jueves, 18 de febrero de 2016

No es posible recrear el mundo




“Súbete a un monte encumbrado, (…) / Alza tu voz sin miedo, / Di a las ciudades (…): / “Aquí está vuestro Dios.  / Aquí llega con fuerza el Señor Dios; (…) / Conduce a su rebaño como un pastor, / Lo va reuniendo con su brazo; / Lleva en su regazo a los corderos, / Va guiando a las que crían.” Is.40, 9-11

 Habíamos creído que podríamos confiar ilimitadamente, siempre, en una sociedad en continuo crecimiento, que garantizaría nuestro futuro  y el de nuestros hijos, pero, ya no es así, y se buscan desesperadamente, en río revuelto,  ideologías que aporten algo de luz y confianza en que el ser humano es capaz por sí solo de garantizar su supervivencia…



Así,  a los rencores presentes algunos  resucitan viejos enfrentamientos, odios, guerras… ignorando completamente la tutela divina, cuando lo que debemos hacer, por lo que más queramos, por nuestro propio bien incluso, es recurrir a ella, ya que todo lo puede.

Hemos caído de nuevo en el  gran pecado de la soberbia, los nuevos salvadores pretenden ser mejores que los que nos han conducido a esta crisis total, y pretenden imponer su ideología totalitaria (‘tonto y malo el que no adopte sus dictados’) en la que no quepa  ni siquiera la excelsa idea de Dios; Entre unos y otros, por dejación de sus deberes y malos servicios los anteriores,  por prepotencia y orgullo los que  quieren gobernar imponiéndonos a todos su ideología, están construyen  nuestro propio infierno.

Y Dios nos parece que calla, y es que no lo reconocemos, porque nos hemos desacostumbrado a escuchar su voz. Pero, a nuestro pesar incluso, Dios nos juzga silenciosamente, en nuestro interior, y como  hacemos un ruido ensordecedor,  no lo oímos, y mucho menos lo escuchemos… ‘Mas, la voz de Dios no estaba en la tormenta, ni en el fuego, ni en el rayo… es una brisa suave’,
humilde y servicial, pues hace lo que dice, no engaña. Me temo que cada vez estemos menos preparados, aunque tampoco dispuestos, a escuchar a la Verdad.

Antes la cultura clásica nos enseñaba desde niños a entender y aceptar el mundo, para mejorarlo e ir ascendiendo peldaños en la evolución histórica; ahora no entendemos nada, porque todo es  cercano, rastrero y relativo,  le falta perspectiva y estímulo,  no ofrece por tanto confianza tanto en uno mismo como persona como  en los demás como sociedad. A cambio se nos trata de imponer una ideología, halagadora pero  totalitaria.

 “¿No lo sabéis ni lo habéis oído?  / ¿No os lo han dicho desde el principio? / ¿No habéis llegado a entender / cómo se sostiene la tierra? / Él habita en el orbe terrestre / (…) / Despliega el cielo como un toldo / y lo extiende como tienda habitable. / Él convierte en nada a los príncipes  /  y transforma en nulidad a los gobernantes (…) /
¿Con quién me compararéis? / ¿Con quién me asemejaréis? /(…) /

Ved quién ha credo estas cosas /  El que saca a su ejército innumerable  / y llama a cada cual por su nombre. /  Tan sobrado de poder y de fuerza / que no puede fallarle ninguno (…) / 

¿No lo sabes, no lo has oído / que el Señor es un Dios eterno, creador de los confines de la tierra? / No se cansa ni desfallece, / su inteligencia es inescrutable. / Da fuerza al cansado,  / aumenta el vigor de los débiles. / Los jóvenes se cansan y se agotan, / una y otra vez tropiezan los mozos; / Recobran en cambio su fuerza, / Los que esperan en el Señor, / Alzan su vuelo como las águilas; / Corren pero no se cansan, / andan y no se fatigan.  Is. 40, 21-31
Amén.

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