No pensaba que volvería a vivir una situación así. Había olvidado, para poder vivir con la mayor ilusión posible, sin condicionamientos, la vida que continua su curso, y que cuenta con la mejor voluntad de todos para seguir mejorando y progresando en busca de la felicidad duradera.
Hoy ha vuelto a suceder.
Y no puedo aceptar que quiera dejarlo todo, por ínfimo que le parezca, en
soledad y aislamiento. He vuelto a fracasar, es un pensamiento que me asalta
ahora, o quizá es más el deseo espontáneo de quitarle a él gran parte de su
responsabilidad.
Ha sido de repente,
aunque podía suceder en cualquier momento. Como en esas enfermedades terminales
a las que el enfermo le planta cara, y hace su vida normal, y todos se
acostumbran, y se olvidan de que tiene sus días contados. Así me pasó con una
amiga, hace pocos años, que lo pasábamos tan bien aquellos ratos que compartíamos,
que yo llegué a creer que no llegaría la ultima despedida. Y llegué a "enfadarme" con Dios, hasta que comprendí un poco más y mejor qué es la voluntad de Dios.
Ha sido desde hace
pocos días, desde que recibió una citación en el juzgado, y la amenaza del
desahucio se le ha aproximado tanto que, para evitarlo, ha querido irse él
antes, para que no tengan que echarlo…
No lo ha logrado,
gracias a Dios. Aunque se encuentra desorientado, y tiene dificultad para
articular las palabras, a consecuencia de los somníferos que tomó, hace dos días. Poco a poco
se va dando cuenta de que está vivo, que no está en otro mundo, que somos nosotros,
aquellas pocas personas que le intentaban ayudar para evitar aquello que él
tanto temía, y a las que siente causar la menor molestia.
Y lo que me dejó aún más
admirado, fueron unas palabras suyas , que ya es la segunda o tercera vez que
me las dice, bajito, y eso sucede cada
vez que se hace visible alguna forma de sufrimiento
humano, y eso sucede con una frecuencia
y un apremio inquietantes. Esas palabras
son “… pienso de Jesucristo (mirando al crucifijo que tenemos en la oficina)”… él no entiende bien cómo un padre puede permitir
que su hijo sufra tanto…
El Señor vive una soledad creciente. Soledad por
la imposibilidad de entrar en relación con los suyos y con aquellos que Lo
esperaban, por la imposibilidad de confiarse a ellos. Sufre por su aislamiento,
en ellos, en nosotros, en mí. Sufre por la aparente simpatía de Pilatos, que no
habiendo encontrado falta alguna en Él…, opta por lo más cómodo, eludiendo
cualquier responsabilidad.
Via-sacra para crentes e não
crentes, J.
Nunes Martins, P. Pereira da Silva, Francisco Gomes.
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