Esta mañana nos hallábamos en medio de dos tormentas
atmosféricas, la que nos había golpeado durante toda la noche y la que llegaba,
que se llamaba Helena, sin embargo, entre una y otra hubo un tiempo de calma
que nos permitió acudir a la cita, cada uno con sus diferentes motivos.
Entre estos motivos está, para muchas de las personas que
aquí acuden, la búsqueda de una
habitación para alquilar. Es una necesidad esencial, que le permite recuperar
gran parte de su dignidad dañada, pues
les pesa demasiado la vida nómada de albergue en albergue, unos porque ya son
mayores y otros porque, siendo aún jóvenes, padecen cualquier achaque o
enfermedad severa.
Este fue el tema de conversación de hoy. La oferta de
alquileres, por lo general, no tiene en cuenta el nivel adquisitivo de muchos
ciudadanos, ya que su única fuente de ingresos es, en el mejor de los casos un
salario mísero, una pensión, u otro tipo de ayuda. Para una persona sin hogar, aun
siendo barato el alquiler, 150 0 200 euros por habitación, más otros 50 o 60
aproximadamente entre la luz y el agua, como la pensión media son 360€, sigue
siendo elevado, de modo que para sobrevivir han de acudir diariamente al
comedor social o arreglárselas como cada uno como Dios le dé a entender.
La verdad es que también otras muchas personas, que no viven
en la calle, no tienen unos ingresos suficientes para alquilar una casa, y
luego mantenerla y comer y vestir, y además, en muchos casos, tienen unos niños
de los que cuidar. Por eso son numerosas las familias y personas que se ven y
se las desean para pagar un alquiler, teniendo que buscar comida y ropa en
Cáritas u otras organizaciones, y que pedir ayuda para pagar recibos de agua,
luz y butano.
Pero en el caso de las personas sin hogar, aquellos que han
pasado muchos años de su vida en la calle o de albergue en albergue, una vez
que alcanzan la edad de jubilación y comienzan a cobrar su pensión social, no
contributiva, o aquellos que cobran su pensión por cualquier tipo de
discapacidad, poder alquilar una vivienda es un sueño, porque entonces ya no se
les acepta, por lo general, en un albergue, y tampoco tienen acceso directo a
una residencia. ¡Entonces qué pueden hacer, si su sueño es poder vivir los años
que le queden como un ciudadano de plenos derechos y recuperar su dignidad!
La conclusión a que llegamos es que la sociedad, bueno, los
políticos, no se ocupan de los problemas de la ‘gente’, enredados en sus peleas
y ambiciones particulares y como partido, no ven los problemas concretos de la
gente, resuelven los problemas sobre todo cuando hay elecciones y por eso de manera aislada,
inconexa, sin previsión, más para acallar las protestas y evitar desórdenes que
con intención de garantizar que todos los ciudadanos vivan con la dignidad que
les corresponde como personas. Por no hablar del despilfarro de algunas ayudas,
o la forma indiscriminada de concederlas, buscando afinidades y fidelidades a
largo plazo.
Pero nosotros sí encontramos soluciones, y a nuestro
entender se pueden llevar a la práctica. Las autoridades tienen que empeñarse
en crear alquileres sociales de verdad, no es suficiente, ni la mejor
solución, tolerar la ocupación de
viviendas particulares, el Estado o los ayuntamientos deben procurar que exista
en cada municipio un número de viviendas sociales razonable con alquileres
asequibles, especialmente para personas que están necesitando dejar de vivir en
albergues o en la calle, o en la pura calle.
También hay otra solución, que ya algunos han sido capaces
de llevar a cabo, y es la de asociarse varias personas para alquilar un piso.
Pero tiene esta solución algunas dificultades para poderla llevar a la
práctica, la primera puede ser la de encontrar la persona dispuesta a cumplir
los mínimos deberes de convivencia, lo cual no es tan fácil después de haber
pasado años viviendo como excluido social, en la calle, sin recursos, sorteando
dificultades y peligros, sin poderse fiar de nada ni de nadie.
Otras dificultades están en los demás, los que tienen pisos
en alquiler exigen avales y más avales, no se fían, protegen ante todo su piso
y su economía, y están en su derecho, desde luego. Tampoco las leyes vigentes
garantizan los derechos de propietarios e inquilinos.
Se podría decir, en definitiva, que falta una legislación a
nivel nacional que solucione el problema de manera global, que facilite a los
ciudadanos que hayan perdido por cualquier causa trabajo, familia etc., la
incorporación a la vida ciudadana de plenos derechos. También pueden desempeñar
trabajos sociales que enriquezcan la sociedad y a sí mismos. Se sabe el número
de parados, de pobres, de ciudadanos que viven en la calle, las causas que los
han conducido a esa situación; hay medios y personas capacitadas para aportar
las soluciones más adecuadas a cada caso, entonces lo que falla es la voluntad
política de acabar con estas situaciones de injusticia y de pobreza, que nos
empobrece a todos, material y moralmente.
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