José
Luis Nunes Martins
(ilustração de Carlos
Ribeiro)
Hay personas que no tienen a
nadie que les escuche… Esta ausencia de amor no es tristeza, es algo mucho más
profundo.
En el mundo de hoy estamos
cada vez más cerrados y nos sentimos a gusto en esa nuestra comodidad. Llegamos
incluso a pensar que los problemas del mundo acaban cuando desenchufamos la
televisión. Esta ilusión de que dirigimos la realidad, nos da la falsa
convicción de que son otros los que necesitan de nosotros que los escuchemos, y
no nosotros a ellos.
Es preciso luchar mucho para
que cada uno de nosotros sea capaz de evadirse de la prisión donde se
encuentra.
En cualquier caso, no basta
escuchar, es necesario aprender a escuchar al otro, en sus espacios, tiempos y
modos. Con humildad, aprender con él… valorarlo hasta el punto de reconocer, en
los éxitos y fracasos, posibilidades de enriquecernos.
Es más importante aún
escuchar cuando no hay palabras. Los silencios íntimos se llenan de luz cuando
son compartidos, cuando alguien está ahí, con nosotros. Juntos. Unidos en la
presencia. Compartiendo el mismo espacio, el mismo tiempo y el mismo modo de
decir lo que se piensa y siente... un
silencio lleno de emoción y de verdad que a nadie deja indiferente. A veces,
los amigos, incluso los que ya han muerto, parece que no están, pero están.
Siempre de forma consistente y auténtica, están y son. Son lo que somos, porque
quieren estar con nosotros… lo mismo que nosotros.
Hay quien consigue
escucharnos, siendo capaz de hacerlo sin cansarse. Sin siquiera interrumpirnos
para contarnos sus problemas, miedos, angustias. ¡Para estos, ningún elogio es
bastante! Pero, a veces… estos son aquellos que nadie quiere escuchar.
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