Hace tiempo que no me siento muy a gusto conmigo y
las circunstancias, tanto del servicio como de la sociedad en general, y esto me
lleva a no estar tan atento a los detalles
o gestos destacables que veo en las personas con las que trato, personas sin
hogar; y todavía peor, aun viéndolos, no
tengo ánimo, ni tiempo, ni el sosiego necesario para dejar constancia escrita de ellos, como era
mi costumbre.
A pesar de todo,
vuelvo a apreciar lo importante que es ofrecer, aunque sean unas horas a la
semana, una ‘estación de servicio’ para
personas, sin hogar, sin trabajo ni otra
ocupación que le ayude a llenar de
contenido las horas de cada día, y poder dar así sentido a su atormentada vida,
e impedir que la marginación los vaya envolviendo.
Esto es posible
porque nos vamos adaptando al sitio y a las
incomodidades, integradas ya en la propia rutina no lo parecen, y no
constituyen un obstáculo disuasorio; porque aquí acude un amplio número de
personas además de los acogidos en el albergue, los que viven en la calle y
duermen en los cajeros o donde pueden; otros que teniendo un techo carecen de recursos
económicos; otros porque el Comedor Social les cae demasiado lejos, porque no
se encuentran muy bien de salud, porque
han pasado una mala noche, o porque les ‘desagrada’ el ambiente que generan algunas
de las personas que allí acuden a comer.
Es muy difícil,
después de doce años de voluntario en el mismo servicio, no ser sensible y no agradecer
las muestras de agradecimiento sincero
por parte de más de una persona, por la simple compañía, por una palabra, por
facilitarle una información o un pequeño recurso para solucionar un problema
inmediato, problema que puede significar mucho para quien lo soporta.
Es muy importante
que las personas que se encuentran solas, desamparadas, encuentren un sitio
donde acudir, donde pasar un rato para descansar, para encontrarse con alguien
que las escuche, o que sencillamente les mire a los ojos sin prejuicios. No hay
muchos sitios donde ir, gratis, tomarse
un café, charlar con alguien, sentarse al ordenador a ver el correo si ha
recibido alguna oferta de empleo, hacer un currículo, o distraerse un rato. Por
eso esta oficina sigue siendo de gran utilidad, necesita ser acondicionada como
se merece para recibir a personas necesitadas. Y hacen falta también
voluntarios dispuestos a comprometerse con este servicio para garantizar su
continuidad.
Es verdad que a
todos nos gusta la independencia, la autonomía, la libertad en definitiva, pero
todos, en un momento imprevisto de nuestra vida, podemos vernos en esta situación.
Cuántas personas hoy necesitan ayuda porque han perdido la estabilidad que
disfrutaban, por el motivo que sea: como víctima de la crisis general y ya crónica, por causas familiares y personales. Pero los
encargados de velar por el bienestar social no han previsto las consecuencias
derivadas del desempleo masivo, de las rupturas familiares, de la llegada
incontrolada de emigrantes sin darles tiempo a su integración y evitar
desajustes o agravios comparativos con los necesitados nacionales.
De este modo,
el número de personas que necesitan protección y ayuda es cada vez mayor y más
complejo, porque cuanto más avanzada es la sociedad los criterios de riqueza y
pobreza también varían. En cambio no
aumentan en la misma proporción los servicios necesarios para evitar que muchas
personas caigan en la marginación durante años o por el resto de sus vidas. Hoy
todo el mundo habla y habla, los políticos prometen y prometen pero, mienten casi
siempre y no llegan jamás a cumplir sus promesas. Algunos crean ideologías
alienantes que llevan a muchos a evadirse de la realidad y ocultar o despreciar
la verdad, inventando enemigos a los que culpar de todos los males
posibles, y así desestabilizar la sociedad entera.
He hablado de
personas que ya forman parte de los marginados, pero también hay un número
millonario de personas que trabajan una semana, un mes, hasta doce horas al
día, los despiden sin más, y a esperar otro contrato… así hasta no poder más;
todo esto por un sueldo ridículo, imposible para hacer un mínimo plan de vida
personal o familiar. Con estos empleos tan precarios y temporales han de acudir
también a las ayudas sociales, si las hay, o a la caridad, o de familiares,
vecinos o amigos…
Yo diría que se
percibe un ambiente propicio para la aceptación de una dictadura, una dictadura que se va imponiendo
por sectores económicos y mediante la difusión de determinadas ideologías (
ideología de género, el cambio climático por ejemplo) que dividen a la sociedad
y la debilitan. Está la de los bancos, con su dictadura económica, que no
perdona un céntimo siempre que sea a su favor, ni un día de demora o descubierto
en los pagos agobiantes, a ninguna cuenta, incluso las que se abastecen de
ayudas sociales y pensiones, ya que por fuerza han de cobrarse por un banco. La
intervención del director de la sucursal es imposible, todo se decide lejos, desde
esas ‘ciudades inteligentes’ que poseen, llenas de cerebros artificiales y
humanos que lo controlan todo y a todos hasta el mínimo detalle. Está la
dictadura de ‘lo progre’, que predican los partidos, de izquierda, centro y de
derecha, para decirnos cómo debemos pensar y vivir, o sea, a lo que tenemos que
atenernos si queremos ser ciudadanos
respetados (no respetables, eso era antes). Hasta una religión universal
quieren hacer, de la tolerancia, para evitar guerras en el futuro…, desde la ONU por supuesto, con
su gobierno universal y todo. El colmo, vamos.
Bueno, y
después de todo, todo esto no impide que seamos libres, que confiemos en
nosotros mismos, y los unos en otros para tratar de mejorar individual y
colectivamente. La tarea del hombre es larga, con sus avances y retrocesos, pero
el bien siempre se impone al final, así que aquí estamos, para hacer el
mayor bien posible, cada uno según sus capacidades; según los dones que Dios le
haya dado, si tiene la suerte de ser un buen creyente, sin duda cuenta con el
mejor Maestro… OM
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