jueves, 27 de julio de 2017

Un final feliz


La semana pasada me quejaba de lo difícil que es ser justo hoy, cualquier persona, y lo injusta que es nuestra sociedad, cuando permite que en su seno haya personas desamparadas, abandonadas a su suerte, y vagando por las calles.

Hoy, sin embargo, gracias a Dios, puedo dar fe de que aún hay esperanza, y que muchas veces hay que insistir para conseguir resolver algún problema. Como dice el Evangelio, y cito de memoria: ‘pedid y se os dará, buscad y hallaréis, llamad y se os abrirá”. Y en otro lugar dice el Evangelio que Jesús, Maestro universal, les decía a sus discípulos una parábola en la que una pobre viuda acudía insistentemente ante un juez inicuo, porque ni temía a Dios ni le importaban los hombres, para pedirle que le hiciera justicia. Y para que no le importunara más pensó el juez: ‘aunque ni temo a Dios ni me importan los hombres, como esta viuda me está molestando, le voy a hacer justicia, no sea que siga viniendo a cada momento a importunarme”…

Y digo todo esto porque, como decía en un post reciente, costó mucho trabajo conseguir que una mujer, una enferma mental profunda, fuera llevada por la policía al hospital, donde un médico, aunque fuera contra su voluntad, la atendiera.

Pero quiero resaltar ahora que esta vez los recursos con que cuenta la sociedad, gracias a los impuestos de todos,  fueron puestos a disposición de quien los necesitaba: la policía llevando al hospital a la enferma, y el hospital, después de atenderla, poniendo una ambulancia a su disposición, para  trasladarla hasta su residencia, donde puede descansar segura y ser atendida adecuadamente.

También es cierto que unas trabajadoras sociales de Cáritas pusieron todo su empeño en poner en marcha esta cadena de servicios en bien del necesitado, logrando finalmente su objetivo. Pero no ocurre siempre así,  por eso esta actuación debiera servir de ejemplo y ‘escarmiento’, para que no tenga que acudir de nuevo ‘otra pobre viuda’ como la del Evangelio, ante un ‘juez ( o un funcionario) inicuo o sordo’.


Y también debiera servir de estímulo para los profesionales y voluntarios de los servicios sociales, privados o públicos, para que no se cansen de pedir y mediar en bien de los que no tienen voz, o no tienen medios, o no saben ni siquiera qué pedir o cómo pedirlo.

2 comentarios: