Daniel Medina Sierra
Recientemente he vuelto a
ver a un compañero/ amigo con el que he pasado parte del camino desde que
decidí volver a intentar recuperar mi vida como ciudadano, " normal".
Hacia unos meses que no
nos encontrábamos y nos tomamos un café para ponernos al día y recordar cuanto
hemos avanzado hasta ahora.
Mi primera impresión fue ver que no era el
mismo, su expresión delataba enfado, malestar general, tristeza.
Me acerqué, aún a riesgo
de no ser bien recibido, y después de un minuto hablando entendí lo que estaba
pasando.
Llevaba unos 8 meses en el
albergue y unos 10 en un centro con todos los recursos a su alcance,
psicólogos, monitores, talleres, gimnasio, trabajadores sociales... en fin, muy
bien atendido; pero estaba peor, mucho peor.
Incapaz de mantener una
conversación fluida por la fuerte medicación contra la depresión, un nivel de
estrés al punto de la histeria, de pronto estaba hablando relativamente
tranquilo y de repente rompía a llorar.
Un solo instante que fui
al baño y al salir tenía la cara desencajada como si estuviera viendo al
mismísimo diablo.
Yo lo escuché durante
horas y trataba de explicarle todo lo que aprendí desde que se fue al centro.
Sin psicólogos, sin centros, sin control, sin trabajadores sociales, ni
talleres, gimnasio... aprendí como aprendí todo, solo.
Le expliqué que no
podíamos ni debíamos estar preocupados por lo que pensasen los demás de
nosotros, que la culpa propia o ajena ya estaba de más, pagamos un alto precio
por nuestras equivocaciones, así que era inútil seguir castigándonos.
El camino más difícil ya
estaba hecho, levantarte y continuar. Es que no me reconozco, me decía, no sé
quién soy. Si no sabes quién eres ¿por qué sigues en pie, por qué luchas y te
levantas todos los días? para sobrevivir, me dijo.
No, te pones en pie,
luchas y te levantas todos los días porque quieres ser feliz, quieres vivir;
pero te empeñas en no verlo. Ya sé que es mucho más cómodo autocompadecerse y
refugiarse en momentos pasados, pero solo es eso, pasado.
Le di la clave de todo,
absolutamente de todo, se positivo, lucha con el corazón no con la mente, deja
el rencor, la culpa, disfruta de la victoria de salir del infierno de la
pobreza en todos los sentidos. Ríe, bromea, regala momentos bonitos, conoce la
mejor versión de ti mismo, no te plantees la vida como si fuera un itinerario
de necesidades, ya no importa lo que piensen de ti, importa lo que tú piensas
de ti.
Le expliqué que gracias a
que perdí todo encontré mucho más, perdí familia, mujer, amigos... pero no los
perdí, no, sólo ocurrió que busqué los corazones equivocados. Encontré buenos
amigos que son mi familia, trabajo encontraré tarde o temprano y quién sabe si
el amor llama a mi puerta, bueno... tampoco es que me preocupe. Lo esencial es
luchar contra todo aquel que te quiera hundir con una sonrisa en la cara.
Se acabó el estrés por
culpa de los bancos, de los políticos, de la sociedad podrida de rencor, culpa
y cobardía. No más depresiones por aquellos que sólo buscan dividir,
confrontar, confundir para luego aplastar. No le hago el juego al mal porque lo
conozco muy bien, le he mirado a los ojos, sin miedo. El mal es como los
vampiros, sólo pueden alimentarse de ti, ¡y si no les das de comer, mueren! Su
alimento es el miedo, el odio, la mentira. Si no tienes miedo ni odio, y eres
sincero contigo mismo, muere.
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