jueves, 20 de julio de 2017

¡Es muy difícil ser justo; hoy todavía más!


Otra vez. Otra vez y otra vez, la misma injusticia: una persona, enferma mental, absolutamente desorientada,  incapaz de aceptar ninguna ayuda, tiene que dormir en la calle.

Lamento no conocer bien como ha llegado hasta nuestra oficina, supongo que porque ha permanecido en el albergue (aunque aún no acoge oficialmente a mujeres, a pesar de llevar meses inaugurado...), y a través de Cáritas se le va a buscar un alojamiento, si no el más adecuado para ella, en su estado completamente enajenado, al menos que no pasara esta noche en la calle, una sola noche, ya que mañana tiene una plaza a su disposición en el Hogar Betania, de Algeciras.

No puede pasar otra noche en el albergue, porque han pasado una mala noche, ella y la persona que buscaron para cuidar de ella, porque rechaza la ayuda que se le ofrece. Cáritas no tiene aquí medios para acogerla hasta mañana, y tampoco puede pagarle una pensión, como ha hecho otras veces, con otras mujeres, dadas las condiciones en las que se encuentra. 

Una sociedad que no es justa con uno de los suyos, totalmente indefenso, no es justa, ni mucho menos. Hoy los responsables de la sociedad: políticos, jueces, y muchos ciudadanos con poder económico, o dueños de poderosos medios de comunicación... no se rigen por un principio sagrado de humanidad, cada uno interpreta las leyes a su conveniencia, según su ideología, y así tienen desamparada a media sociedad por lo menos; desamparada y a menudo marginada, sin preocuparse de poner a su disposición los de servicios y recursos necesarios para reintegrar a la plena ciudadanía a los ciudadanos caídos.

Somos injustos casi todos, porque no nos ocupamos de nuestros semejantes según nuestras capacidades y recursos. Así  me siento hoy yo, como supongo les sucede a muchos de los que nos dedicamos unas horas al día a los demás, cuando se presenta un caso de estos, una persona en estado de enajenación mental total, al no poder ofrecerle la ayuda que necesita con toda urgencia, porque son un peligro para sí mismos en la calle, o para cualquiera que desconozca su estado; o también pudiera llegar a ser una víctima fácil, para alguien sin escrúpulos que quiera hacerle daño...

He visto las caras de preocupación de las trabajadoras sociales con las que comparto el servicio en el Programa para Personas sin Hogar, tratando de convencer a esta pobre mujer para que se deje ayudar; buscándole afanosamente, a la vez que atienden a los demás usuarios, un sitio donde pasar la noche de manera segura y digna...

Está asustada, perdida, desconfía de todo y de todos. Es necesaria, en estos casos, la intervención de unos Servicios Sociales municipales eficientes, para que alguien con ‘autoridad’, con capacidad y los recursos necesarios, facilite a esta persona la ayuda que requiere, aunque sea contra su ‘voluntad’, ya que, por sí misma, no es capaz de controlarla y dirigirla en su propio beneficio.

Todo esto escribía ayer, pero hoy me han dicho que al fin consiguieron que la misma policía local acompañara a esta pobre mujer al hospital. No fueron los Servicios Sociales, ni los responsables del albergue, quienes se ocuparon de que esta mujer no pasara otra noche sola, en la calle; no, fueron las trabajadoras sociales de Cáritas las que tuvieron que llamar a la policía para exponerles la situación de indefensión de esta señora, y las que lograron que la policía cumpliera con su misión de proteger al débil y desamparado.

Nota: Los hechos narrados son del martes, el viernes pregunto a las trabajadoras sociales si saben algo de la señora, y me responden indignadas: 'la doctora le hizo firmar que era atendida contra su voluntad...' Y además, me dicen, le quieren dar el alta, precisamente el viernes, para salir a la calle otra vez, de cara al fin de semana... ¿Pero, no la pueden llevar a Algeciras al albergue que le tienen reservado? , les pregunto, y me responden que no, que en el hospital no hay nadie que pueda facilitarle el traslado.

Oración: Dios, que cuidas de todo, nos juzgas con moderación y nos gobiernas con mucha indulgencia, enséñanos a ser justos y humanos, para que, arrepentidos de nuestras injusticias con nuestros hermanos, especialmente los más débiles y necesitados, no perdamos la esperanza en la salvación eterna para todos.



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