Daniel Medina Sierra
La vida nos juega malas pasadas, eso es obvio, ningún
objeto queda inmóvil eternamente, tarde o temprano habrá una causa y por tanto
un efecto. Imaginen entonces, un ser viviente, cualquiera, que conozca un poco
la naturaleza, verá que está en permanente cambio, transformación, degradación,
multiplicación...
Nosotros los seres humanos necesitamos, más que ningún
otro ser de este mundo, un ambiente tranquilo, necesitamos un punto de
referencia; cuando algo fuera de nuestro control entra en escena, entramos en
pánico.
Necesitamos orden en nuestras vidas, coherencia. Es
más fácil entenderlo con ejemplos. Si zarpamos en un barco, con aguas
tranquilas, todo el equipo en perfectas condiciones, con una ruta clara y un
destino, estaremos tranquilos y disfrutaremos del viaje. Cada cambio que
transcurra en el viaje será motivo de miedos y angustia. El mar esta
embravecido, el equipo empieza a fallar, no tiene siquiera una brújula para
orientarse. En cuestión de minutos, un viaje apacible se convierte en una verdadera
pesadilla.
En sentido más cotidiano el símil es, en esencia,
semejante. Estudiar, trabajar, mantener una relación sentimental, casa,
compromiso, hijos, un viaje con ciertos sobresaltos pero con ruta y destino
claros. Queremos creer que tenemos control de nuestras vidas, que nada malo nos
pasará, que podremos impedir que nos robe la brújula, pues sin ella estaríamos
perdidos.
No tenemos control sobre nuestras vidas, la rutina es
un muro ante los cambios, una especie de burbuja.
Nadie te prepara para saber qué debes hacer, o cómo
reaccionar ante semejante situación. Tenías trabajo e ingresos y ahora no ¿Cómo
gestionas la falta de ingresos, de la rutina del ganarse el pan?
¿Y si solo eran las primeras nubes antes de la gran
tormenta?... Su pareja le deja, pierde su casa, amigos, familia... la tormenta
perfecta. Causa y efecto, propia o ajena, puede cambiar por completo el rumbo
de nuestras vidas. Cuando ya nada crees que te va a sorprender, truenos y
relámpagos impiden ver el horizonte, una salida.
El secreto es dejarse llevar, cuántas batallas
perdidas contra los cambios que inexorablemente tendrán que ocurrir, cuantas
negaciones de la verdad, cuanto rencor, cuanta incomprensión, para reconocer
que no soy dueño de mi vida, pero si de mis actos.
Cuando recibes esa gran revelación es cuando más
valoras el entorno que nos rodea. Ser consciente de la fragilidad y disfrutar
de cada momento, es la mayor obra que podemos dejar en nuestra corta estancia
en este mundo. No todo lo que sube es bueno, no todo lo que baja es malo.
Caminar hacia delante es, en ocasiones, caminar hacia atrás. Tal vez estemos
tan preocupados por subir, que nos olvidamos del esfuerzo, de la voluntad,
desechamos tantas lecciones de humildad que aprendimos cuando estábamos abajo.
Ir hacia delante con las maletas repletas de recuerdos, de promesas, una parte
importante de nuestras vidas se nos escapa, porque consciente o
inconscientemente fuimos tirándolas porque nos pesaba mucho e impedían que corriéramos
más deprisa.
Interesante reflexión, sin duda, se nota que has sabido aprovechar las experiencias que la vida te ha presentado, y no es fácil, y menos atreverse a decirlo en voz alta. Cuántas veces comentamos la ausencia de comentarios a lo que se publica en facebook o aquí... En fin, cada cual debe seguir su camino, y aunque nadie se de de por enterado, pues no pasa nada, uno y su conciencia. Y no es fácil vivir así... A mí me ha sorprendido siempre mucho, y de verdad que me gustaría que me sucediera a mí también... lo que hacían San Francisco o San Antonio de Padua, que cuando los hombres no los escuchaban le predicaban a los peces, o hablaban con las aves... también para practicar cómo hablar con sencillez, un lenguaje que hasta los animales entienden... Pero bueno...lo más sencillo siempre ha sido lo más difícil, tan a la vista está que nos parece poco y así nos vamos complicando, queriendo ser más originales que nadie, o mejores o más listos...
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