24 de outubro de 2015
Ilustração de Carlos
Ribeiro
Hablamos de más. Damos,
tantas veces, nuestra opinión aunque nadie nos la pida, aunque tal vez a nadie
le interese. Como si el silencio fuese peor… en verdad, nuestras palabras nos
atan. Por hablar más de lo que debemos, acabamos por volvernos quienes no
queríamos ser. Hay a quien parece gustarle tanto su voz que aprovecha el tiempo
que debía dedicar a escuchar a otros en pensar
lo que va a decir después… no escuchan. Sólo hablan. De más. ¿Cómo puede
saber hablar quien no sabe callar?
En el silencio hay más paz. Más libertad. Se escucha mejor toco lo que está a nuestro alrededor. Lo que dicen los otros y lo que no dicen. Incluso se ve mucho mejor.
La plaza pública es
ruidosa e indiferente. Curiosa, quiere saber mucho pero todo lo olvida muy
rápidamente
Es importante que seamos capaces de guardar nuestras palabras para nosotros y para quien nos las pide, más todavía cuando sean las más acertadas, deben solo ser dichas si alguien las quiere escuchar… caso contrario, lo mejor será siempre el silencio. Incluso porque tener razones no es tener la razón.
El silencio es el lugar del amor. La verdad no se dice, se hace. Se cumple. En gestos tan simples como escuchar, sufrir, contemplar, perdonar y agradecer.
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