Llega un momento en una
vida, algo parecida a la del santo Job, en que, menos paciente que el
santo, te dan ganas de parar el tiempo,
bajarte, y… aparecer en otro sitio, muy diferente, sin sufrir ni un ápice,
donde todo sea nuevo y no conozcas a nadie
ni nadie te reconozca. Sólo así, parece posible una vida diferente,
feliz.
Una familia rota es otra
empresa más en ruinas. Hoy nos despertamos con la noticia del aumento de divorcios
en un 6%. Explicación, un signo más de que estamos saliendo de la crisis... ¿Pero
de qué crisis hablamos, entonces? Muchos, no son capaces de pensar más allá de
sus deseos, por eso es una sociedad tan poco creativa, tan poco generosa, sin
tiempo para los demás por puro ejercicio de humanidad. Y por eso la criticamos
y denostamos, como si la sociedad no fuera cosa de todos.
Familias divididas y
enfrentadas hacen una sociedad dividida y enfrentada. Es una lucha enfermiza por
la supervivencia, la culpa de la infelicidad propia la tiene aquella persona a
la que me entregué hace días, meses,
algunos años, o el niño que me pide una dedicación completa… La verdad, no sé
como se puede recomponer esta sociedad, antes de que el batacazo sea irreversible,
pues huele a final de etapa, o sea un
final muy selectivo como aquel que provocaba la bomba H, que sólo mataba los
seres vivos y respetaba lo demás… creo que algo así se temía hace unos años, ya
que los destrozos de la bomba atómica eran totales y poco económicos…
También es cierto que,
este descontento, provoca la reacción de personas y grupos humanos que se
rebelan contra la indiferencia y sacan a la luz las miserias de esta sociedad,
y tratan de vivir con entrega y alegría su fe. Tratan de evitar una catástrofe de dimensiones planetarias, o
quizá universales.
Es una crisis de
proporciones inabarcables, pero lo es más aún porque se ha instalado en el
interior de muchas personas, y no saben qué hacer, como evitar su propio
fracaso, y tampoco encuentran un camino despejado, ni siquiera un estrecha senda,
abierta por alguien que le precede y ha sido capaz de abrirse camino entre
tanta maleza como crece en todas direcciones.
El remedio sale de
dentro y viene de fuera, este mundo tiene que ser reflejo de otro mundo,
revelado, imaginado, prometido a todos los hombres de buena voluntad, donde
reina la paz, la justicia, el amor. Sólo sirviendo cada uno a sus mejores
deseos y pensamientos, y siendo capaz de compartirlos con los que le rodean, se
podrá empezar a reconstruir la sociedad que todos queremos, y en la que quepamos todos.
Aunque también hace
falta valor para renunciar a la comodidad o la conveniencia ante cada elección,
y mucha humildad para rectificar ante el error. No nacemos sabiendo, aprendemos
de los demás, lo bueno y lo malo, primero en familia, después en sociedad.
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