Cada vida importa. Y la
importancia de una madre es enorme, fundamental; del ejercicio de su libertad
depende que nazca o no, un hijo. Lo
dicen algunas de una manera brutal y primaria: “nosotras parimos, nosotras
decidimos”, sin darse cuenta de que con ello quieren decir, efectivamente, que
son tan importantes, que el creador se vale de ellas para llevar a cabo la
tarea más preciosa: dar la vida a los hombres y amarlos con amor de madre,
dispuesta a dar la vida si fuera preciso por el fruto de su vientre. Interrumpir
la cadena de la vida provoca un trauma del que ella es también víctima, y lo es
doblemente, por ella y por el fruto malogrado, de su vientre. Somos seres
creados para vivir.
Cada vida importa. Dios nos pone en el
camino, y en el camino tenemos las oportunidades de demostrar cuanto nos importa, la
propia vida y la de los otros, por medio de los encuentros. Y en todos los
encuentros está Él, aunque no lo veamos, hasta que Él quiera, hasta que en
algún encuentro las circunstancias sean tan adversas, que no nos quede otra
salida que implorar que se produzca; o bien quiera reglarnos esa dicha como un
puro don.
Podemos adoptar a nuestra
vida las vidas que queramos, o mejor, las que juzguemos que necesitan un empujoncito. No es muy
difícil saber cuando es necesario, ni cuando es el momento oportuno, pues a
menudo lo comentamos con otros, a espaldas del interesado: “si fulanito tuviera
esto o lo otro”; “si conociera…”; “si supiera…”; “si alguien le echara una
mano…”
Pues si conseguimos que
desaparezcan de los comentarios y los chismes el condicional: fulanito “disfruta
de esto o lo otro”, “tiene muchos amigos”…, entonces la vida se llena de
sentido, porque cada uno ha encontrado su camino que le lleva a ese mundo
maravilloso donde todo se comparte, ya no hay retrocesos, fallos ni malos
entendidos. Hemos llegado a la luz de la Verdad, que sólo produce belleza y permite
conocer, ver y disfrutar de lo creado en su plenitud.
No hay comentarios:
Publicar un comentario