Pero, antes de recibir esta grata noticia ocurrieron muchas
cosas hoy. “La familia en España es un caos”. Con estas palabras comenzaba
nuestra tertulia esta mañana. ‘Nadie se habla entre hermanos, padres e hijos’. “Yo,
soy la oveja negra de la familia, pero que no se hablen mis hermanos, que son
todos ‘gente normal’ eso no lo entiendo...”
La verdad es que estamos tan enredados entre nuestras
propias redes y mentiras o medias verdades, sobreviviendo sin muchas luces en
una sociedad cada vez más compleja, cuando no contradictoria, que no acertamos
a ver para encontrar soluciones adecuadas para nosotros mismos. Algunos,
después de muchas terapias y mucha voluntad, encuentran su verdad, y con ella la salida y
el fin de sus problemas. Pero, socialmente, es difícil sortear las trampas que
nos tienden intereses múltiples, desde el capitalismo insaciable a la izquierda
ideologizada e inútil. Al ataque a la familia tradicional, se suma un sistema
educativo nefasto, sometido igualmente a la dictadura del buenismo y el
relativismo, con desprecio absoluto del esfuerzo y el mérito, destruyendo así cualquier
anclaje o modelo con autoridad intelectual y natural para avanzar seguros en la
vida.
Ha vuelto a morir un sin techo en la calle. Los más
sensibilizados nos alarmamos cuando alguien muere en la calle, hasta nos manifestamos, no sin razón. Pero igual nos sobrepasamos, por ‘buena voluntad’, sin
duda, o sobreactuamos en otros casos.
Las personas sin hogar, a menudo son discretas, y no siempre
están dispuestas a hablar de sí mimas, como si quisieran guardar su intimidad
aunque esté maltrecha y herida; pero es ‘lo que les queda de sí mismos’. Esta
persona, u otras, quizá no quisieran protagonismo, ni siquiera a la hora de la
muerte. Otra cosa es que se le acompañe en el tránsito al último albergue,
confiados en que la misericordia divina tiene siempre una morada para el que ha
sufrido mucho en este valle de lágrimas.
Sí, yo he escuchado muchas veces de labios de algunos sin
techo frases que lo prueban: ‘ya vais a hacer la foto... para que vean cómo
dais de comer a los pobres’, esta fue la última que escuché, y se refería a
nosotros mismos, que tratábamos de festejar muy sencillamente, creíamos que en
familia..., la Navidad, y no teníamos intención de hacer fotos.
¿Pero quién está haciendo algo efectivo, serio, solidario al
cien por cien, con el que sufre desamparo y cae en la exclusión social? ¿Los
sindicatos, el gobierno, los políticos, los ‘empleadores’ con beneficios
incalculables...? Ayer llamaron a un
amigo para una entrevista, y parecía casi un milagro, lo encontré optimista,
animado, había recuperado por un instante su dignidad, su capacidad de soñar
con un futuro prometedor... Daba gusto. Después de meses, años, semanas, días
echando currículos por todas partes, un simple detalle le devolvió la dignidad
de persona, de trabajador, la confianza en sí mismo.
De ahí, en conversación con otro amigo, sacábamos
conclusiones, y decía él: ‘verdaderamente al gobierno, a los sindicatos, a los
políticos, les importamos bien poco’, si no, ¡cómo es posible que permitan que
haya cientos, miles, millones de desempleados, día tras día y año tras año!
¡Cómo es posible que no se les ocurra alguna forma de mantener a las personas
en expectativa de algún trabajo próximo, aunque fuera por unos meses!
¡O nos salvamos todos, o no nos salvamos ninguno, porque desaparecerá
la sociedad democráticamente entendida y caerá en manos del más fuerte! La realidad es que cada día hay más personas viviendo
en la calle, porque no se ha previsto el aumento de plazas en albergues, o en pisos
tutelados, para esas personas que se ven abocadas a la dependencia absoluta, al
desamparo total, de sus familias y del Estado. La exclusión social humilla al
que la sufre y a quienes la provocan o son causa consciente o inconsciente de
ella.
Si todos nacemos iguales, hijos del mismo Padre,
todopoderoso y dueño de la vida, Señor de la muerte, los que fallamos somos
nosotros, que no seguimos los mejores impulsos de nuestro corazón, la voz de
nuestra conciencia que, si no padecemos algún trastorno mental, distingue caramente
lo que está bien y lo que está mal, y aún así preferimos procurar la seguridad propia
por encima del bien común. OM
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