jueves, 24 de marzo de 2016

Un café



Daniel Medina Sierra


Recientemente he vuelto a ver a un compañero/ amigo con el que he pasado parte del camino desde que decidí volver a intentar recuperar mi vida como ciudadano, " normal".
Hacia unos meses que no nos encontrábamos y nos tomamos un café para ponernos al día y recordar cuanto hemos avanzado hasta ahora.
 Mi primera impresión fue ver que no era el mismo, su expresión delataba enfado, malestar general, tristeza.

 Me acerqué, aún a riesgo de no ser bien recibido, y después de un minuto hablando entendí lo que estaba pasando.
Llevaba unos 8 meses en el albergue y unos 10 en un centro con todos los recursos a su alcance, psicólogos, monitores, talleres, gimnasio, trabajadores sociales... en fin, muy bien atendido; pero estaba peor, mucho peor.
Incapaz de mantener una conversación fluida por la fuerte medicación contra la depresión, un nivel de estrés al punto de la histeria, de pronto estaba hablando relativamente tranquilo y de repente rompía a llorar.

  Un solo instante que fui al baño y al salir tenía la cara desencajada como si estuviera viendo al mismísimo diablo.
Yo lo escuché durante horas y trataba de explicarle todo lo que aprendí desde que se fue al centro. Sin psicólogos, sin centros, sin control, sin trabajadores sociales, ni talleres, gimnasio... aprendí como aprendí todo, solo.
Le expliqué que no podíamos ni debíamos estar preocupados por lo que pensasen los demás de nosotros, que la culpa propia o ajena ya estaba de más, pagamos un alto precio por nuestras equivocaciones, así que era inútil seguir castigándonos.

  
El camino más difícil ya estaba hecho, levantarte y continuar. Es que no me reconozco, me decía, no sé quién soy. Si no sabes quién eres ¿por qué sigues en pie, por qué luchas y te levantas todos los días? para sobrevivir, me dijo.
No, te pones en pie, luchas y te levantas todos los días porque quieres ser feliz, quieres vivir; pero te empeñas en no verlo. Ya sé que es mucho más cómodo autocompadecerse y refugiarse en momentos pasados, pero solo es eso, pasado.

  
Le di la clave de todo, absolutamente de todo, se positivo, lucha con el corazón no con la mente, deja el rencor, la culpa, disfruta de la victoria de salir del infierno de la pobreza en todos los sentidos. Ríe, bromea, regala momentos bonitos, conoce la mejor versión de ti mismo, no te plantees la vida como si fuera un itinerario de necesidades, ya no importa lo que piensen de ti, importa lo que tú piensas de ti.



Le expliqué que gracias a que perdí todo encontré mucho más, perdí familia, mujer, amigos... pero no los perdí, no, sólo ocurrió que busqué los corazones equivocados. Encontré buenos amigos que son mi familia, trabajo encontraré tarde o temprano y quién sabe si el amor llama a mi puerta, bueno... tampoco es que me preocupe. Lo esencial es luchar contra todo aquel que te quiera hundir con una sonrisa en la cara.

  

Se acabó el estrés por culpa de los bancos, de los políticos, de la sociedad podrida de rencor, culpa y cobardía. No más depresiones por aquellos que sólo buscan dividir, confrontar, confundir para luego aplastar. No le hago el juego al mal porque lo conozco muy bien, le he mirado a los ojos, sin miedo. El mal es como los vampiros, sólo pueden alimentarse de ti, ¡y si no les das de comer, mueren! Su alimento es el miedo, el odio, la mentira. Si no tienes miedo ni odio, y eres sincero contigo mismo, muere.

No hay comentarios:

Publicar un comentario