Hace apenas dos días ha nacido una niña, hija de la
Providencia. Los instrumentos necesarios de los que se ha valido la Providencia
han sido: la madre valiente, el Albergue
Federico Ozanan, Red Madre y el Proyecto Diocesano de Cáritas para personas sin
hogar de San Fernando.
Han sido nueve meses duros para la madre, acogida ya antes,
durante y después del parto en nuestro albergue, pero ha logrado dar a luz con total naturalidad
una hermosa niña, superando todas las dificultades, que no han sido pocas. Es
una noticia extraordinaria que la vida haya seguido su curso, y que tanto el
albergue Federico Ozanan como la asociación Red Madre y Cáritas hayan contribuido, cada uno con sus
medios, profesionales y voluntarios, a que el nacimiento se haya producido con
normalidad.
Tiene un gran mérito D., la madre, porque desoyendo los consejos a favor de la
interrupción del embarazo aceptó la ayuda que se le ofreció para llevar
adelante ese proyecto de vida. Una vida, pueden pensar muchos, que no merezca
la pena, ya que la madre no puede ofrecerle una vida normal, porque ella no la
tiene, y no cuenta con medios propios para cuidarla. Por eso vive en un
albergue y tiene que dar muchos paseos, subir muchas veces la calle empinada,
para atender sus necesidades de embarazada, acudir a las citas
médicas en Red Madre, la
seguridad social o a la farmacia.
Y todo lo ha hecho siempre de buen humor, por eso ha contado
también con la ayuda y la amistad de las compañeras y compañeros del albergue.
No he apreciado jamás que nadie la molestara o su estado le incomodara, más
bien todo lo contrario, no le han faltado palabras de ánimo, bromas incluso, etc.
No cabe duda que existe una gran solidaridad entre las personas sin hogar,
especialmente cuando alguno se encuentra en dificultades importantes.
Parecía que no iba a llegar el día y la hora, sin embargo,
gracias a Dios, llegó, y todo ha salido bien, la madre y la niña están
perfectamente.
La Providencia ha permitido que nazca un nuevo ser, ahora le
toca también a la sociedad, por medio de las instituciones y profesionales, acogerla,
cuidarla y darle un futuro como se merece cualquier ser humano, y para que no conozca
la marginación.
Solo queda desearle lo mejor a la madre y a la hija, juntas
o por separado, lo que convenga más a las dos, aunque tengan que llevar vidas diferentes, y dar las gracias a
cuantos han contribuido al feliz nacimiento de esta niña, hija de la Providencia, a Quien rogamos que continúe protegiendo esta vida a lo
largo de su existencia.
Buen artículo. Yo también me alegro que todo haya salido bien
ResponderEliminar