miércoles, 31 de diciembre de 2014

¡Feliz Año Nuevo para todo el mundo!


Y aunque sea un tópico, y aunque muchas personas vivan en la calle, pues Feliz Año Nuevo para todo el mundo, pero especialmente para aquellos para quienes su esperanza está en las manos de otro; la esperanza en lo material, su sustento y su supervivencia.

Si muchos supieran que su esperanza, la que concede la tranquilidad y la paz verdadera, en lo más profundo de uno mismo, se vería acrecentada y sostenida en el cuidado de alguien que necesita de ellos, entonces seguro que no sólo el Año nuevo sería feliz, el mundo entero sería mejor.


A menudo estamos esperando que sean otros, que sean las instituciones, el gobierno, los políticos los que solucionen los problemas, los que garanticen el cumplimiento de los derechos de cada ciudadano. Pero eso es imposible, no sólo por la incapacidad de los gobiernos para dar satisfacción a todas las demandas, sino porque hay necesidades, meramente humanas, a las que sólo otra persona humana puede dar satisfacción.

Buscamos un mundo más justo y feliz, y vamos progresando, y para ello vamos  acumulando derechos humanos, al amparo de la ONU; pero,  es inaudito que tengamos que estar reclamándole que exija el cumplimiento de los derechos básicos en numerosos países, y peor aún, es indignante que tengamos que pedirle a la misma ONU que defienda el  derecho más básico de todos, el derecho a la vida, y a la naturaleza humana.

Quizá es un organismo demasiado grande, o babélico, por lo que resulta inoperante para articular una autoridad moral, digna de respeto para todo el mundo. Se ha convertido en cambio en un poder ideológico e ideologizado, desde el que grupos de presión quieren imponer sus intereses, no siempre claros,  y sin duda muy poco respetuosos con el derecho a
la libertad de pensamiento y de creencias. Es más, tratan de culpar a todas las religiones de ser causa de violencia, para justificar así su deseo de sustituirlas por una tolerancia y un relativismo formalistas, que implica la renuncia a la búsqueda de la verdad y aligera la conciencia y la libera del sentimiento de culpa.

Aunque haya que seguir luchando por los derechos, porque sabemos que en la práctica es  imposible darles cumplimiento de manera absoluta, no sólo por la incapacidad material y falta de voluntad política de los gobiernos, sino de la misma ONU, debemos entender que hay necesidades, meramente humanas, a las que sólo otra persona humana puede dar satisfacción, gratuitamente, sin imposición, en disposición permanente, acercándose a quien, al lado, necesita ayuda.



Feliz Año Nuevo, porque nos adelantamos a hacer el bien, indiscriminadamente, incansablemente, sin esperar que otros lo hagan antes,  por convicción, porque  ha nacido en todos y cada uno un hombre nuevo, limpio, humilde, absolutamente generoso.

domingo, 28 de diciembre de 2014

Los bienes que tengo y el bien que yo hago



                                                      Ilustração de Carlos Ribeiro

Existen varias carencias. Unos están privados de bienes esenciales, otros, teniendo mucho necesitan cada vez más, sienten un enorme vacío que les exige más y más lujos, en una insatisfacción profunda y constante. Esta pobreza es malsana, porque destruye a la persona desde dentro.

Vivir sin sentir necesidad es algo mucho más valioso que cualquier otro tesoro material. Es, por tanto, la actitud cara a lo que se tiene, y a lo que no se tiene, lo que determina la verdadera fortuna.

Hay quien se vuelve esclavo de sus riquezas materiales, quien se convierte en un miserable por causa de los muchos bienes que posee, de tan dependiente de ellos, de tan preocupado con la posibilidad de perderlos.

En verdad, el dinero es un medio excelente de revelarse las personas. ¡Para algunos es lo suyo desear tener siempre mucho, al fin de que su miseria sea siempre evidente para todos! La pobreza no quita la dignidad a nadie, en cambio la riqueza puede hacerlo con facilidad.

El mayor peligro que corre alguien que se expone a una vida de lujo es que puede dejar de apreciar las cosas simples de la vida (¡que son las más bellas!). Se vuelve difícil de agradar, pero, en vez de entristecerse por dejar de ser feliz con poco, cree precisamente ser un don, el de no conformarse sino con lo mejor.

El lujo sólo crea apetito de más lujo. Se trata de un deseo que, no siendo natural, es insaciable. Lo mejor es no alimentarlo nunca, pues sólo se hará mayor y más exigente.

Cuanto mayor fuera una casa o una fortuna, más inquietud y cuidado exigen… es raro encontrarse alguien satisfecho con lo que tiene.

Se comienza por preferir cosas innecesarias y en muy poco tiempo los pensamientos se tornan esclavos de una especie de gula emocional, donde el corazón parece correr tras las promesas de paz en una escalada de valores y refinamiento que es, en verdad, una pendiente, una caída… a lo peor de sí. Vamos perdiendo la capacidad de reconocer nuestro valor, aquel que está antes y después de cualquier posesión.

Invertir toda la vida en luchar por tener más de aquello que se necesita es una pérdida de tiempo y de vida, en la medida en que se podría (y debería) utilizar esos recursos al servicio de las cosas simples de la vida, aquellas que hacen la verdadera felicidad.

