OPINIÓN DE JOSÉ LUÍS
NUNES MARTINS
Camila vivía en un barrio pequeño y central de la ciudad,
pero su corazón era mayor que el mundo.
El marido tenía un problema grave de bebida, hace ya muchos
años. Era un flagelo lento, pues nunca se sabía
cuando empeoraba un poco más. No había mejoras, sólo momentos de pausa.
Tenía solo una hija, condenada a una silla de ruedas desde
pequeña.
Nunca oyó nadie a Camila quejarse. Sonreía y daba a los
otros toda la paz que podía, aún cuando no la tenía. Su alegría le evitaba mil
tristezas y le prolongaba las fuerzas.
Todos los domingos preparaba un almuerzo para algunos de los
más pobres de entre los pobres de la vecindad, sirviéndoles un buen refrigerio
en su casa. Sin esperar nada a cambio, sin pedir nada a nadie, solo porque sí.
Porque podía y sentía que debía. Al final, el amor nunca tiene motivo.
Sus ingresos eran pocos, al igual que los de tanta gente
pobre, pero casi siempre optó por olvidarse de sí a fin de tener algo para dar
a los otros. Conocía bien el valor de lo esencial, por eso compartía lo que
también le hacía falta a ella.
Quien no socorre al necesitado, lo abandona... Camila no
desamparaba.
Era admirable ver llegar a los invitados. Pobres pero
dignos, retribuyendo, lo mejor que podían, el bondadoso gesto semanal de
Camila.
Ángelo era un invitado especial. Se pasaban semanas sin que
nadie supiese de él. Aparecía siempre vestido completo, camisa tan blanca como
era posible, con la misma corbata sencilla, el cabello arreglado y las uñas
limpias. Sonreía al saborear el amor que había en aquella mesa. Escuchaba a
todos, pero pocos escuchaban su voz.
La vida de Ángelo era un misterio. Camila no preguntaba nada
y él tampoco decía nada. La gratitud es el mayor tesoro de los pobres y Ángelo
agradecía cada domingo. Algunos creían que era un ángel.
No consta que Camila algún día venga a ser santa a los ojos
de todos, pero tampoco nunca se entregó para el reconocimiento popular. Está en
el cielo. Porque mientras se dio, pasó del tiempo a la eternidad.
Tal vez hoy sea más fácil olvidar a Camila que dejar que su
ejemplo nos inspire... y nos lleve a perfeccionar nuestros días y nuestras
noches.
(ilustração: Carlos Ribeiro)
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