Me estaré haciendo
mayor, o quizá sea más cierto que, como a tantos, me cuesta hacerme mayor y me
agarro a una juventud que ya no está más
que en mi imaginación y, claro, me doy unas palizas, innecesarias a veces, pues
bastaría darme un respiro, centrarme en una cosa y no pasar a la siguiente
hasta no tener la fuerza necesaria y esté despejado el camino de otras
preocupaciones.
Digo esto porque ya
días que llevo pensando en escribir sobre lo que sucede, que quizá le sucede a
muchos, pero que cuando le ocurre a determinadas personas se hace más
escandaloso y repulsivo. Y me refiero a la usura insaciable de los bancos.
Se han convertido en unas
máquinas ciegas de hacer dinero, unos siervos implacables de ese poderoso
caballero, don dinero. Y es que otra vez, y ya no sé cuantas van, un señor, agradecido,
que suele venir a saludarnos, y que
cobra una pensión no contributiva, viene quejándose de que la Caja de ahorros
lo ha dejado sin dinero en la cuenta. Aún no se ha enterado que ya no hay
cajas, que se han convertido en bancos, que estos no entienden de descubiertos
gratuitos, de charlas amistosas con el director, y menos de favores…, que estos
cobran la demora en el pago de cualquier deuda contraída al minuto. Son
absolutamente serviles con ‘don dinero’, este amo tirano, inicuo y perverso.
Más tirano que nunca,
porque después de haber creado la crisis ahora nos la hace pagar a todos, ¡pero
es que la pagan hasta los que reciben pensiones no contributivas, o ayudas sociales de todo tipo! Toda cuenta
paga tributo… “¡es que dice el director
que me han cobrado 30€ por no sé que descubierto. Yo creía que tenía
algo de dinero y encima lo debo!”… una y otra vez.
Y esto son los bancos
rescatados por el Gobierno con el dinero de todos, el mismo gobierno que
concede unas pensiones y ayudas ‘sociales’, miserables casi siempre, y permite
que los bancos saquen provecho de ellas, así los bancos cobran dos veces, y
obtienen beneficios, y sanean sus cuentas, mientras se multiplica la ruina de
numerosas familias y personas.
La gente se empobrece,
y parece que nadie se entera o quiere enterarse; muchos se callan porque parece
que así, callados, no les va a tocar a ellos. Y otros piensan que ellos ‘se lo
saben montar muy bien’, son más listos que nadie, y así van tirando.
Y la guerra está ahí,
en Oriente Medio. Sí, donde empezó todo. Allí estuvo situado el paraíso del
Edén; allí ocurrió el diluvio universal, narrado en la Biblia, en el poema de Gilgamesh
y en otros medios de entonces; allí se desarrolló la revolución neolítica; allí
se construyó la torre de Babel, que hizo enloquecer a los hombres porque era un
desafío al Creador del universo; allí se asentó el Islam, que no tolera a los
‘infieles’, o sea, al resto de la humanidad;
allí se encuentran las reservas principales del ‘oro negro’, la clave del desarrollo contemporáneo… Jeques y
banqueros, y petroleras, esos si se entienden.
Y el mundo mirando a
otro lado, está a punto de perder el paraíso que habíamos creado, la sociedad
del bienestar que satisfacía cada vez más necesidades a un número cada vez
mayor de personas, se hablaba de escolarización universal, se sanidad para
todos, no habría excluidos, el progreso era maravilloso… Íbamos tan felices,
después de dos guerras mundiales, la tercera era una mera quimera, nadie se iba
a atrever, pues las armas atómicas lo harían desaparecer por completo, sería
como volver a las cavernas, y así el miedo nos impedía cometer locuras.
Pues yo creo que ya
hemos retrocedido a la ‘Nueva Edad Media’, la de los señores de la electrónica,
de las comunicaciones, de los bandidos que roban cobre, inventos, o lo que sea.
Y ahí andan en sus luchas por el mercado y el poder, mientras se van perdiendo
derechos sociales trabajosamente adquiridos, se pisotean derechos humanos, tan
mal protegidos por ese intento fallido de ‘gobierno universal’: la ONU.
¡Que Dios nos proteja!
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