Debemos concentrarnos en lo que tenemos, agradecer cuando tenemos acceso a lo esencial, y procurar que aquello que excede nuestras necesidades pueda llegar a quien lo necesite.

Un hombre rico no es mejor que un hombre pobre. Ni lo contrario. Porque,  quien tiene más, puede dar más. Siendo que a quien es feliz, le basta lo necesario.

En verdad, la pobreza como la imaginan algunos ricos es mucho peor que la pobreza real, tantos pobres consiguen ser felices… así no les falta lo básico. Algunos incluso con menos de lo mínimo se contentan… O somos señores o esclavos de las cosas…

Es posible vivir en un palacio sin dejarse corromper por eso. Hay quien se sirve de sus bienes para ser una bendición en la vida de los otros, ese es rico, muy rico, en lo que importa. ¡Se es feliz, por haberse hecho pobre para que otros sean ricos… se es rico, por haber sido capaz de darlo todo!

¿Si es tan poco lo que podemos vivir y disfrutar, por qué deseamos siempre tanto?
¡Es casi imposible apreciar el dinero y la vida al mismo tiempo!

Quien sabe vivir bien con poco, sabe vivir bien de cualquier forma. Lo poco nunca es escaso.


La verdadera riqueza no resulta de los bienes que tengo, sino del bien que hago. La libertad más profunda es pasar del apego al desprendimiento.

jueves, 25 de diciembre de 2014

El voluntariado es bueno para la salud

Me envía un buen amigo este artículo del prestigioso psiquiatra Luis Rojas Marcos,  creo merece la pena leerlo, quizá los argumentos de la ciencia para recomendar el voluntariado como una fuente de salud, convenzan a alguno más que los argumentos espirituales, basados en el amor al prójimo, recomendado en las bienaventuranzas pronunciadas por el mismo Jesús, y exigido en el primer mandamiento de la Ley de Dios, que dice que el amor verdadero a Dios nos debe impulsar a amar al prójimo, al hermano, a todos los hombres… incluidos los enemigos.

El voluntariado es bueno para la salud


Todavía permanece imborrable en mi memoria una escena de aquel fatídico 11 de septiembre, en Nueva York, cuando miles de personas se apiñaban en las puertas de los hospitales exigiendo la oportunidad para rescatar a las víctimas de los escombros, donar su sangre para los heridos o aliviar la angustia de los damnificados. Cuarenta y ocho horas después de que se desplomaran las Torres Gemelas la lista de voluntarios y voluntarias sobrepasaba los 16.000.

El impulso a ayudarnos unos a otros en momentos difíciles no es nada nuevo. Gran parte de nuestra historia está escrita con sangre y no es razonable pensar que la humanidad hubiera podido sobrevivir a tantas hecatombes y violencias sin una dosis abundante de solidaridad. Pero aparte de su valor como mecanismo natural de conservación de la especie y de los frutos que aportan a sus receptores, las actividades voluntarias que canalizan nuestro amor al género humano son muy buenas para la salud de quienes las practican. Quizá sea éste el motivo de que entre los consejos más antiguos que se conocen destaque éste de fomentar el deseo libre que nos mueve a auxiliar a nuestros compañeros de vida.

La prestigiosa revista científica The New England Journal of Medicine acaba de publicar el primer estudio sobre los efectos psicológicos del ataque terrorista. Los resultados muestran que nueve de cada diez adultos estadounidenses mostraban signos de estrés traumático el fin de semana siguiente al desastre. Cuatro de cada diez, por otra parte, reaccionaron a la tragedia presentándose voluntarios para algún trabajo filantrópico. Sus esfuerzos para ayudar a los afectados, aunque éstos se encontraran en lugares muy distantes, les sirvieron para salir adelante en momentos de gran incertidumbre e indefensión.

Las labores voluntarias altruistas son un medio para mantener relaciones afectuosas, comunicarnos y convivir. Y está demostrado que la buena convivencia estimula en nosotros la alegría, alivia la tristeza y constituye un antídoto eficaz contra los efectos nocivos de muchas calamidades. Las personas que se sienten parte de un grupo solidario -bien sea una pareja, la familia, las amistades o una organización cuyos miembros se identifican y apoyan mutuamente- expresan un nivel de satisfacción con la vida más alto y superan las adversidades mucho mejor que quienes se encuentran aislados o carecen de una red social de soporte emocional.

Otro beneficio evidente de las ocupaciones voluntarias es facilitar la posibilidad de diversificar nuestras parcelas de felicidad. Una cierta compartimentalización de las facetas gratificantes de nuestra vida nos protege. Las personas que desempeñan a gusto varias funciones diferentes -por ejemplo, padre o marido en el hogar, trabajador competente, aficionado al arte o al deporte, o miembro de alguna entidad- sufren menos cuando surgen contratiempos. Una tarea voluntaria bien dirigida puede amortiguar el golpe de una desgracia familiar o de un fracaso laboral. Lo mismo que los inversores no arriesgan todo su capital en un solo negocio, es bueno diversificar la fuente de felicidad en nuestra vida.
Prestarnos desinteresadamente a ayudar a los demás repercute también en nuestra identidad personal y social. Estimula en nosotros la autoestima, induce el sentido de la propia competencia y nos recompensa con el placer de contribuir a la dicha de nuestros semejantes y el orgullo de participar en el funcionamiento o mejora de la sociedad. Las personas que se consideran socialmente útiles o sienten que tienen un impacto positivo en la vida de otros, sufren menos de ansiedad, duermen mejor, abusan menos del alcohol o las drogas y persisten con más tesón ante los reveses cotidianos, que quienes se sienten inútiles o ineficaces.

