José Luís Nunes Martins
Los hipócritas son aquellos
que hacen lo que critican en los demás. Utilizan máscaras para engañar a los
demás y así ser blanco de la admiración ajena.
Desempeñan una especie de
papel público que pretende hacer parecer lo contrario de la realidad, toda vez
que exigen a los demás valores que rechazan aplicarse a sí mismos. Tienen dos caras,
una para los demás y otra para sí mismos, pero acaban confundiendo las dos, o
mejor, por creer normal que así sea. Llegan incluso a no saber qué es lo real y
qué no lo es.
El hipócrita es alguien que no
tiene agotada su capacidad crítica. Decide como un niño, creyéndose capaz de
dominar a los demás por medio del fingimiento. Una especie de deficiencia del
crecimiento. Prefirió no crecer y, por
eso, no crece. En un niño se disculpa, pero en un adulto no.
La verdad es que a las
personas les acaba gustando ser engañadas, prefiriendo las fantasías y las
apariencias mejor que las realidades. En el fondo, creemos que las personas diferentes
tienen derecho a regirse por códigos morales distintos, o sea, que el doble rasero
es una virtud y no un vicio. Pero el error es enorme cuando creemos que
nosotros somos, siempre y por supuesto, mejores a los otros.
Quien oculta la realidad
detrás de los discursos y gestos falsos no se revela, no es quien es. No es
sino un vacío. Podemos querer ser quien no somos, pero nadie tiene derecho a
fingir ser quien no es.
Finalmente, nuestras mayores
mentiras no son para encubrir lo que hay de malo en nosotros, sino los vacíos,
los huecos, la nada que también tenemos.
Ahora bien, lo que no existe es, de todas las cosas, la más difícil de
esconder.
Por eso, ninguna hipocresía
resiste un detenido y paciente análisis. Puede demorarse, pero acaba por, en un
instante de simple distracción, revelar todo lo que se pasa todo el tiempo
ocultando.
¡Es casi patético el esfuerzo
por parecer ser quien no se es, con el secreto objetivo de ser amado por lo que
se es!
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