miércoles, 23 de octubre de 2019

Por el Día de las Personas sin Hogar



Hace  tiempo que no me siento muy a gusto conmigo y las circunstancias, tanto del servicio como de la sociedad en general, y esto me lleva a  no estar tan atento a los detalles o gestos destacables que veo en las personas con las que trato, personas sin hogar; y todavía peor, aun viéndolos,  no tengo ánimo, ni tiempo, ni el sosiego necesario para  dejar constancia escrita de ellos, como era mi costumbre.
A pesar de todo, vuelvo a apreciar lo importante que es ofrecer, aunque sean unas horas a la semana,  una ‘estación de servicio’ para personas, sin hogar, sin trabajo  ni otra  ocupación que le ayude a llenar de contenido las horas de cada día, y poder dar así sentido a su atormentada vida, e impedir que la marginación los vaya envolviendo.
Esto es posible  porque nos vamos adaptando al sitio y a las incomodidades, integradas ya en la propia rutina no lo parecen, y no constituyen un obstáculo disuasorio; porque aquí acude un amplio número de personas además de los acogidos en el albergue, los que viven en la calle y duermen en los cajeros o donde pueden; otros que teniendo un techo carecen de recursos económicos; otros porque el Comedor Social les cae demasiado lejos, porque no se encuentran muy bien de salud,  porque han pasado una mala noche, o porque les ‘desagrada’ el ambiente que generan algunas de las personas que allí acuden a comer.
Es muy difícil, después de doce años de voluntario en el mismo servicio, no ser sensible y no agradecer  las muestras de agradecimiento sincero por parte de más de una persona, por la simple compañía, por una palabra, por facilitarle una información o un pequeño recurso para solucionar un problema inmediato, problema que puede significar mucho para quien lo soporta.
Es muy importante que las personas que se encuentran solas, desamparadas, encuentren un sitio donde acudir, donde pasar un rato para descansar, para encontrarse con alguien que las escuche, o que sencillamente les mire a los ojos sin prejuicios. No hay muchos sitios donde ir, gratis,  tomarse un café, charlar con alguien, sentarse al ordenador a ver el correo si ha recibido alguna oferta de empleo, hacer un currículo, o distraerse un rato. Por eso esta oficina sigue siendo de gran utilidad, necesita ser acondicionada como se merece para recibir a personas necesitadas. Y hacen falta también voluntarios dispuestos a comprometerse con este servicio para garantizar su continuidad.
Es verdad que a todos nos gusta la independencia, la autonomía, la libertad en definitiva, pero todos, en un momento imprevisto de nuestra vida, podemos vernos en esta situación. Cuántas  personas  hoy necesitan ayuda  porque han perdido la estabilidad que disfrutaban, por el motivo que sea: como víctima de la crisis general y ya crónica,  por causas familiares y personales. Pero los encargados de velar por el bienestar social no han previsto las consecuencias derivadas del desempleo masivo, de las rupturas familiares, de la llegada incontrolada de emigrantes sin darles tiempo a su integración y evitar desajustes o agravios comparativos con los necesitados nacionales.

De este modo, el número de personas que necesitan protección y ayuda es cada vez mayor y más complejo, porque cuanto más avanzada es la sociedad los criterios de riqueza y pobreza también varían. En  cambio no aumentan en la misma proporción los servicios necesarios para evitar que muchas personas caigan en la marginación durante años o por el resto de sus vidas. Hoy todo el mundo habla y habla, los políticos prometen y prometen pero, mienten casi siempre y no llegan jamás a cumplir sus promesas. Algunos crean ideologías alienantes que llevan a muchos a evadirse de la realidad y ocultar o despreciar la verdad,  inventando  enemigos a los que culpar de todos los males posibles, y así desestabilizar la sociedad entera.
He hablado de personas que ya forman parte de los marginados, pero también hay un número millonario de personas que trabajan una semana, un mes, hasta doce horas al día, los despiden sin más, y a esperar otro contrato… así hasta no poder más; todo esto por un sueldo ridículo, imposible para hacer un mínimo plan de vida personal o familiar. Con estos empleos tan precarios y temporales han de acudir también a las ayudas sociales, si las hay, o a la caridad, o de familiares, vecinos o amigos…

Yo diría que se percibe un ambiente propicio para la aceptación de una  dictadura, una dictadura que se va imponiendo por sectores económicos y mediante la difusión de determinadas ideologías ( ideología de género, el cambio climático por ejemplo) que dividen a la sociedad y la debilitan. Está la de los bancos, con su dictadura económica, que no perdona un céntimo siempre que sea a su favor, ni un día de demora o descubierto en los pagos agobiantes, a ninguna cuenta, incluso las que se abastecen de ayudas sociales y pensiones, ya que por fuerza han de cobrarse por un banco. La intervención del director de la sucursal es imposible, todo se decide lejos, desde esas ‘ciudades inteligentes’ que poseen, llenas de cerebros artificiales y humanos que lo controlan todo y a todos hasta el mínimo detalle. Está la dictadura de ‘lo progre’, que predican los partidos, de izquierda, centro y de derecha, para decirnos cómo debemos pensar y vivir, o sea, a lo que tenemos que atenernos si queremos  ser ciudadanos respetados (no respetables, eso era antes). Hasta una religión universal quieren hacer, de la tolerancia, para evitar guerras  en el futuro…, desde la ONU por supuesto, con su gobierno universal y todo. El colmo, vamos.

Bueno, y después de todo, todo esto no impide que seamos libres, que confiemos en nosotros mismos, y los unos en otros para tratar de mejorar individual y colectivamente. La tarea del hombre es larga, con sus avances y retrocesos, pero el bien siempre se impone al final, así que aquí estamos, para  hacer el mayor bien posible, cada uno según sus capacidades; según los dones que Dios le haya dado, si tiene la suerte de ser un buen creyente, sin duda cuenta con el mejor Maestro… OM




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