En palabras de la escritora francesa Simone de Beauvoir, la mejor receta para superar con entusiasmo y esperanza los retos que nos plantea nuestra irremediable vulnerabilidad es 'dedicarnos a personas, a grupos o a causas; apreciar a los demás a través del amor, de la amistad y de la compasión; y vivir una vida de entrega y de proyectos para mantenernos activos en el buen camino, incluso cuando nuestras ilusiones se hayan marchitado'.

A medida que se prolonga la duración de la vida y que la tecnología permite reducir el número de horas laborables, la calidad de nuestro tiempo libre se revaloriza y su influencia sobre nuestra dicha se hace más significativa. Se solía decir que el ocio es lo que hacemos cuando no estamos trabajando. Hoy el contenido de las horas libres se ha convertido en una de las fuentes más importantes de regocijo.

Las imágenes de gente implorando socorrer a las víctimas del siniestro del 11 de septiembre, me han hecho pensar que el voluntariado crecerá en el mundo y la sociedad no tendrá más remedio que acomodar esta nueva demanda. La razón: llevar a cabo una labor de voluntariado es saludable, no sólo suma años a la vida, sino también inyecta vida a los años.
Luis Rojas Marcos dirige el Sistema Sanitario y Hospitalario Público de Nueva York.


miércoles, 24 de diciembre de 2014

La fiesta de la generosidad


Intento escribir algo, no agradable, sobre la Navidad, porque así la sienten muchas personas, pero hay algo, que yo mismo he sentido, y que pocas veces he expresado en voz alta, y es el exceso, me molesta el exceso que hacen muchos, sobre todo los que más que celebrar el nacimiento del Niño Dios, se aprovechan de tan magno acontecimiento para darse un banquete “digno de reyes”.

Este exceso desfigura el gran acontecimiento que el mismo Dios quiso que sucediera de la manera más humilde posible. Siéndolo todo, porque es Dios, nació en pobreza extrema, pero se convirtió en riqueza para todos, pues el anuncio del ángel movilizó a los pastores hacia el portal, llevándole cada uno su presente; tampoco le faltarán presentes, propios de un rey, cuando lleguen los Reyes de oriente.

El exceso puede molestar a aquellos que no sienten ni celebran la Navidad, y sólo ven el despilfarro. Molesta también a los que no pueden celebrar la fiesta porque no tienen casa, ni con que hacer la fiesta, o ni siquiera tienen con quien celebrarla…

Pero el exceso también desborda en migajas, y aún no sobrándole hay muchos en estos días que dan cuanto pueden, para que los que no pueden proveerse por sus medios, no se vean privados de celebrar la Noche Buena y Navidad, sobre todo si hay niños. A estos también  se procurará que le lleguen los juguetes de los Reyes Magos.

Es la fiesta de la generosidad, mejor o peor entendida, más o menos espléndida, y esto merece la pena, porque Dios ha sido espléndido con nosotros enviando a su Hijo, nosotros nos sentimos agradecidos, aún no entendiendo ni aceptando la Navidad, muchos se suman a esta corriente de generosidad.

El mismo Jesús dirá, más tarde, que él no vino a traer la paz, que vino a traer la guerra, que por su causa habrá división entre unos y otros, incluso en la propia familia. Entonces ya me parece más normal que la celebración de la Navidad cause estos sentimientos opuestos y hasta enfrentados a veces. Y por esto precisamente merece la pena que nos esforcemos en celebrarla dignamente, sin excesos.



domingo, 21 de diciembre de 2014

Orgullo, el otro lado de la ignorancia




Ilustração de Carlos Ribeiro

El orgullo, la vanidad y la soberbia andan casi siempre juntos. ¡Son los aliados superiores de la ignorancia! El orgullo se coloca a sí mismo sobre la realidad. ¡Pero, no sólo se cree superior a los otros, además pretende que ellos compartan esa misma opinión, o sea, que todos piensen que él es el mejor! Más aún, por creerse tan superior, considera que puede tratar a los otros como suyos.

¡El orgulloso es una realidad hecha fantasía… de sí mismo!¡No se conoce! Es un ignorante de sí mismo, lo cual es la peor ignorancia.

El orgullo ve la humildad como una humillación.

La vanidad se sirve muchas veces de la caridad, de la generosidad y de la bondad. Las daña. Porque las hace agotarse en sí mismas, en la medida en que los destinatarios de las buenas acciones son meros medios y no fines. No se procura el bien del otro, sino servirse de él para conseguir algo para sí mismo. Egoísmo simple, con una vuelta más. ¡Pero, claro, ellos mismos, nunca se dan cuenta de esto!

En realidad, no hay personas altivas y personas humildes. Todos somos arrogantes. Los humildes son los que saben que lo son y quieren dejar de serlo, mientras los arrogantes ¡¡¡son los que se tienen por humildes y por eso no hacen nada!!!

