MARÍA DEL MAR MANUZ
(Aunque sea con retraso, ya que es el mensaje para Jueves Santo, Día del Amor Fraterno, bien merece la pena recordar las palabras de nuestra Directora de Cáritas Diocesana)
Igual que se habla de la pobreza
de formas muy distintas (en términos evangélicos, ascéticos, sociales…),
existen también entendimientos diversos de la caridad. No es infrecuente, por
ejemplo, encontrarse con quienes hacen ascos a la palabra, contraponiéndola a
la de justicia. Quizás porque erróneamente identifican caridad con un desborde
sentimental, o con superficiales exhibicionismos de autobombo. Otras veces, el
rechazo proviene de propuestas políticas que, para subir el nivel de tensión y
propiciar los cambios que promueven, desprestigian el auxilio y la ayuda que
surge de la propia comunidad en beneficio de las personas y familias
necesitadas. Maniobras dispuestas a sacrificar el presente real de las personas
más pobres, en pos de un futuro ideal de necesidades igualadas y enteramente
confiadas al Estado.
Sin embargo, la propia palabra se
basta para contestar, porque caridad -caritas en latín- significa
amor. Esto no es sentimentalismo, ni una forma de tapar la injusticia, que
evidentemente existe. Todo lo contrario, la
caridad es sentido de responsabilidad personal, es profundo compromiso con el
bien común, es correspondencia noble del corazón por todo el amor recibido, que
para no perderse debe a su vez transmitirse. La caridad es humildad ante la
indigencia elemental del hombre y el único calor que combate de raíz el frío
interior y el de la intemperie, la soledad y el desamor, eso es caridad. Y para
los cristianos, caridad es sencillamente imitación de Cristo, Dios mismo
entrando en la Historia. No es cierta, por tanto, tal oposición entre
justicia y caridad. Pero en cambio, sí es cierto que, en un mundo
hipotéticamente justo, en un mundo que hubiese alcanzado la equidad social, sin
circunstancias ya que ofendieran a la justicia, en ese mundo todos seguiríamos
necesitando humanamente del amor, porque la necesidad radical de él que
experimentamos todos en nuestras vidas es un rasgo distintivo de nuestra
humanidad más íntima y de ese anhelo de divinidad que llevamos dentro.
CREYENTES, AGNÓSTICOS, ATEOS. EL
IMPULSO DE GENEROSIDAD UNE A LAS PERSONAS
Vivimos en una sociedad llena de
palabras bienintencionadas y de declaraciones de derechos fundamentales, donde
a diestra y a siniestra se reivindican actos solidarios y se hacen proclamas de
defensa de la justicia, mientras convivimos diariamente con situaciones que
ofenden la dignidad de muchas personas y familias, más de lo que parece. En la propia Iglesia, no ofrecemos ningún
ejemplo de coherencia cuando, sin
conciencia alguna de esquizofrenia espiritual, a veces construimos una vida religiosa al margen de la práctica de la
caridad, o relegándola respecto a las otras funciones de la misión de la
Iglesia. Ante ello, Jesús sigue enfrentándonos a través de los siglos con
la verdad, mostrándonos el camino. Sabiendo que es inminente su detención,
reúne a los amigos íntimos para despedirse de ellos en una última cena cargada
de emoción y amistad. Antes de partir el pan y ofrecérselo con el vino, se
coloca una toalla a la cintura y, de rodillas ante ellos, lava sus pies, como
signo maestro de servicio humilde y de cuidado que luego les pide que imiten,
asegurándoles que sólo así puede alcanzarse una felicidad digna.
Este gesto, sin palabras, nos
lleva al entendimiento de la caridad y nos recuerda que en el ocaso de nuestras
vidas se nos juzgará por el amor y la anchura del corazón. Cada gesto de interés sincero por el bien común cuenta, por sencillo y
modesto que sea. Seamos generosos. Creyentes, agnósticos, ateos. El impulso de
generosidad une a las personas. Hoy, Jueves Santo, la Iglesia confía a
Cáritas todas las colectas recibidas. También nuestra web está disponible para
todo el que quiera colaborar en el cuidado de las familias que necesitan
nuestra ayuda. Aunque no sólo hablamos de generosidad de lo que tenemos.
También de lo que somos. Para Cáritas la caridad no es dar cosas, sino darnos
con el riesgo que siempre acarrea el encuentro personal. Tampoco es acoger sólo
al que viene físicamente a pedir ayuda, es también salir a esa periferia
existencial que espera la oportunidad de un humanismo integrador. Seamos generosos con el talento, con la
capacidad que cada uno tiene para hacer la vida humana más humana, la nuestra y
la del Otro. Y los cristianos, sobre todo, seamos generosos con nuestro
testimonio de fe madura y de defensa de los valores que nos inspiran. Este es
el gesto de servicio, el gesto humilde de Jesús lavando los pies de los amigos,
entre los cuales sabe que está quien renegará de Él, quien lo silenciará, quien
desconfiará e incluso quien lo venderá…, porque es así como somos, pero esta
realidad no desmotiva el servicio, sino que aún lo hace más valioso. La
cuestión clave es que el cristianismo no se reduce a una relación entre el
individuo y Dios, por importante que esto sea. La relación tiene que ser
también con el mundo exterior y el Otro, empezando por los últimos, los más
frágiles, aquellos en los que Dios nos plantea cada día una demanda.
Pidamos bendición para las
personas de nuestra sociedad gaditana y ceutí a las que debemos y queremos
servir, y a las que tantas veces tenemos que agradecer el ejemplo que nos dan
de esperanza ante la adversidad. Pidamos bendición también para todos los que
colaboran con fe y entrega desinteresada en esta misión noble de justicia y
caridad, apostando cada día por la libertad y el desarrollo de la gente que más
difícil lo tiene, dando testimonio de coherencia de la Iglesia católica y
elevando el nivel civilizador de nuestra sociedad civil.
Y hoy, día del Amor Fraterno, pidamos
por la misma Cáritas, que tanto bien ha hecho y sigue haciendo por la comunidad
y por la propia Iglesia, para que nunca
deje de mejorar el servicio y no caiga en patologías peligrosas, como la del
narcisismo institucional, o la del activismo, o la del apalancamiento en la
inercia de las respuestas de siempre, o la tentación del pesimismo, o la del
desvío ideológico de la revolución pacífica y espiritual que es el
cristianismo, o la de tantas y tantas otras tentaciones y miserias que presenta
cada día la realidad. La inteligencia del amor es lo único que puede
iluminar hacia el bien este mundo, por eso es el verdadero imperativo
categórico, el mandamiento que resume todo y es siempre nuevo.
http://www.diariodecadiz.es/cadiz/imperativo-categorico-caridad_0_1126387827.html
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