Hace unos
días, después de estar viendo a L. casi a diario, siempre con su sonrisa en la boca, hablando lo
mismo de toros que de futbol, por fin estalla: ‘No aguanto más. Estoy
desesperado. Tengo que trabajar, hacer algo. Estoy desesperado…’ No pongo más
porque entonces no le entendí bien, y no
quise hacerle repetir aquellas palabras que me hicieron sospechar algo mucho
peor, y que cualquiera puede imaginar.
¡Ya está
bien! Esta sociedad está cada día más ciega y sorda. Sí, hay personas de buena
voluntad que ayudan, pero son ayudas puntuales, para ayudar a alguien en algún
apuro (un bocadillo, un pantalón, una linterna…), no para propiciar la salida
del círculo infernal del paro de larga duración. Sí, hay Instituciones que
ayudan a las personas a salir de determinadas adicciones, procurándoles la autoestima y la autonomía, la recuperación
de hábitos y la voluntad suficiente para asumir cualquier responsabilidad. Pero
cuando estas personas alcanzan un grado satisfactorio de autonomía no pueden
ponerla a prueba mediante un trabajo y un servicio a la sociedad.
Es, como
digo, el día de las personas sin hogar. Pero decimos mal. Muy mal, porque
estamos definiendo a un colectivo de personas muy diverso, y generalmente les
achacamos enseguida cualquier defecto o vicio, las miramos con recelo antes de
dirigirles la palabra, evitamos su
mirada y hasta cruzarnos con ellas.
Las
definimos a base de prejuicios, y de ese modo muchas veces nos equivocamos. No son ‘personas sin hogar’, como una
cualidad adquirida, y menos aún merecida.
Están sin hogar, por mil causas, unas buscadas, otras sobrevenidas. Hoy día,
muchas causas son porque esta sociedad está muy mal gobernada, ya que aprueba
leyes injustas, (hasta discriminatorias entre hombre y mujeres, por ejemplo, o
entre los habitantes de las distintas regiones de España), permite ciertas
conductas y el acceso a consumos
peligrosos y nocivos para la salud física y mental de los ciudadanos, de manera
que alienta conductas contrarias al sentido común, al respeto sagrado que nos
debemos las personas. La crisis que comenzó hace ya más de diez años, ha superado las previsiones en el aumento de las
causas que llevan a numeras personas a la ruina, a la indigencia, a la
desesperación.
Es
vergonzoso que un país como España, colectivamente, todos los ciudadanos,
especialmente los políticos, los sindicatos, los empresarios, no sintamos
vergüenza de no ser capaces de dar lo mejor de cada uno para favorecer el bien
común, y no descansar hasta que el bien
común sea universal de verdad y llegue a todos los ciudadanos según sus necesidades. ¡Ya está bien, por
Dios, hagan lo posible porque no le falte trabajo a nadie que está en edad de trabajar, sobre todo
si tiene personas a su cargo!
Nada nos
pertenece, todo nos es dado. Qué miserables son los que teniendo
responsabilidades públicas, no hacen cuanto esté en su mano para procurar el
bien de todos, o peor aún, se apropian de los bienes que son de todos, los roban descaradamente o los dilapidan, sin freno y sin ley que los
castigue; los ciudadanos normales también
pueden hacer mucho más, viendo el mal a
la puerta, podrían ocuparse del otro que lo padece, pariente, vecino, conciudadano ,
ofreciéndole una mano fraterna y creando una cadena de solidaridad y afecto que
nos haga un país mejor, solidario, unido.
Muy bien octóvilo, lo has captado a la perfección. Muchos, muchísimos de nosotros lo único que necesitamos para levantar cabeza es trabajar, nada más. Todo se agradece desde luego y no dudo de la buena voluntad de los demás que sí están comprometidos, pero es sólo una tirita para curar una herida infectada y sangrante.
ResponderEliminarNo somos solo personas sin hogar ni solo personas en exclusión social, eso solo es una frase dulcificada, somos pobres, punto.
Cada uno con su recorrido, con una maleta llena de recuerdos y fracasos personales.
El trabajo dignifica y te concede la oportunidad de empezar de nuevo, de hacer planes y mantenerte ocupado, de sentirte útil y ayudar en vez de pedir.
El pobre es un ser indefenso, manejable, en constante cambio emocional, el pobre no vota, no grita por miedo a que le nieguen lo poco que recibe. El pobre acaba siendo pobre de mente y alma y se vuelve loco, alcohólico o drogodependiente, se auto castiga por la culpa, no tiene futuro y su presente es un infierno hasta que le vence el sueño.
Si amigo, ya esta bie, ya pagamos con creces nuestros posibles errores, pero tu sabes que no depende sólo de uno mismo, si la sociedad no despierta y se defiende no hay nada que hacer, no tienes armas ni escudo que te proteja. Todos sin excepción debemos luchar en comunión, sin fisuras, sin reproches y sin egoísmos.
No pretendo otra cosa que decir lo que siento, solo me mueve un 'instinto' de protección hacia los más débiles, siempre, lo cual a veces me lleva a no entenderme con las personas normales o acomodadas. Tampoco pretendo culpar a nadie en concreto, mejor que cada uno se de cuenta de lo que hace, si es suficiente o no, si beneficia a alguien más... en fin Que no se puede obligar a personas concretas, pero sí a los representantes del pueblo, a los que ocupan puestos de responsabilidad, estando obligados a cuidar, proteger a sus votantes que no son más que los ciudadanos españoles, de la ideología que tenga cada uno, pero siempre será un ciudadano, respetable, si es que su comportamiento... Pero que de una vez por todas dejen de palabrería y den UNA SEGUNDA OPORTUNIDAD (incluso tercera y cuarta)a los parados, sean o no personas sin hogar, porque si no pronto llegarán a ser parados de verdad... mientras los ricos crecen desproporcionadamente.
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