La raíz de todos los vicios, el orgullo, es una maldad tremenda en la medida en que impide a quien le da vida contemplar la belleza y la bondad del mundo y de los otros. El orgulloso se cree tanto único como sublime… el mundo de los otros le es indiferente y, por eso, los desprecia.

La vanidad se enraíza en la idea de que la apariencia es lo más importante. Se deja vivir en el pensamiento de los otos, como una entidad divina.

El hambre de aplausos lleva a mucha gente a esconder (incluso ante sí mismo) su autenticidad, remiten a una oscuridad inquietante la verdad sobre sí. Cuando buscan el agrado a toda costa, se mienten incluso a sí mismos. Construyen torres altas, y viven allí, en lo alto, encima de todo, solos con su egoísmo. A veces caen desde  la cima… y se hacen daño. Mucho.

Cuidado. Los orgullosos heridos son peligrosos. La persona se vuelve casi insoportable, lleva consigo mil resentimientos, todos (d)escritos en el libro de los odios y de los rencores, y, a veces, explota en manifestaciones de la más refinada y fría venganza. En fin, la más triste de las amarguras.

La soberbia es siempre triste y desasosegante, una ansiedad en relación a lo que los otros sienten, piensan e imaginan, lo que dicen y lo que pueden decir sobre nosotros…

Todos tenemos un origen humilde y más vale ser estimado por aquello que se es, que ser admirado por lo que parece…

Está también la falsa humildad, que es la de quien se finge menos de lo que es para así disculparse para no cumplir con su deber. La verdadera humildad es audaz y no encogida, es generosa y no cobarde. Los humildes no son los tímidos, sino los artífices de las grandes obras, precisamente porque saben poca cosa y, por eso, son capaces de aprender y de arriesgar, sin recelo de la opinión ajena o del fracaso.

Quien cree bastarse a sí mismo no admira  ni estima nada más allá de eso, no cree si quiera necesario crear o permitir que nazca en sí nada nuevo y mejor… ¡al final, se considera igualmente perfecto!


Es esencial estar atento a lo que nos rodea. ¡El mundo está lleno de alegría, belleza y bondad! ¡Es necesario vaciarnos de nosotros mismos, dar lo que tenemos y somos, abrirnos al mundo, a los otros y a lo mejor, así, nace en nosotros! 

lunes, 15 de diciembre de 2014

ENCUENTRO DE VOLUNTARIOS DE CÁRITAS ARCIPRESTAL DE SAN FERNANDO. NAVIDAD 2014



Un año más hemos celebrado el Encuentro de Navidad,  como cada año este tiene sus particularidades, unas buenas y otras no tan buenas.

Empiezo por las no tan buenas, y así terminamos en seguida con lo negativo, que además se repite, y este año de una manera palpable ya que las ausencias fueron notables,  más de tres cáritas al completo. Si bien hay que justificar algunas ausencias por el fallecimiento del hermano Jesús, de la iglesia mayor, a quien deseamos que descanse en paz.

Las novedades dignas de destacar son precisamente los voluntarios asistentes, que valoran la necesidad de compartir unas horas de convivencia, y la elección del responsable de la charla,
 ni se extendió más allá de nuestra resistencia, ni nos defraudó en cuanto a su contenido y provecho.

Comenzó su intervención el P. Silvio, párroco del Buen Pastor, expresándonos sus dudas sobre el contenido de la charla, “hablaré de lo que pueda”, dijo, y sugirió que nosotros propusiéramos el tema. Como es costumbre hoy en día, comenzó poniéndonos un corto, breve, menos mal, y luego hizo unas preguntas, que más cortesía intentamos responder algunos. Viendo que el público no le iba a facilitar las cosas, comenzó en serio su exposición, y resultó de una claridad meridiana, y de una oportunidad evidente.

El punto central de su exposición consistía en dar razón del por qué de Cáritas, en bucear en la búsqueda de su identidad, para encontrar su origen en el misterio mismo de Dios, en su muerte y resurrección, demostrando así que la vida es más fuerte que la muerte.

Aprovechando la enseñanza del corto resaltó el P. Silvio la importancia del lenguaje de los
gestos  en nuestras acogidas, somos responsables de nuestros gestos y su incidencia en la persona que nos pide ayuda, y también de saber interpretar los gestos del demandante para darles la satisfacción más adecuada a sus necesidades.

Pero, desvivirse por alguien no es una tarea fácil, ni gratificante siempre; a veces se producen fracasos, abandono, e incluso la muerte, y no sabemos encajarla ni aceptarla; no ver el resultado nos desanima. Si existe la muerte no merece la pena molestarse…

Como ha dicho al principio, Cáritas tiene su por qué, y su esencia es la participación en la fiesta cristiana de la resurrección, que cree que la vida es más fuerte que la muerte.

La celebración de la Navidad responde a esta misma idea, y Cáritas, con sus atenciones hacia los menos favorecidos, cree en la promesa de la vida, y además encuentra en la Virgen el modo seguro de encontrar a Dios, y la prueba de delicadeza de trato de Dios para con ella y todo aquel que lo acoja.

