Muchas veces he dicho que
nuestra pequeña oficina, con lo pequeñita que es, en cambio da cabida a una
gran cantidad de personas, pero por eso también suceden a veces cosas no tan
agradables, molestas, y hasta preocupantes. Siguiendo la tónica de este verano,
en el que no ha disminuido la afluencia de demandantes de ayuda y los casos
extraordinarios, algunos no exentos de dificultad o inquietud, hoy nos han
sorprendido tres acontecimientos muy diferentes, aunque los tres tienen una
carga y una trascendencia importante, obligándonos a reflexionar y a cuestionar
las consecuencias de nuestra actitud y nuestro trato con personas necesitadas.
Primero fue la noticia de la desaparición
repentina de una persona que tenía una historia de varios años en el albergue,
donde colaboraba además, diariamente, con las hermanas. Recuerdo cuando llegó
que no hablaba a penas, pero poco a poco fuimos ganándonos su confianza y
empezó a hablar y a participar como uno más en cualquier conversación. Él tenía
algún problema de salud y eso le tenía preocupado. Pero nadie sospechaba que tomara
una decisión tan radical. Es posible, sin embargo, que haya sufrido algún
accidente del que no tengamos conocimiento. Si se ha ido voluntariamente, lo
único que cabe es desearle lo mejor.
Nos sorprendió también la
información que recibimos de una persona, que ha estado acogida en el albergue en
varias ocasiones, pero que ahora duerme en la calle. El informante es una buena persona, anónima,
del pueblo, que lo ha cuidado durante bastante tiempo y se ha ganado su confianza.
El protagonista es R. un buen hombre que no se mete con nadie, que siempre sonríe,
y aunque se puede tener con él una conversación normal, y es capaz de contestar
con cierta cordura, sin embargo hace cosas fuera de lo normal, incluso poniendo
en riesgo su salud, ya que es capaz de consumir los desechos que encuentra en
las papeleras o contenedores.
Lo que no sabíamos era por qué
hacía esto. Y vino este buen vecino de San Fernando a decirnos algo que nos
permite conocer mejor a nuestro asiduo visitante, ya que suele venir a tomar su
cafelito, aunque es un tanto irregular. Hace esto porque está empeñado en
ahorrar toda la paguita que recibe por su discapacidad, y quiere reservarla
para cuando se jubile, o tenga que ir a una residencia. Así ha logrado reunir
una cantidad considerable.
Pero no es menos asombroso que
la información el informante. Se trata de un hombre joven, que ha sufrido el zarpazo
terrible de la droga, pero que ahora, recuperado, se siente tan agradecido con
la vida que puede volver a disfrutar, gracias a la ayuda recibida, y sobre todo
la compañía fiel de su mujer, que se dedica a ayudar a otras personas discapacitadas
de su entorno.
Sabiendo la situación, y
conociendo la cartilla de nuestro amigo R., es digno de admiración y elogio
este buen caballero, que se ha reencontrado con la nobleza auténtica y la sirve tan
eficazmente, tan generosamente.
El tercer asunto es sumamente desagradable.
A penas lleva una semana abierto el albergue para mujeres, ya se cierra,
inmediatamente, de un día para otro. El Motivo es la falta de personal para
atenderlo. ¡Con lo que ha costado que se abrieran las cuatro plazas para
albergue de mujeres! Ha habido demasiados asuntos sin resolver y otros mal resueltos
en esa benéfica Institución en los últimos tiempos, que han trascendido, sin
duda, fuera de esas puertas y paredes de acogida, y que han conducido incluso
al abandono de una nueva Conferencia de San Vicente, más joven, porque quería
llevar a cabo algunos cambios, cambios necesarios para adaptar mejor el modo de
llevar el albergue a la compleja sociedad actual. Y aún dos voluntarios más han sido expulsados recientemente, aunque al parecer serán escuchados en sus quejas por más altas instancias. A ver si por fin encuentran una solución que beneficie y satisfaga a todas las partes.
La primera en comunicarnos la
noticia fue una de las dos acogidas que llegó a última hora, nerviosa y muy preocupada,
para decirnos que la Hermana le había dicho que se iba a cerrar el albergue,
que si eso era cierto. Nosotros no lo sabíamos, claro está. Yo traté de calmarla
diciéndole que no me parecía posible, que quizá es que las hermanas no están
acostumbradas a acoger a mujeres y se encuentran un poco desbordadas… Ella
insistía, y quería comunicárselo al trabajador social, como así hizo. Al final
se confirma la noticia. Se les buscará acomodo en otro albergue, aunque parece que todos están completos. Al final irán aun centro evangélico, creo recordar que una de ellas ya venía de allí.
¡Dios mío! ¡Por qué no buscan
una forma de solucionar los problemas de una vez, sin dimes y diretes, sin
hacer más costosa la estancia a las personas que buscan refugio entre sus
paredes…! Así lo deseo, y pido a Dios que les de sabiduría y humildad para
encontrar esa bendita solución, por el bien de las personas que allí se acogen,
por el buen nombre de la Institución que representan, el bien de la Iglesia, y para gloria
de Dios!
Acababa de escribir un articulo sobre estas mujeres pero no lo podría expresarlo mejor. Un abrazo
ResponderEliminarGracias, amigo, y por hacer tus comentarios, no callándote ante lo que sucede...¿a que hachas en falta aquí a algunos que protestan porque no protestamos los demás?...jaja, lo digo sin ánimo de molestar a nadie, lo mismo que la critica o denuncia que expreso en este post. ¡Que Dios nos ayude!
EliminarSi, echo de menos a aquel señor que nos acusó de protestar mientras nos cruzamos de brazos, por ejemplo. Y eso que se supone que conoce nuestra labor. Pero ya salimos bastante calentitos de Cáritas como para empezar otra discusión que no nos llevaría a nada. En fin, lo has expresado mucho mejor que yo. Un abrazo
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