Opinión de JOSÉ LUÍS NUNES MARTINS
Diferenciarme de los demás forma parte de mi esencia. Unas veces seré mejor, otras, peor.
Cada persona es única. Puede haber semejanza en apariencia, pero en esencia cada uno de nosotros es singular.
Somos únicos, más aún cuando creamos y damos al mundo nuevos
mundos. Cuando nos arriesgamos a ser quien podemos ser, a la luz de nuestros
talentos, despreciando las modas y la influencia de los que se esfuerzan por
ser cada vez más iguales unos a otros.
Ser único no significa estar fuera del mundo y alejado de
los demás. Implica enriquecer a otros, tomando parte en obras mayores que nosotros, donde encajamos
muchos, valorándose unos a otros por medio de la construcción conjunta de
armonías mayores.
Una familia no es una estructura donde la repetición de
íntimos sea deseable. Ser familia es fomentar la realización plena de cada uno,
de acuerdo consigo mismo, y no con cualquier proyecto exterior, por más noble
que pueda ser. Lo importante es elegir bien un camino, construirlo y recorrerlo.
Con la ayuda de otros y ayudando a otros. Pero un camino nuevo. Sin igual.
En la salida no somos muy diferentes. Y la diferencia no
deriva de aquello que se nos ha dado… sino más bien de lo que decidimos y
hacemos con aquello que somos y tenemos. Con lo que hemos recibido, con aquello
que creemos y con lo que conquistemos.
La verdad es que es importante saber estar solo en medio de
la multitud, no dejando de pensar nunca en uno mismo. Aunque sea contra todos.
Ser diferente no es ser mejor, es ser diferente. No es tener
más valor, es ser digno de su valor. No es ser un fragmento ajeno, es ser, por
sí mismo, una obra completa. Todo esto, además, sin orgullo, sino con la
humildad propia de quien sabe que su valor depende más de sí mismo que de
cualquier otra cosa.
Ser diferente es una cualidad, un talento, un don. Al mundo
de hoy no le gusta aquel que huye de las normas, de la dictadura del ‘buenismo’
que nos condena sin perdón, porque nos atrevemos así a ser mejor de lo que
somos.
En este mundo en que vivimos, las originalidades tienden a
ser abolidas. Porque la originalidad nos exige pensar sin referencias o
comparaciones, y eso obliga a un trabajo mayor que, además, pone en evidencia la flaqueza propia
de los que desistieron de sí y apostaron por ser solo uno más del ejército de
mediocres.
¿Qué libertad es esa que quiere que seamos todos iguales?
Distinguirme de los otros forma parte de mi esencia. Unas
veces seré mejor, otras peor. Los éxitos y fracasos de mi vida son solo míos,
no son de nadie más. Son parte de mi historia. Razón para que yo sea… yo.
¡La diferencia puede ser asombrosa. Pero somos diferentes.
En todo. Y eso es bueno! ¡Tan bueno!
(ilustração: Carlos Ribeiro)
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