De una manera muy pedagógica pasó el P. Silvio a explicarnos el gran misterio de la Anunciación y la Encarnación, apoyando sus palabras en las imágenes del cuadro de  fray Angélico (al que quieren beatificar, nos dijo). En el cuadro está representada la historia completa, la razón de la Encarnación. El la parte izquierda del cuadro está representada la situación primordial del hombre, que vivía en el paraíso en comunión con Dios,  pero el hombre rompe esa comunión y se vuelve mortal. Dios los expulsa del paraíso, pero no los abandona, su espíritu está siempre presente, y también envía al arcángel Gabriel que se inclina ante una mujer, ante María.


Dios acompaña al hombre e interviene en la historia, pero no se impone, le deja libertad para elegir el cielo, donde hay un humano que acepta la voluntad de Dios allí está el cielo. María es dócil y deja hacer a Dios. Así la Navidad es la nueva creación, que se basa en el sí de María, que está con Dios. Cuando el justo escucha a Dios…

El voluntario, con su vulnerabilidad, da testimonio de que la vida es más fuerte que la muerte, auque algunos se pierdan.

Una charla, interesantísima, provechosa, oportuna en el tiempo para saciar la sed de palabras clarificadoras del Gran misterio de la Encarnación y la Natividad, así como para alentarnos en nuestro voluntariado, que en esta época del año requiere un esfuerzo mayor. Y finalizó con una oración muy popular: Bendita sea tu pureza…

A continuación, sin solución de continuidad…o sea, sin levantarnos del asiento, nuestras impresionantes técnicos (después de voluntarias), nos presentaron la campaña de cáritas para los tres próximos años. El comienzo es muy sugerente, y enlaza con el fondo de la charla: “¿Qué has haces con tu hermano?”, así, en presente, para llamar la atención sobre nuestros modos de vida, de todos y cada uno de los mortales. El resto es una síntesis impactante de las cifras y datos del informe Foesa de este año, y que no ha dejado indiferente a nadie, y tampoco al gobierno.



No pudo ser la Eucaristía, y hubo una demanda espontánea para que se haga la próxima vez sólo para nosotros y sin desplazamientos, ganando un poco de tiempo para la convivencia, que siempre resulta algo escasa, o se reserva para el final con el ágape. Ahí queda la propuesta.

domingo, 14 de diciembre de 2014

La rabia es señal de debilidad




                                                        Ilustração de Carlos Ribeiro

La furia es una locura pasajera. Un deseo ciego e implacable de venganza que provoca, muchas veces, un mal mucho peor que la insignificancia que lo originó.

El que se deja llevar por apetito y deseo de violencia, creyendo encontrar en la agresión una buena respuesta, en poco tiempo pierde el control de sí mismo, da rienda suelta a los impulsos, ya no es capaz de dominarse, y, por lo tanto, sólo parará demasiado tarde.

Casi siempre el motivo de ira es una sensación de injusticia que busca una inmediata compensación, buscando equilibrar un desequilibrio  con algo aun más desequilibrado.

Del mismo modo que la lucha, la rabia es un reflejo emocional que se puede volver permanente… Así, si hay luchas que no acaban, también hay personas que andan siempre enojadas. Aún sin grandes motivos para la cólera, parece que no se dan nunca a sí mismas la alegría de andar en paz. Utilizan los tiempos que serían de descanso para pasar revista a los peores momentos e imaginar estrategias para castigar a todos y todo. Estas personas sólo pueden estar alegres en la hipótesis de que aplicaran con éxito todas las penas que imaginan… pero, en verdad, de esta forma sólo consiguen que la ira se apodere de ellas y así van perdiendo lo que son, llegando al punto de no recocerse ya sin esta rabia profunda que les mata el corazón.

Son siempre los más débiles los que encuentran en la violencia un medio de hacer valer lo que creen ser sus valores.

Hay gente que pisa a los otros sólo para ser superior a ellos. En verdad, se hace aún peor. Porque si ya era bajo, ahora se nota más. La verdadera nobleza de alguien no es vencer a los más fuertes, sino levantar y cuidar de los más débiles.

Vivimos en un mundo con muchas razones para irritarnos… pero  andar airados es una pérdida de tiempo. La vida es demasiado corta para ser vivida en estado de pánico. Porque, además, al contrario de otras emociones, la ira contribuye de manera mucho más efectiva al malestar de los que rodean a quien se somete a ella.

La respuesta a una injusticia, debe ser siempre una forma de prudencia. Corregir a alguien no implica necesariamente de la rabia. Nunca se debe dar respuesta al mal que se hizo en el pasado, sino crear una forma de perfeccionar y mejorar el futuro. No puede ser nunca para el mal de la persona, pero, sí, para el bien. De todos.

Cuando a pesar de todo no conseguimos equilibrar nuestras emociones, es importante que, por lo menos, consigamos mantener la lucidez de garantizar que nos acordamos de todo y de cada pequeña cosa   que hicimos a fin de, más tarde, con toda la calma, sinceridad y arrepentimiento, pedirnos las debidas disculpas, con el compromiso de que el futuro va a ser la promesa del pasado…

Cuando admitimos nuestros errores con sinceridad y comprendemos sus mecanismos, disminuimos la posibilidad de repetirlos.

¿Por qué razón alguien escoge vivir con odio en vez de vivir la alegría?

