cuando Pedro es mandado por el Ángel del SEÑOR a casa del centurión Cornelio (Hch 10,34-48). El texto describe un escenario familiar, en el que hay un deseo de recibir el bautismo como puerta de entrada a la comunidad cristiana. Pedro inicia su anuncio y comienza a hablar de JESÚS de Nazaret, ungido por DIOS con la fuerza del ESPÍRITU, que pasó haciendo el bien, curando y liberando a todos los oprimidos por el diablo. Ajusticiado y crucificado, DIOS lo resucitó de entre los muertos. La síntesis del libro de los Hechos sin duda corresponde a un discurso más amplio y detallado; pero lo importante es lo que sucede mientras Pedro está hablando a esta familia: el ESPÍRITU SANTO viene sobre los presentes y comienzan a profetizar y a alabar a DIOS en lenguas. Pedro, entonces, declara: ¿Podemos negar el bautismo a los que el ESPÍRITU ha ungido igual que a nosotros? Esta última afirmación es capital para el tema que nos ocupa.
Veamos, pues: La Samaritana manifiesta la presencia del ESPÍRITU SANTO en la prontitud con la que se dispone al anuncio de JESÚS entre sus vecinos (Cf Jn 4, 28-29); y Cornelio y su familia prorrumpen en un tipo de evangelización kerigmática acompañada de dones carismáticos, don de lenguas y profecía (Cf Hch 10,45-46) . Hagamos el paralelismo: ¿Se puede negar los sacramentos de la Reconciliación y de la Eucaristía a unos padres que desean evangelizar a sus hijos, aunque provengan de uniones canónicas anteriores? ¿Presentan los que así proceden, nos referimos a los padres, signos claros de la presencia de la Gracia en sus corazones? ¿Acepta el SEÑOR JESÚS a su mesa al que dentro de su imperfección desea sinceramente unirse a ÉL, ser sanado y rehabilitado? ¿Degradó JESÚS su Mensaje aceptando el encuentro y la comunión con los más alejados de la sociedad de su tiempo; o expresó, de esa forma, lo inagotable de su Misericordia?
Necesitamos en nuestra Iglesia personas dotadas de los dones de entendimiento, sabiduría y ciencia, para que realicen discernimientos prudentes que pongan en activo los recursos de la REDENCIÓN. Entendimiento o conocimiento para saber de DIOS algo en su Misterio; sabiduría para entender los entresijos de la Providencia divina en medio de las circunstancias humanas; y un poco de ciencia teológica asistida por la unción del ESPÍRITU que les permita dar razón de lo que la Iglesia puede hacer en el momento presente.
Al comienzo de estas líneas advertíamos que la admisión de los divorciados vueltos a casar y su participación en los sacramentos no era un asunto del todo nuevo, pues san Juan Pablo II, en la exhortación “Familiaris consortio”, habló de ello, y dejaba una puerta abierta con la condición de que ambos cónyuges renunciasen al mantenimiento de las relaciones íntimas. El comentario de esta condición y disposición da para otro artículo, con lo que dejaremos el asunto para mejor ocasión.

Para terminar


Este capítulo ocho de “La alegría del amor” recoge también la atención debida a esos otros escenarios familiares en los que puede haber causas para la nulidad matrimonial de los cónyuges unidos en nuevo matrimonio civil o unión de hecho. El itinerario es distinto con los que permanecen en unión de hecho y se les puede acompañar al descubrimiento de los beneficios espirituales del Sacramento del Matrimonio. Las situaciones problemáticas no impiden en lo más mínimo el avance y crecimiento en la vida cristiana. Todos debemos creer que DIOS puede mejorar y cambiar las vidas de las personas más necesitadas.



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