Esta misma mañana recordaba con la trabajadora social y
amiga, con la que compartí varios años su trabajo, a algunas de las personas
que tratamos juntos y que no hemos vuelto a ver. No pude por menos de exclamar,
con asombro e impotencia, porque no logro entender qué está pasando en nuestra
sociedad y con las personas: ¡Qué diferente es todo ahora, B., Qué raro! Hace
apenas tres años o cuatro eran ‘otras’ personas las que acudían, ‘otras’ las
personas que les atendíamos, siendo los mismos, y hablábamos de otra manera y
otros contenidos..., más humanamente.
Ahora cuesta más llegar a las personas. Hay como un temor a
expresarse auténticamente, hay que
decir lo que se espera socialmente que se diga,
no se pueden expresar ideas contrarias a la ‘moda relativista’ y a la tolerancia
discriminatoria. Pero, los cambios sociales se barruntan antes entre los
marginados, entre los excluidos de la sociedad, porque son sus víctimas, y por
eso son los primeros en acusar los cambios que se avecinan, y que tienen su origen en los centros de poder, en lobis
de corrientes de pensamiento, en ‘nuevas’ ideologías excluyentes, donde se ha
gestado una crisis controlada, que aparentemente se les ha ido de las manos. Allí
parece que todo sigue igual, están pertrechados ante la crisis global, siguen
viviendo como si nada pasara; pero en los márgenes... allí van a parar los
cascotes, los desechos de la crisis, ahí sí se reciben los golpes más fuertes, porque
es la frontera.
Son muchos, millones, los que caen en la marginación y quieren
recuperar su estatus anterior:
(Cuanta no será la desesperación de algunos que esta misma
mañana una persona que padece un trastorno mental considerable, gritaba en la
oficina ¡¿Por qué pone ahí (en un cartel del Programa Diocesano para Personas sin Hogar) Personas sin hogar?! ¡Aquí no hay
personas sin hogar, yo estoy empadronada aquí, este es mi hogar! ¡Que quiten
eso de ahí, yo no soy una persona sin hogar, mañana mismo quiero que se quite
eso de ahí!...)
Esta sociedad ha sucumbido en gran medida a los halagos del Padre de la Mentira: ‘seréis como dioses’. La desobediencia, la falta de respeto, se
ha extendido de abajo arriba, de derecha a izquierda, no ha dejado una sola de
las defensas que la sabiduría de la historia había construido sin contaminar,
destruyéndola desde dentro. El buenismo es destructivo, y ataca a la Bondad, a
la Justicia, a la Prudencia y a la Templanza ante las adversidades y las
dificultades de la vida, porque han de seguir ocurriendo, y no se les puede
hacer frente sin voluntad suficiente para vencerlas. Todos hemos caído en esa
trampa del desarme moral y de principios, que nos deja totalmente desamparados
a la hora de la verdad, a la hora de tener que hacer un esfuerzo por mantenerse
vivo. Así desaparece también la empatía por el género humano sin
discriminaciones, el desprecio por lo que no nos agrada, ‘no tenemos por qué
aguantar a nada ni a nadie’, ¡Claro, pero si no nos aguantamos a nosotros
mismos!
‘La familia en España es un caos’, decía una persona que
está saliendo de la trampa del Padre
de la Mentira. Otro valiente me decía que ‘lo
que está pasando no ocurre porque sí, obedece a una voluntad que lo ha buscado
con tesón y efectividad’. Si la familia es un caos, la sociedad es el paso
siguiente, y una vez que se hayan contaminado un gran número de personas, incluso
desde niños, es más fácil dominar una
sociedad apática, hedonista, simple, que regresa a la pura animalidad-bestialidad,
porque ha renunciado a su libertad, su pensamiento libre... Algo grave está
pasando. El Nuevo año no lo será, si las personas no estamos dispuestas a que
de verdad lo sea, empezando cada uno consigo mismo. OM
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