La ira es una debilidad. Los que pretenden hacerse pasar por fuertes… son siempre débiles.

No siempre es la aspereza del mundo lo que nos hiere, a veces somos nosotros mismos los que estamos demasiado sensibles. Es esencial que nos fortalezcamos a fin de no irritarnos por insignificancias, pues, a veces, la furia, ella sí, causa grandes desastres. Es como un abismo que llama a otro abismo, muchas veces lo que comenzó con una irritación sin importancia acaba en una verdadera tragedia.

Es preciso cultivar la dureza interior, pues los gusanos nacen en las tierras flojas.

La mayor parte de las veces lo que nos enfurece ni siquiera nos provoca mal alguno. Es, sólo, algo que aborrecemos… sólo porque no es como esperábamos. Siendo que, igual en los casos en que se produce un daño, la rabia de la respuesta perdura, casi siempre, mucho más que él!

Tenemos que convencernos de que las cosas no acontecen siempre como nosotros las deseamos y… más importante aún, ¡que eso no es ninguna injusticia!


¡Claro, todos tenemos derecho a una insania una o dos veces por año, pero no una vez por semana!

miércoles, 10 de diciembre de 2014

Job vive


Cuando yo llegaba hoy a la oficina ya estaba la tertulia animada, y centrada en un hombre, de mediana edad, que hablaba y gesticulaba acompasadamente, de modo que tenía pendiente de sus palabras a todos los oyentes, incluso los que más hablan a diario, hoy sólo interrumpían tímidamente de vez en cuando, más para expresar su admiración o conocer cómo había llegado a esas conclusiones y por qué.

Cada respuesta era una información sobre su vida. Iban sumándose más oyentes, y la curiosidad era creciente, rozando cierta perplejidad a veces, ¿¡cómo era posible que este hombre, con esa capacidad mental que dice tener, y que yo no me atrevo a cuestionar, sea un sin techo!? Esta misma duda le manifestó directamente uno de los oyentes, de los que más habla a diario. Estaba estupefacto, mudo, asombrado. (Bueno, hoy este admirador estaba de capa caída, con los pies mojados, además de haber dormido en un cajero… ¿se estará encontrando por fin consigo mismo?)

Pero sigamos con la novedad. El hombre nuevo, es un hombre de medina edad, procede de una mezcla de razas y culturas, ha vivido en multitud de lugres, ha conocido todos los estratos sociales, tiene estudios elevados e interdisciplinares, ha realizado el camino de Santiago seis veces, completo, hasta Finisterre. Es capaz de ayunar durante cuarenta días, y es vegetariano. Gran conocedor de la Biblia, su  personaje modelo es Job, después de Jesús, naturalmente.

 ¿Y por qué es Job? Quizá lo sea por varios motivos, pero al ser preguntado respondió que quién iba a ser su modelo cuando él había perdido a toda su familia en un accidente, a su mujer, embarazada, y seis hijos, por culpa de un borracho…hace unos dieciséis años. Él jamás renegará de Dios, cuando vengan los infortunios se arrodillará e implorará la ayuda de Dios, porque, repite una y otra vez, Él es el camino, no hay otra forma de salvarse, y pronto vendrá con todo su poder, al final de los tiempos…

Me atreví a interrumpir su discurso cuando trataba de explicarnos  que el fin del mundo está próximo, y acudía para probarlo, a los mayas o a las profecías de Malaquías; le dije que si era cristiano, debería saber que Jesús mismo dijo que no sabríamos el día ni la hora, que lo importante es que nos esforcemos en vivir dignamente. No le pareció mal, pero siguió con su tesis, ya que seguramente la tiene bien construida en su cabeza, capaz de relacionar y sintetizar los más variados conocimientos, y distingue perfectamente entre fe y razón.


En cualquier caso él no da muestras de tener prisa, pues sabe sacarle partido a la vida, y además comunica a los que quieran escucharle cuanto sabe, sin esperar recompensa alguna.

domingo, 7 de diciembre de 2014

La locura de la paciencia




                                                     Ilustração de Carlos Ribeiro

En los sueños casi nunca se espera. En el mundo irreal, los deseos y las voluntades se concretan de forma casi inmediata. En la vida real, el día a día, la paciencia es esencial a quien pretende alcanzar algún bien. Tenemos que tener el coraje de la esperanza, contra el cual pueden siempre poco las maldades de este mundo y de los otros, así como las angustias y la desesperanza de nuestro corazón.

Esperar es una especie de oración. Una creencia que se extiende en el tiempo y se renueva, a veces sin darnos cuenta. Una construcción gota a gota. Lo que es bueno… se conquista.

Hay un tiempo para todo y para cada cosa. Para lanzar la simiente, después para esperar, y a continuación para recoger. Después, esperar un poco más y sembrar. Esperar. Recoger. Esperar. Sembrar…

La impaciencia hace imposible la construcción de algo que permanezca más allá de los sueños del momento. Sólo la esperanza, cuando se alía con la paciencia, construye lo que permanece.

Nuestra existencia exige una fe paciente más que fuerza bruta o apasionada

La esperanza es la esencia de los héroes. Es la fe que nos mantiene orientados, sabiendo siempre donde nace el sol, portador de la luz que pone fin a la noche y nos despierta. El naciente.

