miércoles, 4 de enero de 2017

Una transformación social inquietante


Esta misma mañana recordaba con la trabajadora social y amiga, con la que compartí varios años su trabajo, a algunas de las personas que tratamos juntos y que no hemos vuelto a ver. No pude por menos de exclamar, con asombro e impotencia, porque no logro entender qué está pasando en nuestra sociedad y con las personas: ¡Qué diferente es todo ahora, B., Qué raro! Hace apenas tres años o cuatro eran ‘otras’ personas las que acudían, ‘otras’ las personas que les atendíamos, siendo los mismos, y hablábamos de otra manera y otros contenidos..., más humanamente.

Ahora cuesta más llegar a las personas. Hay como un temor a expresarse auténticamente, hay que
decir lo que se espera socialmente que se diga, no se pueden expresar ideas contrarias a la ‘moda relativista’ y a la tolerancia discriminatoria. Pero, los cambios sociales se barruntan antes entre los marginados, entre los excluidos de la sociedad, porque son sus víctimas, y por eso son los primeros en acusar los cambios que se avecinan, y que  tienen su origen en los centros de poder, en lobis de corrientes de pensamiento, en ‘nuevas’ ideologías excluyentes, donde se ha gestado una crisis controlada, que aparentemente se les ha ido de las manos. Allí parece que todo sigue igual, están pertrechados ante la crisis global, siguen viviendo como si nada pasara; pero en los márgenes... allí van a parar los cascotes, los desechos de la crisis, ahí sí se reciben los golpes más fuertes, porque es la frontera.


Son muchos, millones, los que caen en la marginación y quieren recuperar su estatus anterior:
marido/esposa,  padre/madre, trabajador/a, tener casa propia o alquilada, cumplir sus obligaciones fiscales y sus deberes sociales como un ciudadano de plenos derechos... Pero no pueden. Se les han cerrado demasiadas puertas, han cortado demasiados lazos que les unía a la sociedad activa. Demasiado tiempo careciendo de todo eso obliga a asumir otros papeles, otras formas de vida, y eso no siempre se consigue. Como es tan dura la realidad que hay que soportar, unos buscan refugio en cualquier tipo de droga; otros, más fuertes, tratan de vivir sobrios y vagan de albergue en albergue por todo el territorio nacional, incluso extranjero, otros se esfuerzan por permanecer en alguna ciudad tratando de conseguir de algún modo una estabilidad aunque sea precaria.

(Cuanta no será la desesperación de algunos que esta misma mañana una persona que padece un trastorno mental considerable, gritaba en la oficina ¡¿Por qué pone ahí (en un cartel del Programa Diocesano para Personas sin Hogar) Personas sin hogar?! ¡Aquí no hay personas sin hogar, yo estoy empadronada aquí, este es mi hogar! ¡Que quiten eso de ahí, yo no soy una persona sin hogar, mañana mismo quiero que se quite eso de ahí!...)

Esta sociedad ha sucumbido en gran medida a los halagos del Padre de la Mentira: ‘seréis como dioses’. La desobediencia, la falta de respeto, se ha extendido de abajo arriba, de derecha a izquierda, no ha dejado una sola de las defensas que la sabiduría de la historia había construido sin contaminar, destruyéndola desde dentro. El buenismo es destructivo, y ataca a la Bondad, a la Justicia, a la Prudencia y a la Templanza ante las adversidades y las dificultades de la vida, porque han de seguir ocurriendo, y no se les puede hacer frente sin voluntad suficiente para vencerlas. Todos hemos caído en esa trampa del desarme moral y de principios, que nos deja totalmente desamparados a la hora de la verdad, a la hora de tener que hacer un esfuerzo por mantenerse vivo. Así desaparece también la empatía por el género humano sin discriminaciones, el desprecio por lo que no nos agrada, ‘no tenemos por qué aguantar a nada ni a nadie’, ¡Claro, pero si no nos aguantamos a nosotros mismos!


‘La familia en España es un caos’, decía una persona que está saliendo de la trampa del Padre
de la Mentira. Otro valiente me decía que ‘lo que está pasando no ocurre porque sí, obedece a una voluntad que lo ha buscado con tesón y efectividad’. Si la familia es un caos, la sociedad es el paso siguiente, y una vez que se hayan contaminado un gran número de personas, incluso desde niños,  es más fácil dominar una sociedad apática, hedonista, simple, que regresa a la pura animalidad-bestialidad, porque ha renunciado a su libertad, su pensamiento libre... Algo grave está pasando. El Nuevo año no lo será, si las personas no estamos dispuestas a que de verdad lo sea, empezando cada uno consigo mismo. OM

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