Daniel Medina Sierra
Desde hace ya un tiempo llevo intentando encontrar una
solución al problema de la vivienda.
Verán, mi vivienda estaba hipotecada, debido a la situación
de paro me fue imposible continuar pagándola, ni tan siquiera podía pagar un
recibo de la luz o agua; tampoco disponía de dinero para alimentarme. Después
de un divorcio traumático y la falta de trabajo indudablemente quedé en estado
de shock.
Pasado los años y recuperándome poco a poco del duelo
sentimental, aún me quedaba otro caballo de batalla que vencer, uno más
persistente y cruel que el primero, la extrema pobreza, me había convertido en
un parado de larga duración, con recursos muy limitados.
Existe, para el que no lo conozca, un salario social, que
consiste en una pensión mínima de 400 euros al mes, durante seis meses, y puedes volver a solicitarla seis meses
después, teniendo que esperar hasta unl año y medio. De este modo difícilmente
puedes solventar los gastos que conlleva una casa, luz, agua, alimentos....
Aún así, intenté negociar con el banco alguna solución
temporal, un alquiler social hasta que pudiera recuperarme un poco, no tener
que estar asustado temiendo que en cualquier momento me sacaran a rastras de la
vivienda.
Finalmente , después de mover cielo y tierra, de intentar llegar a algún acuerdo, el banco
cedió la propiedad a estos famosos fondos buitres, nombre muy apropiado para
denominarlos. Con engaños y fingiendo estar interesados en dialogar sacaron de mi toda la información que
necesitaban para echarme sin escándalos ni posibles demandas judiciales. Solo,
en paro, sin recursos ni familiares, sin instituciones ni asociaciones que me
respaldasen tenían el camino despejado para desalojarme con total impunidad.
Mañana, día seis de noviembre tapiaran la casa, policías,
cerrajero y empleado del fondo buitre la cerrarán a cal y canto.
Después de quince años la sellan con todo lo que haya dentro,
recuerdos, fotos, muebles... y para más inri, sabiendo, como saben, que no la
podrán vender. Como un entierro de algo inerte cargado de recuerdos y sueños
incumplidos.
Y respecto a mí, tratado como un trozo de carne, que no es
que me sorprenda, después de casi diez años viviendo en la pobreza poco me
puede sorprender ya. En estos diez años he aprendido que el ser humano puede
ser tratado como un semidiós o como una basura con piernas, no tenemos término
medio.
Todos se lavan las manos, todos delegan su responsabilidad,
aunque la tengan por el puesto que
ocupan.. Los servicios sociales son meros testigos inmóviles que siguen
cobrando un sueldo por no hacer nada, no denunciar y ni siquiera apoyar a los
que no tenemos defensa, la política es un empleo público más , que no hace absolutamente nada por los
jefes ( nosotros, que pagamos impuestos), más que ofrecer distracciones que crean más problemas, para justificar su presencia, son actores
de medio pelo, sin credibilidad alguna. La Constitución se ha convertido en herramienta de palo y
zanahoria; bancos usureros, implacables con los más débiles e impunes ante la
ley, ¡ já! Ley que solo se aplica a los ciudadanos de a pie. Rescatados con
nuestros impuestos, cada vez más avariciosos, sin que tengamos la más mínima
arma constitucional, legal, para combatirlos.
Lo reconozco, he perdido la batalla, otra más, sin más
consuelo que alguna palmadita en la espalda y resignación. ¿Saben a cuantos
entierros de personas sin hogar he tenido que ir, a cuantos amigos y conocidos
he tenido que despedir?
Ni siquiera un entierro digno, donde no haya algún miserable
tratando de hacerse protagonista de una falsa despedida, fotos incluidas para
la redes sociales, aprovechando la desorientación de familiares y amigos.
Pero sin que ninguno de los que se ponen en primera fila han
luchado para que, al menos, se pueda enterrar cristianamente.
Allá, en la otra vida, en la que nadie piensa, porque creen
que aun les falta mucho para que llegue, estaremos todos, llegaremos todos.
Allá no valdrán justificaciones, no podrán ocultar el corazón vacio, ni su
falta de empatía e inacción. Aquí no existe justicia, es una utopía, una farsa.
Vuelvo a perder como otros tantos la batalla, pero sigo luchando, aunque sea por inercia, luchando sin saber siquiera por qué ideal, por
qué futuro; ya, ni sé contra quién, o siquiera
que estoy luchando.
Lo peor sería haber perdido una guerra, una batalla, aunque sea importante, no nos imposibilita para rearmarnos para la siguiente, y puede que disfrutemos entrenándonos, de modo que la siguiente no sea tan cruenta, y constituya un mérito más para merecernos una vida mejor, y eternamente. Tú no te rindes fácilmente, porque ya llevas acumulado un bagaje importante de aprendizaje, del cual vas sacando provecho.
ResponderEliminar¿ Y cuanto he perdido amigo? He ganado un padre al que quiero más que a nadie, he ganado grandes amigos como vosotros y no te engaño, en ese sentido me siento muy afortunado.
ResponderEliminarNo es la casa, era mi cueva, un nicho con seres vivos viviendo penosamente.
Es el cúmulo de desgracias, es la situación de desproteccion, es mirarse al espejo y no reconocerse, es perder la ilusión por un futuro mejor, es vivir sin autonomía, es sentirse fuera del mundo, es no inmutarse cuando alguien te defrauda porque has perdido la capacidad de sorpresa, es el miedo latente de perder lo que te queda...
Luchas sí, pero luchas sin propósito, por inercia.
Es el sentimiento de vacío, de que a la mínima adversidad te vas a derrumbar para no volver a levantarte.
Es una sensación extraña en el alma, como algo que lucha por salir pero aprisionas por miedo a que acabe contigo. No se explica con palabras.
A veces estamos tan acostumbrados a aguantar, a sufrir, que nos negamos cualquier atisbo de felicidad... Gracias a Dios no es el caso, y aceptar ayuda tiene tanto mérito, o más, que dar. En ambos casos se requiere humildad, y no cabe duda que la tienes en la misma proporción que el amor propio o dignidad, por eso, aunque te parezca que luchas sin objetivo, no es así, la misma lucha tiene ya su objetivo, estar vivo, dar de lo que tienes, no reservarte para ti mismo.
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