Es ese rumbo que determina el significado de nuestra vida y el valor de cada uno de nosotros. Lo que somos depende de aquello por lo que, en los días y noches de nuestra existencia, decidimos luchar.

Pero la paciencia, cuando es puesta a prueba, disminuye. Es pues esencial que sepamos reconstruirla después de cada combate. Que tendremos esperanza por nosotros mismos es un excelente principio de la felicidad.

Algunas veces se confunde esperar con no hacer nada. Pero quien espera ya está realizando, porque no tiene tiempo, la promesa de su esperanza se cumple en la eternidad.

Muchos son los que desisten de sí mismos a la primera contrariedad, a la segunda noche o en el medio de un desierto cualquiera de la vida. Tener esperanza es, muchas veces, una locura. Implica hacer frente a las evidencias aparentes más allá de todos los sufrimientos reales.

En la vida hay primaveras e inviernos, otoños y veranos. Todo pasa… Sólo el amor y la verdad se renuevan. A ningún hombre le es posible dominar el tiempo y conducirlo como en los sueños. Somos cogidos por sorpresa, a veces sin darnos cuenta, hasta que aprendemos que nuestra vida depende mucho más de lo que hacemos nacer en nosotros que de aquello que creemos merecer.

¡Hay quien tiene miedo de tener esperanza y hay también quien tiene miedo de no tenerla!

La paciencia, mucho más que la fuerza, es la esencia de las grandes obras… y la vida de cada uno de nosotros es una opera prima. La única. Que debe ser trabajada, mantenida y perfeccionada hasta el último instante.

Hay quien no sabe sufrir. Hay hasta quien prefiere morir a tener que enfrentarse de forma paciente a los dolores de una larga agonía cualquiera… Las amarguras de la vida son parte de ella. La alegría es sólo la mitad de la felicidad. Además porque, en verdad, nuestra vida es mucho más de lo que parece…

¡No importa cuanto tiempo vivimos. Lo importante es la amplitud de la existencia, a qué profundidad y altura decidimos vivir, con que largura y anchura construimos nuestro mundo!

La paciencia y la esperanza, más que esperar que algo acontezca en el mundo, transforman el interior de quien las tiene, preparándolo para lo que ha de ser. Para lo que, en el fondo, ya es. Así sabrá mantenerse firme en la certeza del futuro que espera y por el cual está dispuesto a sufrir. Al final, ningún flagelo es mayor que la esperanza de la paciencia más profunda!

Nada en esta vida es estable. Un breve instante es tiempo suficiente para que lo imposible se haga real. Para el bien y para el mal.


El amor lo espera todo. Incluso con poco se vive bien, cuando se espera lo infinito.

martes, 2 de diciembre de 2014

La caridad empieza por casa

(Rectificación:  retiro la frase "despido improcedente", y la acusación de despido, y pido disculpas a quienes hayan podido sentirse ofendidos)

Me siento muy a gusto aquí, en San Fernando, mi pueblo de acogida  donde menos tiempo he vivido, y sin embargo, es donde me gustaría permanecer el tiempo que Dios quiera, y lo digo porque, he comenzado a airear que quizá me tenga que ir de San Fernando, para seguir ayudando a mi hijo, así que si  tuviera que irme, podéis echarle la culpa a la crisis, y no sólo la económica…

Algunos amigos, que sé que me aprecian de verdad, me han  pedido  que no me vaya. Pero, no creo que todos los que me conocen piensen de la misma manera, incluso alguno pensará que “al enemigo que huye…” Pero no es ninguna huída. He dedicado gran parte de mi vida y de mi tiempo en este pueblo a Cáritas, en distintas parroquias, y sobre todo en el Programa de Personas sin Hogar, donde he estado de manera continuada, muy a gusto, durante algunos años.

Todo esto viene a que no me apetece decir lo que tengo que decir, ya que son esas cosas que en algún momento  molestan y hasta  duelen. Es cierto que he aprendido mucho desde que empecé, y sólo tengo agradecimiento por encima de cualquier descontento. Por otro lado son tantas las dificultades que hay que superar en la práctica del voluntariado, que si no las hubiera superado o soportado, pues quizá entonces el que verdaderamente habría fallado era yo mismo.

Por encima de todo admiro la labor de Cáritas, y por eso le he dedicado mi voluntariado. Y es precisamente esta admiración la que hace que me exija a mí mismo estar lo más preparado posible para atender de la manera más eficaz, pero sobre todo en el modo más adecuado y respetuoso de acoger a personas que necesitan ayuda. Me esforcé en que esta exigencia fuera sólo para mí, y traté de respetar y  aprender de otros voluntarios, con  más tiempo y experiencia que yo; pero llega un momento en que hay que afrontar la verdad y llamar a las cosas por su nombre.

Hoy mismo precisamente,  me he enterado de lo que le ha ocurrido a un compañero, y no me puedo contener. Nunca me ha gustado airear problemas de cáritas o de la Iglesia en general, pero hoy voy a romper esa costumbre. Lo que tanto me preocupa es la “extraña” relación entre algunos equipos de cáritas con sus presidentes, los párrocos. Y digo algunos, porque hay parroquias donde están a gusto y se esfuerzan por mejorar. Y digo “extraña” porque no tiene ningún sentido que se de esta relación tensa, algunas veces, y casi siempre poco satisfactoria, entre el cura y los que se dedican precisamente a la caridad con los más necesitados, los preferidos de Dios. Y hablo sólo de San Fernando,  y de lo que conozco directamente.

