Hoy día tenemos a nuestro alcance
numerosas herramientas para poder expresar públicamente nuestras impresiones,
opiniones...
Es por muchos comentado que
aunque tengamos tantas formas de comunicarnos, incluso fuera de nuestras fronteras,
nos distanciamos cada vez más de quién tenemos más cerca.
No es ni mucho menos cosecha mía,
aunque esté completamente de acuerdo con esa afirmación. Me atrevería a decir
que es un hecho.
Pero el problema, porque lo es,
no acaba aquí; no, cada vez necesitamos más, necesitamos expresar hasta lo que
nos ocurre en la intimidad, y así nos desprotegemos.
Toda esta demanda de atención
virtual esconde mucho más de lo que aparenta, carencia de afecto,
distanciamiento de la vida real, empobrecimiento intelectual y desinterés
absoluto sobre lo que ocurre fuera de su pantalla.
Cuando visualizábamos mis
compañeros y yo unos cortos sobre la exclusión social, supuse que comentaríamos
lo que nos parecían los cortos, para sacar alguna conclusión... En fin, se
habló de las pensiones, se habló de los recursos y nuevas iniciativas,
proyectos enfocados a la inclusión de las personas sin hogar. Se habló de más
temas pero, a groso modo, esas fueron las conclusiones a las que llegamos.
Mi contribución al debate siempre
sigue un patrón, la sociedad no ayuda, la sociedad no denuncia, la sociedad no
se mueve de su supuesta zona de confort. Podríamos debatir qué porcentaje de
voluntarios de todas las ONGS participan activamente para luchar contra esta
lacra, la cantidad de personas que hacen donaciones, e incluso, por qué no,
todas esas personas anónimas que están concienciadas y hacen lo que pueden.
Nadie en su sano juicio no lo reconocería y nadie en su sano juicio reconocería
que no es, ni mucho menos, la mayoría.
Facebook, twitter, wapsap... Ese
es el futuro de niños, adultos, anestesiados con falsas promesas, con familias
más distantes, con sociedad carente de empatía, de obligaciones o de maniobra.
No, no es culpa de las redes
sociales, no es culpa de los móviles ni ordenadores; es más simple que todo esto,
ayudar, luchar, empatizar, sufrir, levantarse después de una caída... Todo eso
requiere algo que no puede darnos matrix,
salir al exterior y ser el verdadero protagonista de tu vida, experiencia,
desilusiones, fracaso, esfuerzo, tesón.
Todo esto y mucho más, bueno y
malo, dulce y amargo es la vida.
Cuántas veces hemos escuchado que
cuando hablas con alguien ya ni siquiera te mira a los ojos, cuántas veces en
medio de una conversación se retira para contestar un mensaje una y otra vez, ¡si
se olvidan con tanta facilidad los más elementales comportamientos de
educación, qué no acabaremos olvidando!
Demasiada prisa por vivir, o mejor, 'matar el tiempo'... quizá sea porque a muchos no han oído hablar de la vida eterna, o no se lo creen del todo, donde se entra por la calidad de la vida, no por la cantidad de cosas o de 'tonterías' que hayas hecho... La paciencia de Dios nos enseña mucho, a guardar silencio también, un silencio fructífero, desde luego, no vacío.
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