Ahora todo el mundo parece empeñado en querer arreglar el
mundo entero, sus vidas y las de los demás. Pero, son tantos los criterios,
opiniones y teorías, a menudo tan dogmáticos, que caen en la intolerancia más
radical y absoluta, de tú a tú, de vecino a vecino, de partido a partido, incluso
entre profesionales..., no quedando otra alternativa que el desprecio, incluso
la eliminación del contrario, que no rival, lo cual supondría reconocer algún
mérito en el oponente.
¿Cómo se va a arreglar el mundo así, si no empezamos por
nosotros mismos? Si no hay orden en uno mismo, si no mantengo una conducta
fiable para mí mismo, y menos aún para los demás. Son también muchos los que no
pueden controlar sus vidas, porque su situación personal y social es de
carencia total, porque están a merced de de la dependencia más absoluta. Todos
tenemos que hacer frente a todo lo que se nos viene encima, porque estamos en
época de crisis, lo de antes no está seguro o se desmorona, y lo que viene no se
manifiesta con claridad, entonces todos, ciudadanos activos y los excluidos fantaseamos...
un poquito al menos, y pedimos cosas extraordinarias, para todos... como si
fuera una lotería, que no exija mucho esfuerzo, como si solamente quisiéramos
vivir, porque vemos nuestra seguridad, nuestra vida, amenazadas.
Hace tiempo que voy recogiendo textos, o mejor fragmentos,
que me parece oportuno sacar ahora juntos, para tratar de entender algo de lo
que nos pasa, como sociedad y como personas humanas, cada día más robotizadas,
o sea, manejables, intercambiables, prescindibles... Por qué es tan fácil hoy
pasar de ser un ciudadano activo a ser un excluido social, sujeto a una escala discriminatoria
e injusta de requisitos para ser beneficiario de las ayudas sociales o caritativas.
El primer texto es de Antonio Robles, un político catalán
que destaca en la defensa del bien común de todos los catalanes y españoles. “De tanto miedo a convertirnos en
indeseables, hemos abandonado los valores universales que nos hacen humanos e
iguales antes y a pesar de las culturas.
Esa indolencia explica el regreso de ideologías
autoritarias, ‘totalistas’, racistas, etnocentristas, nacionalistas,
populistas, cuyo nervio intelectual es el instinto de supervivencia, la marca
del territorio, el retorno a la tribu.
Sacralizar a la
inmigración independientemente de su racionalidad y circunstancias;... ;
satanizar a todo quien ose debatir los excesos de la discriminación positiva de
la mujer; excluir políticamente a quienes no comulguen a pies juntillas con el
apocalipsis del cambio climático, o el maltrato animal; reprimir, acallar, ensuciar a las clases sociales de los países
occidentales más expuestas a la exclusión social por la competencia en los
servicios sociales de los recién llegados a sus países; ridiculizar a
quienes denuncian el poder financiero internacional por encima de las razones
democráticas de los Estados... No permitir que tales problemas sean discutidos
por las partes en conflicto, libremente, sin satanizar ninguna postura a
priori, ha generado una presión que está siendo aprovechada por las ideologías
populistas y extremas para simplificarlos y ganar enteros.”
Este segundo texto no tuve la precaución de anotar la
fuente, por lo que pido disculpas, pero merece la pena: “Nosotros éramos, sencillamente, niños españoles que tuvimos el apoyo de
la Nación para poder estudiar una carrera y ganarnos la vida honradamente,
mejorando las circunstancias familiares de pobreza, aislamiento u orfandad que
por la Guerra Civil o cualquier otra desgracia hubiéramos heredado. No nos educó nadie en el rencor.
Sencillamente, nos educó. Nadie nos dijo
que nos regalaba nada, aunque nos dieron lo que tenían. España necesitaba
"que ninguna inteligencia se pierda por falta de medios". Ese era el
lema del PIO (Patronato de Igualdad de Oportunidades), el de las becas que se
renovaban con media de 7 pero gracias a las que pudimos estudiar miles de niños
venidos de cualquier rincón de Teruel.”
