lunes, 30 de enero de 2017

“...como recae siempre sobre los hijos la responsabilidad de “comprender” lo que les pasa a los papás...”


Ahora todo el mundo parece empeñado en querer arreglar el mundo entero, sus vidas y las de los demás. Pero, son tantos los criterios, opiniones y teorías, a menudo tan dogmáticos, que caen en la intolerancia más radical y absoluta, de tú a tú, de vecino a vecino, de partido a partido, incluso entre profesionales..., no quedando otra alternativa que el desprecio, incluso la eliminación del contrario, que no rival, lo cual supondría reconocer algún mérito en el oponente.

¿Cómo se va a arreglar el mundo así, si no empezamos por nosotros mismos? Si no hay orden en uno mismo, si no mantengo una conducta fiable para mí mismo, y menos aún para los demás. Son también muchos los que no pueden controlar sus vidas, porque su situación personal y social es de carencia total, porque están a merced de de la dependencia más absoluta. Todos tenemos que hacer frente a todo lo que se nos viene encima, porque estamos en época de crisis, lo de antes no está seguro o se desmorona, y lo que viene no se manifiesta con claridad, entonces todos, ciudadanos activos y los excluidos fantaseamos... un poquito al menos, y pedimos cosas extraordinarias, para todos... como si fuera una lotería, que no exija mucho esfuerzo, como si solamente quisiéramos vivir, porque vemos nuestra seguridad, nuestra vida, amenazadas.

Hace tiempo que voy recogiendo textos, o mejor fragmentos, que me parece oportuno sacar ahora juntos, para tratar de entender algo de lo que nos pasa, como sociedad y como personas humanas, cada día más robotizadas, o sea, manejables, intercambiables, prescindibles... Por qué es tan fácil hoy pasar de ser un ciudadano activo a ser un excluido social, sujeto a una escala discriminatoria e injusta de requisitos para ser beneficiario de las ayudas sociales o caritativas.

El primer texto es de Antonio Robles, un político catalán que destaca en la defensa del bien común de todos los catalanes y españoles. “De tanto miedo a convertirnos en indeseables, hemos abandonado los valores universales que nos hacen humanos e iguales antes y a pesar de las culturas.

Esa indolencia explica el regreso de ideologías autoritarias, ‘totalistas’, racistas, etnocentristas, nacionalistas, populistas, cuyo nervio intelectual es el instinto de supervivencia, la marca del territorio, el retorno a la tribu.

Sacralizar a la inmigración independientemente de su racionalidad y circunstancias;... ; satanizar a todo quien ose debatir los excesos de la discriminación positiva de la mujer; excluir políticamente a quienes no comulguen a pies juntillas con el apocalipsis del cambio climático, o el maltrato animal; reprimir, acallar, ensuciar a las clases sociales de los países occidentales más expuestas a la exclusión social por la competencia en los servicios sociales de los recién llegados a sus países; ridiculizar a quienes denuncian el poder financiero internacional por encima de las razones democráticas de los Estados... No permitir que tales problemas sean discutidos por las partes en conflicto, libremente, sin satanizar ninguna postura a priori, ha generado una presión que está siendo aprovechada por las ideologías populistas y extremas para simplificarlos y ganar enteros.”
 
Este segundo texto no tuve la precaución de anotar la fuente, por lo que pido disculpas, pero merece la pena: “Nosotros éramos, sencillamente, niños españoles que tuvimos el apoyo de la Nación para poder estudiar una carrera y ganarnos la vida honradamente, mejorando las circunstancias familiares de pobreza, aislamiento u orfandad que por la Guerra Civil o cualquier otra desgracia hubiéramos heredado. No nos educó nadie en el rencor. Sencillamente, nos educó. Nadie nos dijo que nos regalaba nada, aunque nos dieron lo que tenían. España necesitaba "que ninguna inteligencia se pierda por falta de medios". Ese era el lema del PIO (Patronato de Igualdad de Oportunidades), el de las becas que se renovaban con media de 7 pero gracias a las que pudimos estudiar miles de niños venidos de cualquier rincón de Teruel.”

Este otro texto está tomado del facebook, sobre los niños de padres divorciados:
"Muchos, cada vez más y más niños viven con esos sentimientos…. Un dolor que no lo expresan con palabras sino que se va traduciendo en conductas que dificultan su sano crecimiento. Tantos y tantos problemas que heredamos a los hijos ¿Qué pasará en sus vidas? ¿Cómo percibirán la vida matrimonial? ¿Qué clase de familia formarán ellos?

He visto “muchas” películas gringas en que se maneja el problema de los hijos de papás divorciados…. Y es traumático ver como recae siempre sobre los hijos la responsabilidad de “comprender” lo que les pasa a los papás… los niños con toda su inmadurez tienen que “comprender” que los papás ya no se aman… y no al revés, que los papás entiendan que los hijos sufren irreversiblemente la ruptura de sus padres. Esas películas extienden un velo de conformidad y aceptación del divorcio absolutamente".

Y ya, para terminar, una reseña sobre el libro de Víctor Lapuente El retorno de los chamanes. (Los charlatanes que amenazan el bien común y los profesionales que pueden salvarnos).

“La tesis central de este libro es que existen dos grandes retóricas políticas: la del chamán y la de la exploradora. También podemos llamarlas culturas políticas, pero se ha empleado esta expresión para denotar fenómenos tan diversos que me decanto por el término «retórica». La retórica del chamán se basa en la indignación, en la lucha, en soñar con lo imposible, en poner la realidad frente al espejo de la utopía, en las grandes expectativas de cambio, en la política transformadora. Por el contrario, la retórica de la exploradora se basa en la solidaridad, en el consenso, en soñar en lo posible, en poner la realidad frente a las alternativas factibles, en las pequeñas expectativas, en la política incrementalista. En el mundo del chamán, el objetivo es devolver el orden al caos... En el mundo de la exploradora, la meta es resolver los problemas colectivos de forma solidaria.

La retórica del chamán divide a las sociedades y paraliza el progreso; la de la exploradora une a las comunidades políticas y estimula los avances. Las retóricas no entienden de ideologías: unos chamanes son de izquierdas y otros, de derechas; igual pasa entre los exploradores. Las retóricas tampoco saben de fronteras: hay chamanes y exploradores tanto en el sur como en el norte. Las comunidades políticas denominadas hoy por la retórica de la exploradora fueron antaño dominadas por la de los chamanes, y viceversa. La retórica marca la política de un país, pero no la determina.
Las aspiraciones de cambio político más comentadas en tiempos de crisis concentran sus esfuerzos en diseñar pasos muy grandes, enormes: saltemos a un tipo marginal del IRPF del 75%, a la renta básica universal, a ofrecer empleo público a todos los parados, a unas políticas justas...

Pero los grandes pasos suelan acabar en grandes caídas. Y eso si, con suerte, se han podido intentar, pues suelen despertar enormes temores y reticencias en los grandes intereses. Estas grandes resistencias generan grandes frustraciones. Por el contrario, los pequeños pasos son fáciles, despiertan la confianza y permiten tomar velocidad. Es en conseguir una alta frecuencia de pasos, y no en su longitud, donde hay que aglutinar las energías.




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