Lo que más molesta de algunos párrocos, y no a mí sólo, naturalmente, si no no estaría escribiendo de esta manera, es la falta de atención y apoyo en determinados momentos, tanto a los voluntarios como a los acogidos. La carencia de voluntarios conlleva la sobrecarga, desgaste o cansancio, en alguno de ellos, y  esta ha sido precisamente la causa por la que mi compañero y amigo,  ha tenido que dejar el equipo, y es el tercero que deja ese equipo.

La caridad empieza por casa. Una persona que se ha dedicado a este servicio en cuerpo y alma, necesita un reconocimiento, y puede seguir colaborando en lo que él se sienta útil, si así lo deseara, no se le deja ir con la sensación de despedido o inútil, en la Iglesia no es admisible.

Cáritas de San Fernando está haciendo mucho bien, sin duda, por eso merece que los equipos se esmeren, y se les mime, y se relacionen entre sí de manera  fluida y espontánea, y disminuyan las diferencias en lo que ofrecen y cómo lo ofrecen. ¡Ah, si fuera posible la fusión algún día, para que el bien común y la igualdad de trato a los necesitados sea una realidad! Para eso habrá que acabar con las diferencias, los personalismos y protagonismos en cada una de las  parroquias y entre las once parroquias de San Fernando, que tampoco son tantas...pero todas son Iglesia.

El egoísmo es un miedo a amar




                                                  Ilustração de Carlos Ribeiro

El amor puede llegar a nuestro corazón viniendo desde el cielo… pero nunca sirve para nosotros mismos. Debemos hacerlo llegar  a quien necesita de él, amando con un único fin: la felicidad de aquella persona concreta.

Hay quien llama amor al impulso básico de la pasión fulminante, que en la atracción física posesiva, casi incontrolable, procura satisfacerse, consumirse y saciarse…

Hay también quien piensa que el amor es una alegría, que resulta de la unión de dos voluntades que procuran estar juntas y comparten momentos, esperanzas, dolores y sueños. Siendo que, aquí, según dicen, sólo hay amor si los dos deseos se encuentran en sintonía. El amor será entonces, para estas personas, algo que no existe completo en ninguno, que sólo existe cuando los dos deseos concurren al mismo fin. Será por tanto algo que resulta de un trueque, de una doble entrega de uno a otro, de tal modo que cuando una de las partes falla todo pierde sentido y valor.

Tal vez el verdadero amor sea algo diferente. No busca satisfacerse, ni persigue cualquier retorno. Es desinteresado, gratuito y se da sin condiciones. Sólo esta pureza es capaz de crear verdadera felicidad a quien lo recibe… y una, tal vez aún más profunda, a quien tiene el coraje de elegir, vivir y dar.

¡Se necesita mucho coraje para amar. Pero, después, el amor vence todos los miedos!

Los egoístas tienen miedo de amar. Creen que se bastan a sí mismos y que los otros son sólo sus instrumentos de placer. Exigen todo de los demás, abren sus puertas sólo para recibir. Pero nunca son felices, porque aunque les entreguen todo, eso será siempre poco… una breve sonrisa de pequeña satisfacción y luego se plantean una exigencia mayor. Pero quien no es capaz de dar, tampoco consigue recibir, desconocen así la felicidad de ser amados. Creen que ser fuerte no es levantar a otro, sino derribarlo… ni sueñan lo que es el amor.

Los egoístas son cobardes. Usan a las personas, huyen de los compromisos. Les asusta el peligro de amar. El ridículo y el fracaso, sospechan de mil maneras, sin que nunca se den cuenta de que alguien así es siempre víctima de sí mismo. Incapaces de comprender que sólo la vida que es vivida por los otros tiene sentido.  Que sólo por el amor se llega a la felicidad profunda y verdadera, aquel que lejos de los placeres del momento, se yergue más alto que el cielo.
El egoísmo es una especie de pasión que se va apoderando de la persona. Se desconfía de todo. Se teme el futuro. Se llora hasta, por la frustración del mundo y de los otros, y no comprenderán la necesidad enorme que se siente de ser levantado hasta la felicidad. Pero el egoísmo no hace nada sino esperar a que alguien generoso lo venga a servir.

Creen que guardando el amor que hay en su corazón para sí mismos, nada sufren y de todo gozan. Cuando, en verdad, así viven el mayor de los sufrimientos: una vida sin amor.

Nada viene por casualidad, nada sucede sin causa. Si existe amor en nosotros, es para que amemos de verdad… para que la felicidad que despertamos en los que amamos, trasborde y que, con ella, consigamos amar aún más.

Claro que nadie está obligado a hacer cosas imposibles. Pero, en verdad, ¿es que hay cosas imposibles? ¡El que ama, cree!

Todo los días morimos, nacemos y debemos amar.

El tiempo de nuestra vida es precioso, porque nada es más veloz que nuestros años. Después de la noche que a todos nos espera, ni las montañas, ni el mar permanecen… sólo el amor de que hubiéramos sido capaces.