jueves, 7 de febrero de 2019

No hay trotamundos



El nuevo emplazamiento de la oficina, a pesar de dificultar el acceso a muchas personas que antes sí acudían, en la calle Isaac Peral,  algunas diariamente, parece que recobra parte de la demanda de atención técnica y profesional por el trabajador, así como satisfacer la necesidad de tomar un café y charlar un poco. También es la circunstancia perfecta para que algunas personas que permanecen en el albergue durante la mañana tengan la oportunidad de tomarse otro café, de media mañana, y en compañía.

Hoy nos sorprendió con su visita un ‘viejo’ ‘trotamundos’, como a él mismo le gusta definirse. A él le gusta hablar y comentar noticias y, si puede y el ambiente lo permite, debatir sobre algunos temas, más o menos complicados, y a cerca de los problemas que soporta este pobre mundo y sus responsables principales. Comenzamos haciendo una pequeña historia de nuestro paso por el servicio, y él me gana por un año, unos 13 años.

Eso quiere decir que este hombre, extranjero, de Europa del este, lleva viviendo en España y entre nosotros bastantes años. Ha pasado por épocas peores, como cualquier persona que vive en la calle. Pero R., no es un sintecho cualquiera, él es un ‘trotamundos’ profesional, de los de antes, que vive por propia voluntad recorriendo el mundo, de manera libre, lo más autónoma posible, escogiendo los lugares donde vivir y disfrutar de cuanto pueda ofrecerle. De estos quedan muy pocos, ‘hace tiempo que no me encuentro a otro trotamundos’, dijo. Antes, no hace tantos años,  se podía vivir en la calle sin tanto temor a sufrir algún percance, robo,  tanto por parte de las mismas personas de la calle como de otros ciudadanos.

Esto manifestaba hoy en conversación con nosotros cuando alguien presumía de que a él nadie le hacía nada malo, no se atrevería, que no se iba a dejar que nadie se metiera con él. Le aconsejamos que no presumiera… por si acaso le pasaba algo, que hoy no se puede uno fiar mucho de nadie. Este cambio de conducta, del respeto entre las personas a la desconfianza y el trato poco amable, se acrecienta cada día.

Las causas de este cambio a peor son numerosas. Muchas personas son empujadas contra su voluntad a vivir en la calle, por causas diversas, desde un fracaso matrimonial, a la pobreza por falta de trabajo prolongado y sin expectativas, o por ser extranjero; el cobro de ayudas temporales no sirven para solucionar una situación de desempleo a corto o largo plazo, ni facilitar el acceso a una vivienda de manera estable; el consumo incontrolado de cualquier tipo de droga hasta destrozar el cerebro y la voluntad necesaria para reconducir su vida hacia la normalidad; y quizá la peor de todas, llegar a perder la cabeza, sin poder seguir un tratamiento adecuado, careciendo de la intimidad que necesitaría, expuesto a cometer cualquier acto provocativo y a ser despreciado y maltratado por ello…

Estas son algunas causas, pero a veces se pueden dar dos, tres y aún más juntas, un desengaño, una frustración pueden iniciar una cadena de desgracias que le harán muy difícil la recuperación, o hacerla imposible, sumergiendo a esa persona en la exclusión social permanente. Porque si una persona (que sigue siendo persona con su dignidad y sus derechos, aunque sea incapaz de exigirlos)  no es capaz de expresarse,  no entiende lo que se le dice, mal se le puede ayudar si no hay una cadena de servicios sociales que funcione para garantizarle los cuidados que esa persona necesita, y se merece.



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