Este otro texto está tomado del facebook, sobre los niños de padres divorciados:
"Muchos, cada vez más y más niños viven con esos
sentimientos…. Un dolor que no lo expresan con palabras sino que se va
traduciendo en conductas que dificultan su sano crecimiento. Tantos y tantos problemas que heredamos a
los hijos ¿Qué pasará en sus vidas? ¿Cómo percibirán la vida matrimonial? ¿Qué
clase de familia formarán ellos?
He visto “muchas” películas gringas en que se maneja el
problema de los hijos de papás divorciados…. Y es traumático ver como recae siempre sobre los hijos la responsabilidad
de “comprender” lo que les pasa a los papás… los niños con toda su
inmadurez tienen que “comprender” que los papás ya no se aman… y no al revés,
que los papás entiendan que los hijos sufren irreversiblemente la ruptura de
sus padres. Esas películas extienden un velo de conformidad y aceptación del
divorcio absolutamente".
Y ya, para terminar, una reseña sobre el libro de Víctor
Lapuente El retorno de los chamanes. (Los charlatanes que amenazan el
bien común y los profesionales que pueden salvarnos).
“La tesis central de este libro es que existen dos grandes
retóricas políticas: la del chamán y la de la exploradora. También podemos
llamarlas culturas políticas, pero se ha empleado esta expresión para denotar
fenómenos tan diversos que me decanto por el término «retórica». La retórica del chamán se basa en la
indignación, en la lucha, en soñar con lo imposible, en poner la realidad
frente al espejo de la utopía, en las grandes expectativas de cambio, en la
política transformadora. Por el contrario, la
retórica de la exploradora se basa en la solidaridad, en el consenso, en soñar
en lo posible, en poner la realidad frente a las alternativas factibles, en las
pequeñas expectativas, en la política incrementalista. En el mundo del
chamán, el objetivo es devolver el orden al caos... En el mundo de la
exploradora, la meta es resolver los problemas colectivos de forma solidaria.
La retórica del
chamán divide a las sociedades y paraliza el progreso; la de la exploradora une a las comunidades políticas y estimula los
avances. Las retóricas no entienden de ideologías: unos chamanes son de izquierdas y otros, de derechas; igual pasa entre
los exploradores. Las retóricas tampoco
saben de fronteras: hay chamanes y exploradores tanto en el sur como en el
norte. Las comunidades políticas denominadas hoy por la retórica de la
exploradora fueron antaño dominadas por la de los chamanes, y viceversa. La
retórica marca la política de un país, pero no la determina.
Las aspiraciones de
cambio político más comentadas en tiempos de crisis concentran sus esfuerzos en
diseñar pasos muy grandes, enormes: saltemos a un tipo marginal del IRPF
del 75%, a la renta básica universal, a ofrecer empleo público a todos los
parados, a unas políticas justas...
Pero los grandes pasos suelan acabar en grandes caídas. Y eso si, con suerte, se han podido intentar, pues suelen despertar enormes temores y reticencias en los grandes intereses. Estas grandes resistencias generan grandes frustraciones. Por el contrario, los pequeños pasos son fáciles, despiertan la confianza y permiten tomar velocidad. Es en conseguir una alta frecuencia de pasos, y no en su longitud, donde hay que aglutinar las energías.
Pero los grandes pasos suelan acabar en grandes caídas. Y eso si, con suerte, se han podido intentar, pues suelen despertar enormes temores y reticencias en los grandes intereses. Estas grandes resistencias generan grandes frustraciones. Por el contrario, los pequeños pasos son fáciles, despiertan la confianza y permiten tomar velocidad. Es en conseguir una alta frecuencia de pasos, y no en su longitud, donde hay que aglutinar las energías.