jueves, 23 de febrero de 2017

Un día sí, y otro también... La casa que enloquece


Ya está bien. ¡Y suerte que no pasa nada en las oficinas del SEPE, del SAE, del INSS, y cualquiera
otra que tenga que ver con asuntos sociales, donde van parados, de larga duración o  que no han trabajado aún en su vida; los que han trabajado años y años y no tienen derecho a prestación alguna...; madres separadas, divorciadas,  con hijos, que apenas sobreviven con las pensiones de sus ‘ex’ (ex maridos, ex pareja, ex acompañante sentimental...), cuando se las pasan...! Aunque,  según me ha dicho un usuario de esas oficinas ya han ocurrido ‘cosas’, porque hay unos carteles en rojo, uno advirtiendo de hacer fotos, audios o vídeos dentro del recinto, y otro  advirtiendo la oportuna denuncia si algún empleado recibía amenazas, insultos u agresión.

El usuario que me ha informado es una amigo mío, que ha ido hoy al SEPE a solicitar la contraseña que le permita obtener el último certificado que necesita para volver a percibir el salario social,
dentro de otros largos meses de espera, y eso si no hay alguna otra contrariedad administrativa..., yo creo, me dice,  que intentan ‘desestabilizarnos emocionalmente’... porque el funcionario no sólo no le facilita dicha contraseña, le aconseja hacerse el carnet digital para obtener cualquier certificado. Pero tiene que entregar ese mismo día el certificado a su trabajadora social, en una oficina que está en el extremo opuesto. Mi amigo se dirige a la oficina del DNI, pero el ordenador está averiado... Menos mal que lo acompañaba otro usuario que disponía de moto y lo trasladó a la oficina de su trabajadora social, para informarle a tiempo del incidente, y no sufrir alguna penalización o retraso en la solicitud de la ayuda solicitada.

Es posible, o más bien probable, están probando a ver hasta donde aguanta este modelo social, en el que el Estado administra caprichosamente,  discriminatoriamente, o mejor, a conveniencia, los fondos que él mismo dedica a la partida de asuntos sociales. Me recuerda todo esto un capítulo de Asterix y Obelix, “La Casa que Enloquece”. El mismo Obelix, cae rendidos después de subir y bajar escaleras, preguntar en una ventanilla detrás de otra en busca de un certificado para enrolarse en la legión, o algo parecido.

¡Es tan larga la lista de atentados contra la serenidad, la paciencia, el aguante de los ‘pacientes’ usuarios de estas oficinas, los ‘multiexcluidos’ sociales!, ¡Dice tan poco bueno de esta decadente sociedad del bienestar!...que, da una pena enorme, y sobre todo causa una indignación explosiva. De verdad que no sabe uno si alegrarse de que no ocurra nada malo a diario en esas oficinas, si admirar la paciencia infinita de tantas personas como acuden a diario a intentar solventar asuntos vitales para sí mismos o sus hijos, de lo que depende si pueden comer en casa o tienen que acudir a un comedor social o a cáritas; depende si duerme bajo techo o tiene que dormir en la calle, quizá por una temporada, o quién sabe, si la cosa se alarga puede que se convierta en ‘un sin techo’ de larga duración...

Hace unos días, en nuestra misma oficina, una de estas personas, que hemos visto deteriorarse día tras
día, se hizo sus necesidades en la silla... porque se sentía a gusto, ‘protegido’, acompañado, tras tomarse su café calentito con galletas, o quizá con polvorones que todavía nos quedan de Navidad, y claro, no le dio tiempo de ir al servicio. No le pudimos dar ni unos pantalones, porque aquí no tenemos otros recursos, y además se tuvo que ir avergonzado, supongo, ante el rechazo que le dispensaron algunos compañeros usuarios...


Eso es la calle, va acabando con la dignidad de la persona, pasito a pasito, sin que se dé cuenta
siquiera; en su fuero interno sigue viéndose persona, ser humano aspirante a cualquier cosa buena que poder ofrecer, y con lo que dignificarse ante sí y ante los demás. Pero la realidad es tozuda, su mente se aísla de la realidad, como un Quijote que no le gusta lo que ve y se rebela, pero yerra el golpe y cae, y se restablece para volver a caer; hasta que, al final,  depende de otros que le quieran ayudar, o, sencillamente, solo se encuentre a gusto en su falsa libertad, entre sus ‘alucinaciones’ y los pocos espacios accesibles que le queden, porque muchos a los que se dirija serán meros ‘espejismos’ que le impulsan a ir de un lado a otro, creyéndose que va a alguna parte..., a un lugar ideal donde todo sea distinto, empezando por él mismo.


¡Dios tenga piedad de nosotros, y no salve! Todos somos hijos suyos, unos más ‘hijos pródigo’ que otros. En nombre de todos los que sufren alguna exclusión social: "¡Dios mío, ven en nuestro auxilio, date prisa en socorrernos!”

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