José Luís
Nunes Martins
Existe una gran cantidad de comportamientos que nos provocan
rechazo, y terminamos atacando a las personas que los tienen. Ahora bien, una
persona es más, mucho más, que sus circunstancias o sus elecciones.
Es difícil distinguir estos dos planos, es más sencillo
confundirlo todo y disparar en todas las direcciones, esperando que el error
desaparezca. Y si la persona fuese alcanzada no se considera que hay ningún
problema, ya que se trata de un castigo justo, una especie de amargo remedio
que hará mucho bien.
El evaluador puede ser el mayor problema de la evaluación.
¿Procuro
ver las cosas como ellas son? ¿No considero más que la superficie de la
cuestión? ¿Estaré mirando el asunto a partir de una perspectiva mejor? ¿Cuántas
veces la falta que veo en los otros es solo una proyección de una frustración
mía?
El desprecio por alguien es un ataque a la dignidad de quien
así se cree capaz de juzgar a los demás. ¿Cuántos de los que se creen por encima
de los otros se perdonan todo a sí mismos?
Quien practica el mal cree que eso es lo mejor. Dentro de
sí, se ve haciendo el bien.
Es esencial que nos amemos unos a los otros, más aún cuando
hay engaños que resolver. Al final, nunca necesitamos tanto del amor como
cuando vivimos en el error.
Los pequeños siempre culpan a los otros de sus errores. Los
mayores comprenden que sus propios errores son solo suyos y necesitan de quien
les garantice que no perderán el valor.
Es importante aceptar que podemos recibir grandes y buenas
lecciones de las personas que creemos que no son dignas de enseñar nada… Los
errores tienen la virtud de poder ser maestros de virtud, para quien los comete
y para todos los que quisieren aprender con ellos, incluso no siendo suyos. Nunca
se debe aceptar el error como bueno.
Hacer sufrir a una persona, atacarla por sus errores o
juzgarla es un error.
Amar a alguien siempre es acertado.
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