sábado, 12 de octubre de 2019

Los teléfonos causan dependencia y tristeza



José Luís Nunes Martins


Out 11, 2019 - 17:04

Las consecuencias de esta dependencia son enormes. No hay un pedazo ni resquicio de nuestra vida donde el teléfono no esté presente y no se tenido como algo valioso.

Las tecnologías de la comunicación abren puertas, pero cierran muchas otras, algunas de ellas esenciales.

Es importante que aprendamos a utilizar eta arma con sabiduría, para no ser víctimas de nuestra ingenuidad.

Nos puede parecer que perdemos la capacidad de estar solos, en silencio, solo pensando… y recordando o soñando… Como si nos hubiese robado el aquí y el ahora. Necesitamos un auxilio que nos ayude a pasar el tiempo, como si el tiempo fuese una cosa más que hay que combatir. Como si nuestro yo fuese desagradable y necesitáramos una distracción que nos mantuviese lejos de él. ¡Una especie de tirano disfrazado del mejor amigo!

De tiempo en tiempo vale la pena parar. Retirarnos, pensar en paz en lo que queremos para nosotros mismos, cuál ha sido la raíz de nuestras elecciones y en cuanto de lo que existe de negativo en nuestra vida puede ser mejorado. En esto, ni en el tipo de gama de la tecnología nos puede ayudar. No hay página en internet ni aplicación que nos pueda servir… ¡Pero el botón donde se apaga el aparato puede ayudar!

Las tecnologías pueden darnos todas las informaciones, pero no determinan la forma como debemos interpretar y valorar. Nuestra existencia es una respuesta a lo que sucede a nuestro alrededor, no una mera consecuencia de las circunstancias. Aprender a sentir, pensar, actuar y reconducir es esencial si queremos ser felices y vivir nuestros días cada vez mejor.

¡Nadie nos conoce mejor que nosotros mismos, nadie nos puede ayudar tanto como nosotros mismos, solo necesitamos de oportunidades y alguna práctica! Cada uno de nosotros tiene un mundo dentro de sí, montañas, mares, desiertos, selvas, planicies, playas… y todo lo demás. Vale la pena viajar por allí. A pie y en helicóptero. Poniendo nuestra atención en las flores más pequeñas como en los horizontes más lejanos. Conociéndonos a partir de lo que ya somos.

¿Cuántas conclusiones podemos sacar de las lecciones que la vida ya nos ha dado?

Los teléfonos y los ordenadores no sirven para nada de esto. Nos dan solo novedades, pero ¿cuántas de esas noticias son verdaderamente importantes?

¿La sed urgente de informaciones actualizadas es señal de que estamos atentos al mundo distante y a los otros o… huyendo de nosotros mismos y de aquellos que no están cerca?

¡Sabemos lo que los demás andan haciendo. Y es eso lo que nosotros hacemos!

Lo más importante no es estar siempre alerta máxima, sino conseguir vivir de forma calma y en paz.

Nos venden esperanza de perfección y nos creemos que la felicidad está a tres o cuatro cliques de distancia, solo tienen que ser los acertados… nos angustiamos porque nunca acertamos. Serán necesarios inmensos fracasos hasta que algunos perciban que la verdadera alegría no brota de ninguna pantalla, por mejor que ella sea.

Parece más fácil confesarnos tras de un teclado, ¿pero, porqué será que de ese modo no sentimos la falta de la mirada y la presencia de otro? ¿Será que nos volvemos incapaces de ser humanos? ¿O dejamos de creer en el amor de los otros?

El amor es mucho más que lo visible. Más que las palabras o imágenes, es invisible y potente como el viento, que nada dice ni se deja ver. Solo sentir. Cuando estamos presentes.

Hay quien se pasa el día echándose fotos a sí mismo. ¿Por qué y para qué? ¿Qué quiere decir esta voluntad de aparecer? ¿Será hambre de amor? ¿Del verdadero yo  o solo del que se ve?

Los teléfonos son muy obedientes, pero siempre están seduciéndonos. Nos prometen el universo entero, pero, en verdad, nos roban el tiempo y la atención que necesitamos para vivir el mundo a nuestro alrededor. Son inteligentes, ¿Pero no debemos nosotros ser más inteligentes que ellos?

Cada vez son más los que pasan el tiempo con la cabeza baja, no están mirando la profundidad de la vida, sino mirando para un aparato que nunca va más allá de la superficie de la realidad.

¡Aprovechemos cada día, porque cada día es una vida!




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