Esta carta la ha recibido un
amigo mío, que lleva ya muchos años en paro, desde que se vino abajo por la
crisis su negocio como autónomo, y de ahí
a la separación matrimonial, y a continuación la amenaza de desahucio
que pesa sobre él. Lleva viviendo de ‘ocupa’, en su propia casa, durante años,
y hasta que la Caixa quiera. Un día a la semana sigue, como un rito, saliendo a
echar currículos con un amigo, que tiene coche, y así pueden ir a los pueblos
de alrededor…
Pero es que acababa de
sufrir otro atropello. Venía del banco, de comprobar si por fin le habían
ingresado la ayuda que ha solicitado desde hace un año, aunque le han dicho en
los Servicios Sociales municipales que pueden tardar hasta catorce o dieciséis
meses en hacerlos efectivos. Pero, el monstruoso
cajero-cancervero que custodia los intereses del banco le tragó la tarjeta, porque
no era operativa, sin permitirle si quiera comprobar si le habían ingresado la
ayuda.
Y no era operativa la
tarjeta porque, como mi amigo no tiene ingresos, porque no tiene trabajo ni
recibe otro tipo de ayuda, no puede pagar al banco los abusivos intereses que
cada trimestre le exige. Si no puede pagarlos, como dice en la carta, el ‘pobre’
banco tendrá que reclamárselos por vía judicial…
¡¡¡Es que nadie va a salir
en defensa de mi amigo, y de tantos que, como
mi amigo, reciben estas cartas que ofenden su dignidad!!!
Es que si esto no sucede, si
nadie con capacidad para hacerlo, toma cartas en el asunto, toda la sociedad se declara culpable de esta
falta inmensa de solidaridad, de este desprecio por la vida de tantas personas
que tienen que acudir a la caridad para seguir viviendo.
¡¡¡Cuánto tenemos que
agradecer a tantos como sufren estas y otras injusticias, los que tenemos
trabajo o pensiones, porque no estén
llamando a nuestras puertas, para afear nuestro disimulo, nuestra indiferencia,
o nuestra complicidad y nuestro silencio!!!
Nadie quiere enterarse. En
la época del desarrollo, de los años sesenta en adelante, como todos podían
tener trabajo se redujeron los albergues, y se comienza a hacerlos más cómodos y elegantes. Pero la crisis
económica y el paro han provocado una demanda excesiva, que desborda la
capacidad de los centros de acogida existentes. Además se han ido sumando otras causas que amplían la
exclusión social: las drogas, la destrucción de familias, la emigración, la
violencia incontrolada… El incremento de personas necesitadas se hace incesante
y no se toman las medidas necesarias para socorrer a tantas víctimas de la
propia sociedad, o de sí mismos, por debilidad o falta de la formación
adecuada, los centros de acogida son cada vez más insuficientes.
Como la acogida que se
dispensa en una familia no hay igual. No podemos renunciar a la familia, o
desvirtuarla, y querer luego que la
sociedad nos acoja como si fuera una
familia…
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