José Luís Nunes Martins
Comenzamos a desconfiar del sentido de la vida que nos ha
orientado hasta este punto, la familia y el trabajo ya son fuentes de varias frustraciones.
Todo lo que nos daba seguridad es visto
ahora como traicionero.
El cuerpo deja de funcionar tan bien y nos damos cuenta
de que estamos pasando por medio de la
vida, una especie de valle que tenemos necesariamente que atravesar.
En el intento de que la crisis pase de prisa, abandonamos
los lugares y los momentos que en otro tiempo eran los espacios y los tiempos
donde nos sentíamos mejor… como si el problema estuviese en ellos.
Los por qué y los para qué son muchos y gritan dentro de
nosotros. La falta de respuesta crea aún más inseguridad y el contexto empeora.
Las crisis de sentido suceden muchas veces, a lo largo de
la vida. En algunos momentos, exigen solo un esclarecimiento, en otras una
reordenación de prioridades, pero también existen aquellas en que, como todo se
pone en duda, es necesario clarificar y destruir todo, desde la raíz.
La crisis de la media edad o de la madurez es un
terremoto profundo, se sumerge en miedos y sueños que estaban enterrados hace
ya muchos años. Todo vuelve a la vida y estas sombras comienzan a hablarnos e
intimidarnos.
Algunos de nosotros evitamos mirar hacia dentro de
nosotros mismos. Culpan al mundo y los demás de todas las desgracias de su
momento. Creen que no han cometido error alguno, mientras son capaces de hacer
listas completas de todos los errores de cada uno de los que están alrededor. Y
mientras combaten así a los otros, andan lejos del problema real…
Otros fingen que están bien, optan por pasar de largo de
sí mismos y creen que el problema se resolverá solo. Poco a poco se vuelven tan
amargos que se tornan insoportables.
Aún hay otros que tratan de que el interior cambie a
través de mudanzas exteriores. Y tratan de alterar as circunstancias, como si
nuestro corazón solo fuese un reflejo de los que nos rodea. Claro que nunca
resulta, pero no desisten y saltan de mudanza en mudanza… hasta quedar
agotados.
Este es el momento de hacer algo diferente a todo lo que ya
se ha hecho. Necesitamos encontrar un momento en nuestra existencia donde
podamos tener paz, vivir con sosiego y donde las heridas de tantos años de
lucha puedan, por fin, sanar un poco más al fondo .
Este lugar que buscamos no es un espacio físico, es una
luz que nos permita mirar la verdad de nuestras circunstancias, así como de
nuestro pasado, presente y futuro. Admirando y aprendiendo, por más que nos
cueste perder los autoengaños que nos daban tranquilidad.
Una cuarentena. Tiempo donde se debe purgar el egoísmo,
so pena de corrompernos por completo.
Los que tratan de darse una nueva adolescencia, no
percibiendo que eso, terminada la euforia, solo los hará sentir aún más desatinados,
más diferentes de sí mismo. La media edad es un ultimátum para que decidamos si
nos cerramos a nosotros mismos o si nos abrimos para hacer caminos rumbo a
nuevos horizontes.
Y doloroso es reconocer que las soluciones que resultaban
y nos animaban ya no funcionan. Este aparente fracaso hace aún más importante
que encontremos respuestas eficaces para devolvernos la armonía y la
tranquilidad, por las cuales, ahora, más que nunca, deseamos.
Esta etapa de la vida es un mar impetuoso que importa navegar
en el sentido de, a través de él, alcanzar una tierra de nosotros mismos por descubrir.
La angustia es la forma de obligarnos a aprender a vivir
con la verdad, después de que veamos destruidos los castillos de ilusiones que
fuimos creando para nosotros mismos.
El amor nunca nos es extraño. Incluso cuando creamos que
no existe o que no tiene sentido, él se hace presente. Es importante reconocer
que el silencio significa respeto por nuestra libertad y no indiferencia.
La media edad es tiempo de sumergirse en sí mismo. Un
regreso a la fuente de la vida en nosotros. Una renuncia a las máscaras
interiores y alas armaduras íntimas con que aprendemos a defender nuestro
corazón de la verdad de la vida. Algunos llegarán, a costa de tantos muros y
murallas, a volver a su intimidad inaccesible incluso para sí mismos. Pero hay
un punto en la vida en que estas defensas caen… y es que llega el tiempo del
despojamiento.
La serenidad es esencial para superar cualquier crisis.
No significa paz interior, sino una voluntad firme y atenta que busca descubrir
la salida del caos. No es relajamiento, sino concentración. A veces, se trata
solo de un esfuerzo para no valorar lo que no sirve, mientras no se encuentra lo
que tiene valor.
La media-edad es tiempo de ser cada vez menos yo mismo,
de abandonar las ilusiones respecto a mí mismo y, pasadas las desilusiones,
ceder el paso para que el cielo me llene.
La vida es un camino siempre adelante, por más vueltas,
subidas y descensos que parezca que hay.
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