SAN
FERNANDO
Intentan
quemar a un indigente en la plaza del Rey
La
Policía detiene a su pareja, otra 'sin techo' con la que había mantenido una
fuerte discusión poco antes
Hoy han conseguido convertirse en los protagonistas de una
triste noticia, una noticia trágica, ‘inútil’. Inútil porque, por más que se empeñe en hacer más
evidente el síntoma de una de las enfermedades graves que padece esta sociedad:
la indiferencia, no va a conseguir que de una vez por todas, los responsables
políticos, sociales y económicos, se decidan a ser servidores fieles del bien
común, y juren no descansar hasta lograr que ningún ciudadano se quede sin
tener una oportunidad, o las que le hagan falta, hasta incorporarse, o reincorporarse,
a la sociedad, capacitado para asumir sus deberes ciudadanos y disfrutar de los
correspondientes derechos.
No es fácil vivir en
la calle, pero vivir en pareja además no sé si aún puede complicarles más la
vida. Supongo que en unos casos facilitará la vida, pues al menos comparten
penas o les estimula a buscar un trabajo que les permita vivir con la mayor
dignidad posible, pero en otros, cuando uno de ellos cae en el pozo oscuro de a
depresión, puede arrastrar al otro, si no es lo suficientemente fuerte mental y
anímicamente. Precisamente hace pocas semanas atrás, el hombre nos había manifestado
muy preocupado que su pareja se había intentado suicidar la noche anterior,
después de haberle dicho que ‘no aguantaba más su situación, sin trabajo, sin
futuro’. Por eso es tan comprensible esta noticia, y no nos puede extrañar que
cualquier día se repita otra escena como esta, fruto de la desesperación.
Los protagonistas de la noticia, como otras muchas personas
que viven en la calle, arrastran unas cadenas tremendamente pesadas, que les
impiden trabajar, ganarse la vida honradamente, y descansar al final del día
con una conciencia satisfecha, bajo un techo que proteja su intimidad.
En la calle, no se descansa nunca, van de un lugar a otro,
buscando hasta el agotamiento físico y moral un trabajo, una habitación, un piso
donde vivir a salvo de las inclemencias del tiempo, de las miradas misericordiosas
o acusadoras, cuando no de desprecio o disgusto.
Sí, muchas de las personas que viven en la calle es contra
su voluntad, fruto de la escasez de ofertas de trabajo, su temporalidad y su
mala calidad, o de las leyes discriminatorias entre hombres y mujeres que solo
traen ruina y fomentan el odio, o del abuso de denuncias fáciles, o porque
cayeron en alguna adicción ante tantas tentaciones al alcance de cualquiera... También
hay, sin embargo, quien ‘se acostumbra’ a vivir así, cuando su situación de
marginado social se prolonga día a día, mes tras mes, año tras año, o cuando es incapaz por sí mismo
de reconocer su propia contribución y responsabilidad en los hechos y las
causas que le han conducido a esa situación.
Estos hechos, estas noticias, debieran causar mala
conciencia en quienes tienen responsabilidades sociales, pero también en la
sociedad entera, tanto el mal como el bien de una parte de la sociedad afecta a
toda ella. Es cierto que hemos progresado mucho, pero algo no va bien, para
muchos se ha detenido en seco su ascenso social, y no solo eso, se han caído y
han retrocedido a épocas de mera supervivencia. Los Servicios Sociales en
general, están desbordados, no afrontan con realismo y voluntad de superación
este enorme problema, no aumentan sus servicios al ritmo que lo hacen las
necesidades, ni se anticipan a los problemas que pueden sufrir los ciudadanos (también
contribuyentes) ante la inestabilidad
permanente que ha provocado la gran crisis.
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