lunes, 16 de marzo de 2015

El disparate no es un derecho


14 de março de 2015 


                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

Cuando decidimos hacer un disparate, utilizamos un argumento tan fuerte como errado para justificar el mal que estamos a punto de realizar: ¡Tenemos  derecho a hacerlo!

En base a esa noción distorsionada de la justicia es como, tantas veces, nos colocamos por encima de otros y de la moralidad que defendemos para todos – los demás. Nos creemos más que los demás o que, por lo menos, somos la excepción a la regla.

A veces, nos sentimos cansados y agraviados; otras, creemos que, si escogemos un mal menor en vez de un mal mayor, estaremos escogiendo bien… pero, claro, no es por no ser la peor de las opciones por lo que deja de ser una mala elección.

Después de cometer el primer disparate, muchas personas, al darse cuenta del error, lo repiten. De esta forma intentan diluirlo u olvidarlo… hasta que al final de una serie de absurdos… se dan cuenta que lo más difícil, y lo mejor, habría sido evitar caer la primera vez.

Es importante que consigamos entender bien la inteligencia de las tentaciones, la forma como se presentan a fin de conseguir lo más mediocre que hay en nosotros… no, no pretenden de nosotros el mal supremo… sólo la mediocridad más vulgar y rastrera, la insignificancia… que seamos solamente nada, nada más.

La tentación de poder nos llevar a considerar que debemos hacer todo cuanto podemos… a fin de desarrollar nuestra libertad. Ahora bien, en verdad, nuestros valores y principios apuntan en una línea que no se debe cruzar. Pero, que seremos tanto más libres cuanto más fuertes seamos en el cumplimiento de lo que es acertado.

El fin último de todos los egoísmos es la soledad absoluta.

Si me creo más que los otros, aún quedo más solo.

Todos cometemos errores, pero ninguno tiene derecho a justificar sus faltas con las ajenas… no hay faltas justas.

En tiempos de fragilidad, nos tranquiliza la idea de que, en medio de tanto mal, podemos hacer una u otra cosa que, no siendo acertada ni mucho menos, por lo menos nos aliviará un poco la presión… y nos dará la paz que tanto queremos…
Pero nunca tenemos derecho a hacer mal a nadie… ni siquiera a nosotros mismos.

Por más profundo e inmenso que sea nuestro sufrimiento, por más confusa y extraña que sea nuestra situación en la vida, no tenemos derecho a escoger el mal. Sí, tenemos ese poder… pero nuestro deber es otro: ser cada vez mejores. Siempre. Cada día. En cada decisión… sin excepción.

No soy más que nadie, ni, por eso, estoy por encima de la moralidad por la cual evalúo a los demás. Si una acción es un disparate, entonces lo es siempre, lo mismo cuando yo soy el autor.


 (esta é a 200ª crónica!!)

No hay comentarios:

Publicar un comentario