viernes, 13 de marzo de 2015

Yo no sé cómo sucede…



A veces uno se pregunta por qué pasan las cosas, sean estas buenas o malas. Hoy toca hablar de las buenas, dentro de lo que cabe, aunque, ¿quién sabe? ¿por qué no pueden ser los primeros pasos que, de forma más amable, conducen a una vida digna, normal?

Una persona que iba hacia abajo, tan abajo que quiso ir bajo tierra, despertó. Aturdida, varios días, bajo los efectos del tremendo shock, y deslumbrada al ver de nuevo la luz, hasta recuperar el control del tiempo y, con él, el de su propia vida. Se alimenta básicamente del aire que respira y del agua clara que limpia y arrastra las adherencias nocivas de la vida pasada. Pero ya no hay marcha atrás, ahora sólo hay, gracias a Dios,  un camino hacia adelante, con un porvenir todavía por descubrir, pero sostenido por la confianza y protegido contra los retrocesos, tras ese criminal hartazgo de adversidades.

Yo no sé cómo sucede, pero la alarma ha provocado  una serie de corrientes benéficas que, sin duda le harán más fácil el camino nuevo. “En la desesperación Te invoqué y Tú me escuchaste, y colocaste tus peones al servicio de tu protegido”. Porque siendo bueno e inocente, había sufrido demasiado, y no encontraba la manera de empujar tanto cascote como le había caído encima, y de dejar de gritar socorro.

Estas cosas ocurren. Para unos son casualidades, y no se preocupan de pedir con humildad ayuda, y no les merece la pena esforzarse demasiado; por eso ocurren o no ocurren. Otros en cambio, piden con humildad, y no se cansan de luchar, y no saben cómo, pero un día sucede algo extraordinario. Tampoco les cuesta reconocerlo, y entonces sí que ha cambiado su vida de verdad, entra en otra dimensión, donde no hay límites, donde todo es posible, y nunca estará solo.

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