sábado, 28 de enero de 2017

ZUMOS, PORROS, Y BOLSAS.


 (El descenso a la exclusión social, narrado con brevedad, en primera persona, con verdaderos esfuerzos por ser objetivo por una parte, y aleccionador por otra. Una lección que este maestro no pensaría nunca tener que dar...ofrece un escarmiento en cabeza ajena para unos, a la vez que desenmascara a una sociedad injusta, cínica. Es tan educado y sensible que es más lo que se supone que lo que dice; sacrificado en exceso, como si no quisiera ofender a nadie, ni tampoco sí mismo, pues conserva intacta aún su dignidad. Ojalá que no la pierda nunca, pase lo que pase.)

Cuando en las noticias ves cosas como que personas y familias son desahuciadas, o ves personas en la calle, que no tienen un techo ni un hogar, son acontecimientos que piensas que nunca te pueden ocurrir, pero nadie está libre de que su suerte cambie y los astros se alineen en tu contra y después de llevar una vida normal, te veas viendo en primera persona acontecimientos que parecían imposibles o muy lejanos, pero la mayoría de los hombres/ mujeres se adaptan a las circunstancias, y como cualquier otra especia del reino animal, luchan por su supervivencia, o en este caso por sobrevivir.

A pesar de las adversidades, sigues luchando, a veces por mantenerte y otras por recuperar aquello que has perdido, incluso cuando lo has perdido todo, hasta las dignidad, la cual es la más difícil de recuperar. No solo porque la autoestima esta a la altura de los talones sino porque la mayoría de las personas te miran con ojos de desprecio, temor o indiferencia, y algunos hasta se mofan; una minoría te intenta ayudar, y si no eres adicto a la droga eres un incomprendido y un extraño, tanto para la minoría que ayuda como aquellos que puedes llegar a conocer, que se encuentran en tu misma situación. Lo peor de todo es que si no te has visto arrojado a esta situación por un problema de adicción lo más posible es que en la calle acabes por adquirir una mala o fea costumbre.

Cuando te encuentras viviendo esta situación, procuras encontrar lo posible para continuar siendo una persona y aunque parezca mentira puedes hacerlo: alimentación básica ( desayuno, comida, merienda y cena) aseo personal, y mantener tu ropa limpia, u obtener ropa limpia de la caridad, e incluso un techo y una cama en los mal llamados albergues, o si no tienen temores ni reparos, en la calle. La primera noche es la más dura, aunque ninguna es buena, así que conciliar el sueño y descansar se convierte en una utopía. No solo por las personas que puedan atentar contra tu seguridad, jóvenes, vándalos y desprotegidos como tu) sino porque la propia policía puede ser la que te prohíba el asentamiento, por dar mala imagen para su ciudad y no con intención de ayudar, así que los aliados son escasos.

Una vez tomada la decisión de dónde vas a dormir, si en albergue o en la calle, el primero tiene sus ventajas, pues aunque la hora de  despertar suele ser espartana tienes la ventaja de que puedes ducharte y dejar tus cosas en lugar seguro, pero obviamente estos albergues están regidos por personas que con el paso del tiempo han perdido las formas y se han insensibilizado, como los enterradores, así que a veces no es tanto el lugar si no la persona que lo hace o no acogedor.
La segunda opción aunque más dura e insegura, te deja una libertad muy atractiva y depende de ti el que el asentamiento escogido llame la atención, si mantienes la zona limpia, no provocas escándalos ni peleas, puede que aunque sea una zona transitada, un parque o la playa se convierta en tu hogar o base. Aunque tengas que desplazarte para conseguir lo básico.

Mi experiencia personal se desarrollo en la Línea de la Concepción. Por vicisitudes de la vida ya había pasado un breve espacio de tiempo allí, así que tenia algunos conocidos. El primer día que llegue era por la tarde así que me dirigí al hospital donde café y calor, a las 21 horas, reparte algo de cena caliente. Ese día coincidí con Sergio (esquizofrénico) que cenaba allí conmigo, como oriundo de la Línea que es, le pregunte donde podía ubicar mi tienda de campaña y dormir. Me enseño a priori lo que parecía un buen sitio, una cueva de hormigón pegada a las rocas rompientes, me aseguro que allí la marea no me llegaría nunca, le creí, pero a la cuarta noche casi salgo en barco, la tienda, el saco y las pocas cosas que llevaba se empaparon, así que a las 3 de la madrugada me encontré mojado y sin ningún sitio al que ir, además lloviznaba, deambule hasta el amanecer, y en un parque infantil tendí todo para que se secara al sol. Después fui a desayunar al ‘despierta’, un centro cultural transformado en centro de acogida y desayunos para los sin techo. A continuación, una vez tomado el desayuno, fui al C.E.A. , centro de encuentro y acogida, puse una lavadora y me duche, después comida y entrega de la merienda. Luego las horas hasta la cena o me echaba una cabezada o me iba a la playa hasta poco antes de las 21;30 que es cuando café y calor dan de cenar en los juzgados.


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