Más perdidos que Pulgarcito.
En un exceso de confianza en nosotros mismos, nos hemos
olvidado de ir soltando miguitas de pan, piedrecitas o un hilo que nos permitiera el regreso al hogar, a los principios, y así poder regresar de la peligrosa aventura tras el progreso, conducidos por el alegre y embaucador Flautista de Hamelin.
olvidado de ir soltando miguitas de pan, piedrecitas o un hilo que nos permitiera el regreso al hogar, a los principios, y así poder regresar de la peligrosa aventura tras el progreso, conducidos por el alegre y embaucador Flautista de Hamelin.
Ahora, como niños incautos,
estamos encerrados en la cueva, sin protección y desorientados, mientras el Flautista
reclama su recompensa, según lo estipulado en el contrato. Los poderosos, dueños
del progreso y del capital, hacen ahora
oídos sordos, no quieren asumir su responsabilidad. El progreso ha cobrado vida
propia, cual monstruo infernal que se traga todo y a todos, empezando por los inocentes
niños, solos y abandonados a su suerte en la cueva, esparciendo así una sombra
de tristeza en muchos hogares, pueblos y ciudades, que impide ver la salida
hacia un futuro más amable.
Ahí andamos, envueltos
en las redes de una complicada sociedad virtual, encantados con la sensación de
manipular la realidad a nuestro antojo, sintiéndonos así autónomos, felices. Tanto que
algunos pueden llegar a sentirse como diosecillos, imitando a los dioses de las
mitologías paganas de la antigüedad, que se entretenían complicándoles la vida
a los seres humanos, y poniéndoles toda clase de obstáculos para que nunca consiguieran
su propósito: ser como dioses, y habitar en el Olimpo.
La mitología, los
cuentos antiguos y clásicos, incluso la religión, se han ido retirando de las materias obligatorias o de libre elección en centros educativos, de la cultura en general, porque son alienantes, y provocaban miedos y
traumas infantiles… Aunque más bien nos defendían de nosotros mismos, del
orgullo, de la avaricia, de la crueldad… Ahora, con la realidad virtual no hay quien ponga límite a la imaginación, todo
se crea y se destruye en un abrir y cerrar de ojos, con tocar un botón
conseguimos verdaderas proezas…
En fin, que hemos
cometido una imprudencia fatal, hemos dejado de poner pistas para encontrar el
camino de regreso de nuestras aventuras exploradoras, unas porque se
encontraban en vía muerta y otras eran demasiado peligrosas. Ahora estamos a
merced de la impiedad más amenazadora, no tenemos que ir a lugares lejanos para
encontrarnos con los monstruos temibles que nos atacan sin motivo, sólo porque
son por naturaleza devoradores de hombres imprudentes, osados, que se han
olvidado de su débil naturaleza.
En cambio, siguiendo la senda del Creador, entonces no temes avanzar, porque contigo van su vara y su cayado que te libran del temor irracional, “virtual”, y del cansancio, y en verdes praderas te hace recostar; te conduce hacia fuentes tranquilas, prepara una mesa y repara tus fuerzas. Te conduce por el sendero justo, por el honor de su nombre, su bondad y su misericordia te acompañarán todos los días de tu vida.
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