No voy a juzgarte yo, y menos ahora, que estás en las manos
más acogedoras de todas. Tengo la sensación, y casi la seguridad, de estar viéndote embelesada contemplando, cara a cara, el núcleo del Misterio, la Maravilla de las
maravillas, que contiene
todo lo bueno que has podido imaginar durante toda tu vida.
Me encantaba escucharte, durante horas, sentados en torno a
la mesa de la oficina, cuando Blanca te citaba a última hora, para que pudieras
hablar con tranquilidad, y también con el fin de averiguar tu identidad, para
poder ayudarte mejor.
La verdad es que conseguías atraer
nuestra atención, cuando nos transportabas en tus innumerables viajes por el
mundo, tratando de seguirte en cada una de tus
aventuras, procurando no perderte
de vista, sobre todo cuando tenías que
disfrazarte para no dejar pistas a tus perseguidores.
Ya no tienes necesidad de ocultarte, todo está claro para ti,
que es lo que importa. Estás en la mejor compañía. Viviste ‘de aquella manera’,
sin techo gran parte de tu vida. Te fuiste sola, pero, como premio, te ha recibido una multitud gloriosa. Ahora
nos ves a nosotros y la vida que pasaste aquí, sin rencor, como lo hacías ya en
vida, siempre esbozando una sonrisa, y con tu tono de tu voz cálida y amigable.
No puedo dejar de oírte decir mi nombre en la oficina hace pocos días, la última vez que viniste a hablar con Miguel. Lo considero tu
despedida personal anticipada y espero no dejar de escucharlo nunca. También en
el albergue Federico Ozanan pueden sentirse satisfechos de haberte cobijado los
últimos días de tu vida, y aquellas personas, que con sus escasos medios, te atendieron antes, por amistad, por humanidad.
Ana, hasta siempre, en la eternidad, ya sabes que no olvidaré
jamás aquellas largas conversaciones, ni la última vez que pronunciaste mi
nombre, con tanta claridad y afecto. Descansa en paz.
Al leerte hoy Octovilo, he sentido una vez más el deseo dejarte un comentario, pero como no soy propicio a pasar por los registros de internet, al final siempre he desistido. Aprovecho la ocasión que ahora puedo hacerlo sin pasar por “caja”.
ResponderEliminarTus palabras cariñosas y cercanas que diriges de despedida a las Personas sin Hogar, en este último caso Ana, con las cuales has conversado largamente fruto de esa dedicación entregada y desinteresada que tanto tiempo lleváis ejerciendo Guillermo como Tú.
Por ello me gustaría plasmar aquí mi reconocimiento y agradecimiento a vuestra labor infatigable e inmunizada al desánimo.
Y como los que ya nos dejaron no pueden daros las gracias, aquí en este planeta nuestro, quiero desde estas líneas hacerlo yo
¡¡ Gracias Amigos!! ¡¡ Que Dios os bendiga!!
Antonio
Gracias por tu reconocimiento, pero quien de verdad se lo merece es Quien nos impulsa, nos sostiene, y nos permite ver un poco a 'su manera'. No es mérito nuestro, mío por lo menos, como dice nuestro amigo Domingo 'eso es un don, un don que es un regalo.
ResponderEliminar