José luís Nunes Martins
Una de las estrategias más antigua y eficaces para
conseguir destruir una familia, una institución o el mismo pueblo, es la
división.
Crear rupturas internas, enfrentando a unos contra otros, permite a los narcisistas ocupar el poder, ya que no conseguirían alcanzarlo de otra manera.
La unión, que es una fuerza capaz de grandes hechos, cuando quiebra, abre mucho espacio para que entre el mal, se instale y multiplique.
Hay quien domina a los otros basando su actuación solo en el principio de crear y alimentar rivalidades.
Entre dos personas, es común que una intente apartar a la otra de los que están con ella. Una maniobra para ganar fuerza a través del debilitamiento ajeno. Otros, en vez de perfeccionarse a sí mismos, prefieren degradar al otro y, así, de forma extraña y perversa, se sienten mejor…
En grandes instituciones, el declive y la destrucción comienzan siempre por una pequeña brecha que, a semejanza de un gran navío, si no fuera reparado de inmediato, puede volverse irrecuperable.
Es importante que estemos bien atentos a lo que puede
dividirnos. A la hora en que el espíritu de la división ataca es el momento
preciso de unirnos aún más, a fin de mantenernos juntos.
El mal no usa la fuerza, no empuja, nos seduce y, después, nos lleva de la mano a donde nos promete ser el paraíso. Nuestra libertad es una fuerza, es libre e inviolable.
Somos diferentes. Somos únicos. Eso es bueno. Muy bueno. A partir de aquí podemos optar por aceptar la convivencia como una guerra o como una excelente forma de enriquecernos unos a otros. Aquello que es diferente en los otros es diferente de mí no es un defecto, puede muy bien ser una virtud que puedo y debo aprender.
Una persona también se puede dividir a sí misma. Es importante aprender a relacionarnos con nosotros mismos de forma benevolente, aceptándonos y buscando la armonía. ¿Cuántas veces la elección interior de la paz no es un golpe fatal al deseo de guerra?
No dejes que el deseo de ir al frente te seduzca, ni temas quedar atrás…
Por más lento que sea tu paso, encontrarás siempre muchas personas que incluso te pueden amar sin que tú las ames a ellas. Procura ser uno, con todos, sin recelar de la diferencia ni del encuentro.
Haz tu camino y ama. Sé integro y procura el bien del otro, porque es amando como se es feliz, a pesar de todos los sufrimientos a que eso obliga.
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